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28 de marzo de 2024

¿Puede el PIB medir el bienestar de un país?

El autoconsumo, el impacto negativo de ciertas actividades productivas, la distribución de la riqueza, el ocio y la informalidad son algunos elementos presentes en la economía que no se tienen en cuenta en el cálculo del PIB, por lo que surgen mediciones alternativas como los índices de Desarrollo Humano y de las Necesidades Básicas Insatisfechas.

Por Belen Villamayor – Estudiante Investigadora

El producto interno bruto (PIB) mide el valor monetario de los bienes y servicios finales producidos en un país en un periodo determinado de tiempo, generalmente un año, es decir, todos aquellos bienes y servicios que llegan directamente al consumidor luego de un proceso de producción y que se producen dentro de las fronteras de un país, sin importar la nacionalidad de los dueños de estos factores productivos.

Abgus Deaton considera que el bienestar es el conjunto de “cosas buenas para una persona que hacen que su vida sea buena”. Dentro de este conjunto, se encuentran la satisfacción de las necesidades de consumo de las personas, factores físicos como la salud, factores emocionales o psicológicos, nivel educativo del individuo y su participación en la sociedad civil, entre otros.

El producto interno bruto (PIB) ofrece una vista general de la situación económica de un país. Sobre la base del PIB se pueden determinar diversos efectos en una economía, ligados a su aumento o disminución.

Por ejemplo, durante la Gran Depresión, el PIB sufrió un desplome de 48.000 millones de dólares aproximadamente, lo que trajo consigo en la economía estadounidense un aumento del desempleo, quiebras bancarias, colapso de la bolsa de valores, etc. (Samuelson & Nordhaus, 2010).

De la misma forma, en el contexto de la Guerra Fría, el aumento del PIB de las economías de los “tigres asiáticos” (Hong Kong, Taiwán, Corea del Sur y Singapur) generó el posicionamiento de estos países entre los mayores exportadores del mundo, un aumento significativo del empleo, aumento de los salarios, etc.

A lo largo de los años, ha sido utilizado también como medida del bienestar de una nación. Samuelson y Nordhaus coinciden en que muchos economistas parten del PIB como base para estudiar el desarrollo económico de un país. Esto se relaciona con la noción de que una expansión del PIB conlleva a un aumento de los ingresos de las personas, ampliando a su vez la capacidad de consumo de estas y aumentando así su bienestar.

El problema radica en la relación directa que se hace entre bienestar y aumento de ingresos solamente. Teniendo en cuenta el concepto que da Deaton, el bienestar se compone de diversos elementos, no siendo el único el dinero. Es allí donde el PIB puede resultar una medida débil.

Dentro de las limitaciones del PIB podemos mencionar cinco puntos clave.

  1. Primeramente, no mide todos aquellos bienes y servicios producidos para el autoconsumo, normalmente sucedidos en el interior de los hogares, pudiendo ser estos:
  2. Producción de alimentos mediante huertas caseras para autoconsumo.
  3. “Producción de servicios domésticos y personales para su consumo dentro del mismo hogar: preparación de comidas, cuidado y educación de los hijos, limpieza, reparaciones, etc.”. (Naciones Unidas, 2009)

Estos son llevados a cabo normalmente en economías más rurales, lo que genera una subestimación del PIB y, por ende, del bienestar de estas.

  • En segundo lugar, podemos mencionar que mide con la misma vara los bienes y males de las economías. “Puede mostrar buenos resultados al mismo tiempo que se degradan las condiciones de vida de las personas y se daña el medioambiente, incluso afectando las posibilidades de crecimiento futuro” (Vaca Trigo & Baron, 2022).

Un ejemplo claro es la producción de cigarrillos. Es bien sabido el impacto que tiene en la salud de las personas y también en el medio ambiente.

En esa misma línea, cabe mencionar que el PIB tampoco considera “el impacto del agotamiento de los recursos naturales más rápido de lo que pueden renovarse, ni la degradación de los ecosistemas que puede incluso afectar la actividad económica en el corto plazo” (Vaca Trigo & Baron, 2022). Todo esto repercute directamente en el bienestar presente y futuro de la población.

