La industrialización de la soja en Paraguay viene atravesando una situación compleja en lo que va del año, en vista de la rauda reducción del grano en estado natural disponible en el país para la molienda.
De acuerdo con las estadísticas de la Cámara Paraguaya de Procesadora de Oleaginosas y Cereales (Cappro), el porcentaje de industrialización de los granos en lo que va del año alcanzó el 21%, siendo este porcentaje el más bajo registrado en la última década.
En un panorama más amplio, se observa que en el 2019 se tuvo una marcada reducción en la industrialización en comparación con años anteriores. Esta dinámica se mantuvo por los siguientes dos años, lo que, sumado a la sequía y a la incertidumbre con relación a temas claves que afectan la competitividad del sector, llevaron a la industria a su peor año de la historia en 2022.
Si bien en ese año porcentualmente se alcanzó un 44% de industrialización, la producción total de soja había sido tan solo 4 millones de toneladas y la molienda fue apenas de 1,8 millones de toneladas. Para el 2023 se volvió a niveles similares a los que se manejaban antes de la sequía, pero para este año se ve de nuevo un retroceso importante.
LA MIRADA DEL SECTOR
Según Antonio Iati, presidente de la Cappro, esta situación impacta de manera profunda en la economía nacional, comenzando por los efectos directos de una capacidad ociosa del 40%, que limita el valor agregado y reduce el ingreso de divisas. Iati señala que “mantener altos niveles de capacidad ociosa es un signo claro de problemas» que afecta no solo a la empresa, sino también a su mano de obra, y reduce la exportación de productos industrializados.
Además, las exportaciones de soja solo en su estado natural, sin dar mayor fuerza a los productos con mayor valor agregado, representa una pérdida económica que podría superar los USD 65 millones en 2024. Al respecto, el titular de la Cappro alerta que esta tendencia reduce la oportunidad de diversificación de destinos comerciales y aumenta el riesgo económico al depender de un solo mercado comprador.
En su análisis, agrega que esta falta de industrialización impide que Paraguay desarrolle una cadena de valor fuerte que abarque desde alimentos hasta biocombustibles, una industria verde con un mercado en crecimiento global.
«En el mediano y largo plazo será más difícil desarrollar la cadena de alimentos para convertir a Paraguay en proveedor para el mercado mundial. Será difícil desarrollar una industria de biocombustibles para atender un mercado mundial creciente de combustibles verdes, en la medida que el aceite de soja, insumo esencial del biodiesel, no se produzca en cantidad y con costos eficientes en el país», subraya.
LA COMPETITIVIDAD
La falta de devolución del Impuesto al Valor Agregado (IVA) por la exportación de productos industrializados es otro factor mencionado que afecta la competitividad del sector. “El procesamiento de oleaginosas es una actividad en la que participan fábricas de todo el mundo, y cualquier costo adicional lleva a perder competitividad”, explica Iati.
Según explica, esta carga fiscal hace que la industria paraguaya no pueda competir equitativamente con otros países productores, una problemática que se agudiza desde el cambio de reglas fiscales en 2014 y que, según el presidente de Cappro, desincentiva nuevas inversiones y profundiza la crisis.
“El sector se caracteriza por precios dados por mercados transparentes (no somos formadores de precios) y márgenes muy pequeños (al punto que un dólar de diferencia por tonelada puede decidir entre hacer o no una operación). En este contexto de negocio, la industria de la molienda compite por eficiencia y costos”.
En ese sentido, refiere que el tratamiento fiscal equitativo es condición necesaria para competir con industrias instaladas en otros países.“La no devolución del IVA, se convierte en un impuesto altamente regresivo que grava los ingresos en lugar de gravar la renta. Eliminar este sobrecosto es condición necesaria para recuperar competitividad”, subraya.
PROPUESTA
Ante este panorama, Cappro propone un conjunto de medidas al gobierno, destacando la necesidad de políticas espejo, inspiradas en otros países productores de soja. Estas incluyen facilitar el ingreso de soja para su procesamiento local y otorgar beneficios a las exportaciones de productos industrializados.
Además, enfatizan en la importancia de una política industrial para la agroindustria, esencial para consolidar la cadena de valor nacional. “La industria tiene que ser partícipe en los proyectos de desarrollo del país”, expresa al momento de resaltar la urgencia de restablecer las reglas para que la industria trabaje a plena capacidad.
La expectativa de Cappro es que el gobierno responda con políticas sostenibles, que permitan a las empresas operar sin cargas fiscales regresivas. Esto, afirman, no solo mejoraría la competitividad, sino que, según Iati, también incrementaría la recaudación tributaria.