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23 de abril de 2024

Cuestión de enfoque: Amartya Sen y las capacidades para alcanzar el bienestar

El enfoque de capacidades propuesto por el economista Amartya Sen, premio Nobel de 1998, pretende construir un marco teórico-normativo integral que permita evaluar los resultados de las acciones de los gobiernos orientadas a mejorar el bienestar de la población.

Por Leonardo Fernández – Investigador

La elaboración de las políticas públicas, en su naturaleza misma de acción sobre la realidad a través de unos medios (como lo conceptuaba el economista Jan Tinbergen), requiere de un marco teórico que respalde los objetivos a lograr a través de dicha actuación. 

Tras toda intervención pública debe existir un valor lo suficientemente compartido por la sociedad el cual motive a que los recursos e instituciones sean enfocados a una determinada situación y una forma de evaluar la mejora.

Situaciones reales y deseadas

La economía a lo largo de su desarrollo como ciencia ha tenido como principal foco la acción: toma la realidad como punto de partida y, en ese sentido, diagnostica y evalúa situaciones basándose en parámetros escogidos. 

Sin embargo, en un acto de “fatal arrogancia” -como lo denominaría otro premio nobel, el economista Friedrich Hayek-, el estudio se sujeta a un análisis normativo, es decir, se observa la deseabilidad o no de la situación -lo cual implica un juicio de valor- y con base en dicho resultado, se concluye que la intervención, por medio de una autoridad, sería una opción factible para mejorar el bienestar de la población.

Luego de determinar que la situación actual de las cosas no es la deseada y se opta por intervenir, el estudio debe especificar cuáles serán los instrumentos de los que dispone la autoridad para alterar la dinámica económica, influenciando el comportamiento de los agentes, de modo a encauzarlo hacia ciertos objetivos que cuantificarán el progreso y, que en última instancia, deben ser afines a los fines de los valores plasmados en el Contrato Social de cada país, específicamente en la Constitución Nacional.

Desigualdades

En el preámbulo de la Constitución paraguaya, los constituyentes proclamaron la carta magna “invocando a Dios, reconociendo la dignidad humana con el fin de asegurar la libertad, la igualdad y la justicia”, pero, así como Amartya Sen, nos preguntaremos, ¿iguales en qué sentido? 

La literatura acerca del desarrollo económico hace bastante énfasis, por ejemplo, en la igualdad de ingresos; los textos legales, en la igualdad ante la ley; la justicia social, en la igualdad de oportunidades; los anarquistas, en la libertad, por lo cual, además de observar que el Estado tiene distintas garantías de equidad que otorgar a su población en diferentes aspectos de la vida, también nos hace pensar que cada teoría ética del comportamiento defiende una igualdad en un ámbito clave, permitiendo la desigualdad en otros.

Por lo tanto, determinar nuestra variable focal (ya sea igualdad de ingresos, derechos, utilidad, oportunidades) sobre la cual nos basaremos para exigir un nivel básico de equidad en nuestra sociedad es clave, ya que no solo tiene carácter justificativo de las políticas económicas, sino también de la vida social de las personas y del propio actuar del Estado, ya que induce a tener un parámetro de imparcialidad para evaluar las situaciones humanas.

Para ello, irónicamente debemos partir de que los seres humanos somos desiguales en características personales, por ejemplo, la fuerza, el tipo de inteligencia o la salud; sociales, respecto al rol, y en consecuencia las pautas de conducta, como el hecho de pertenecer a determinado grupo o status; ingreso y riqueza, distribución geográfica (y los aspectos ambientales que de ello deriva), etc.

¿Cómo alcanzamos nuestros objetivos

De acuerdo con Amartya Sen, una forma más práctica y realista de evaluar la posición de una persona en la organización social es considerar los objetivos conseguidos por el individuo y la libertad para alcanzarlos.

El primero, ampliamente estudiado por renombrados economistas, desde Arthur Pigou con su obra “La economía del Bienestar” en 1920 o las funciones de bienestar social de Bergstron-Samuelson (1947), pone énfasis en la satisfacción de las preferencias o del consumo.

Lo segundo, por su parte, recién ha sido tomada en cuenta desde la década de los 70 gracias principalmente al estudio de John Rawls (1971), el cual enfatizó en que para la realización de los objetivos de los individuos, debe existir una distribución igualitaria de lo denominado como bienes básicos o elementales (salud, educación, medioambiente saludable) que contribuyan a las aspiraciones personales.

Sin embargo -y he aquí el aporte fundamental de Amartya Sen-, una distribución igualitaria de bienes básicos podría no implicar necesariamente una misma posibilidad para alcanzar los objetivos deseados: si consideramos por ejemplo que la atención de salud básica sea uno de los bienes elementales descritos por Rawls, impedimos que una persona que requiera de un servicio sanitario más complejo pueda gozar de la mayor libertad posible para la consecución de lo que considera valioso. 

Lo mismo aplicaría para dos personas que posean distintos ingresos, pero la persona con el mayor nivel de los mismos habite en un país con pocos derechos, por lo cual sus ganancias tendrían un problema para transformarse en objetivos logrados.

Para sintetizar, las cosas para las cuales tenemos suficientes razones para considerarlas como parte de una buena vida (estar saludable, disponer de vivienda, etc.), Sen las denomina como funcionamientos, y estos son constitutivos en la evaluación de bienestar de la persona. 

Con bastante afinidad, los funcionamientos se relacionan con la capacidad de funcionar: esta representa las diversas combinaciones de funcionamientos que una persona puede alcanzar.

El autor hace énfasis en que si bien los medios físicos pueden ampliar las capacidades, sin duda la transformación de los mismos es aún más crucial para el mejoramiento de lo que consideramos parte del bienestar, por tanto ¿qué rol tiene la política económica en ese sentido?

Las políticas macroeconómicas poseen una influencia indirecta sobre lo mencionado anteriormente, garantizando un marco básico de actuación, evitando amplias pérdidas de libertades por hiperinflaciones o crecimiento lento. Sin embargo, si un país mantiene altas tasas de crecimiento, pero niega derechos políticos o humanos a sus habitantes, no goza de un alto bienestar y el contrapeso que supone su buen desempeño en la producción debe ser menor al que usualmente se otorga a casos de dicha índole.

Por último, el autor en varias de sus obras sostiene que la educación es esencial para la ampliación de libertades del individuo en todo sentido, ya sea político, económico o social, por lo que no debe restársele valor. 

La habilidad de una persona para entender o evocar sus derechos, un mejor acceso al empleo, una mayor participación política y ciudadana, e incluso el desarrollo de una vida más saludable, son algunas de las muchas libertades que el individuo puede gozar si obtiene educación y, en especial, educación primaria.

Incluir los parámetros de evaluación de bienestar de Amartya Sen en las políticas económicas permitirá lograr un mejor grado de coherencia por parte de los planteamientos económicos orientados a intervenir en la realidad. 

La naturaleza de las ciencias económicas está fundada principalmente en mejorar la calidad de vida de las personas, por tanto, ser afín a los funcionamientos y capacidades de las personas acercará a los formuladores de políticas a obtener resultados más eficientes, pero por sobre todo, más humanos.

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