  • Otro punto en contra es que no considera la distribución de la riqueza. Un aumento del PIB se relaciona con un crecimiento económico, mas no garantiza que ese crecimiento llegue a todos los sectores de la sociedad de esa economía. Es allí donde vemos reflejada la frase “el rico se hace más rico y el pobre, más pobre”.

Durante la pandemia, por ejemplo, “se perdieron más de 140 millones de empleos a nivel mundial pero la riqueza global aumentó un 7,4% debido al crecimiento de los mercados bursátiles, la apreciación del sector inmobiliario, las bajas tasas de interés y los ahorros imprevistos como consecuencia del confinamiento. Hubo un aumento de la riqueza de un 12,4% en Canadá y los Estados Unidos, mientras que en América Latina y el Caribe cayó un 11,4%. Así, siguiendo el patrón histórico, el 1% de las personas más ricas concentraron cerca del 50% de la riqueza mundial” (CEPAL, 2021).

Esto deja ver que un aumento de los ingresos de un país o incluso de una región puede no ser percibido por la gran mayoría, sino tan solo por unos pocos, lo que refleja el mejoramiento del bienestar de algunos, pero el empeoramiento del de otros.

  • Seguidamente, no toma en cuenta el valor del ocio en la vida de las personas. El ocio es definido en economía como la porción del tiempo que uno destina a realizar actividades recreativas diferentes al trabajo.

Si las personas se encuentran trabajando sin parar, está claro que habrá un aumento significativo de la producción a nivel nacional y, por ende, del PIB. Pero, por otro lado, perderán espacio y tiempo para el desarrollo de actividades personales, recreativas, culturales, tanto individuales como colectivas (Vaca Trigo & Baron, 2022), lo que generará un malestar a nivel general.

El tiempo es un recurso intransferible, por lo que un aumento de los ingresos jamás podrá suplir la falta de tiempo para recreación (Vaca Trigo & Baron, 2022).

  • Por último, todos aquellos bienes y servicios comercializados informalmente quedan fuera del PIB.

Hernando de Soto define la economía informal como el “conjunto de empresas, trabajadores y actividades que operan fuera del marco legal y regulatorio”. Dentro de la informalidad podemos mencionar el empleo informal, narcotráfico, contrabando, tráfico de armas y personas, lavado de activos, entre otros.

En los países en vías de desarrollo, normalmente la participación de la informalidad abarca entre un 25% al 30% del PIB (GAFILAT, 2020). Esto se relaciona con situaciones de pobreza, desigualdad y falta de oportunidades, afectando directamente el bienestar de la población.

Esto no quiere decir que el PIB resulte un mal indicador, sino simplemente resulta uno incompleto para medir el bienestar y desarrollo de un país. “El bienestar presente depende de recursos económicos como los ingresos y de características no económicas de la vida de las personas: lo que hacen y lo que pueden hacer, la valoración de su vida, su entorno natural” (Vaca Trigo & Baron, 2022).  Es por ello que resulta primordial utilizar otros indicadores que tengan en cuenta estos elementos.

Mediciones alternativas

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ideó el Índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual mide los avances de un país en materia de salud, educación e ingresos, monitoreando tres indicadores clave:

  • Esperanza de vida al nacer
  • Nivel de estudios
  • Renta per cápita

De la misma forma, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) desarrolló el índice de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI). “Se elige una serie de indicadores censales que permiten constatar si los hogares satisfacen o no algunas de sus necesidades principales. (…) La insatisfacción de necesidades se evalúa en base a algunas características de la vivienda -tales como tipo de materiales, acceso a agua potable, a sistema de eliminación de excretas o número de cuartos- y a ciertos rasgos demográficos del hogar -número de miembros, asistencia escolar de los menores, o edad, nivel educativo y condición de ocupación del jefe-.” (CEPAL, 2001)

Está claro que incluso estos dos indicadores mencionados dejan fuera ciertos aspectos del bienestar, tal y como sucede con el PIB, pero sí tienen en cuenta una mayor cantidad de elementos que este último, no.

Lo recomendable, en conclusión, es tomar todos estos indicadores y sobre ellos centrar el análisis del bienestar o desarrollo de una economía, obteniendo así una visión más completa y certera de la situación de los países y sus poblaciones.

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