La Paz, 19 dic (EFE).- Pesebres artesanales, ropa para el Niño Jesús, efigies de la sagrada familia, regalos y un sinfín de decoraciones, algunas hechas a mano y otras importadas, se venden en uno de los mercadillos callejeros más grandes de Bolivia dedicados a la Navidad donde, además, se conjugan la tradición y la modernidad.
Como todos los años, miles de artesanos y comerciantes tomaron el campo ferial del Parque Urbano Central (PUC) paceño desde fines de noviembre, donde instalaron quioscos para ofrecer a la población sus productos en la Feria de Navidad 2023, la más grande de La Paz.
El mercadillo suele estar más concurrido durante las noches, ya que muchas personas aprovechan al salir del trabajo para darse una vuelta por allí, ya sea solas o con sus familias, pues además de la venta de accesorios navideños y regalos, abunda la comida callejera y también hay algunos sectores con juegos.
El bullicio que se oye a lo lejos avisa que la feria está cerca, con una mezcla de risas, comerciantes ofreciendo sus productos a voz en cuello y el ruido de las luces navideñas musicales.
Aunque la feria permanecerá abierta hasta la fiesta de Reyes Magos, los feriantes que venden artículos para el belén o decoraciones navideñas saben que sus mejores oportunidades para la venta son los días previos a la Nochebuena.
Así que el esfuerzo es casi doble en los quioscos de efigies para el nacimiento, incluidos José y María, los tres reyes magos, algunos ángeles y pastorcillos, además de una variedad de animales, desde burros, vacas, ovejas y aves de corral, hasta otros más exóticos, como jirafas, monos, osos o llamas.
El protagonista es, por supuesto, el Niño Jesús, para quien hay una variedad de ropa y accesorios, entre ellas túnicas árabes, coronas, sandalias y vestimentas andinas como ponchos, lluch’us o gorros tejidos y ojotas, entre otros.
Las artesanas
La mayoría de las feriantes son mujeres, llamadas localmente «caseras», quienes se esmeran por atraer a los visitantes con alguna oferta interesante, y ahora con la novedad de que el cliente les pague mediante códigos QR.
Algunas trabajan en familia y otras emprenden solas, como Eusebia Chura Flores, una aimara próxima a cumplir 67 años que vende en la feria desde sus 7 años y que recuerda todos los lugares por donde pasó el mercadillo antes de llegar al PUC.
Chura tiene las manos teñidas de verde por el ‘ch’iji’ o césped falso para el nacimiento que tiene a la venta y que se elabora con la llamada ‘barba’, una especie de pasto café que se encuentra en cerros y árboles y se tiñe con colorantes.
«Este año sí hemos tenido un poco de conflictos con la ‘barbita’ porque no ha llovido y no ha crecido y aparte también ha habido incendios, se ha quemado», comentó Chura a EFE.
La mujer también hace grutas para el nacimiento con una estructura de metal que luego cubre con trozos de piedras planas que ella misma machuca, un trabajo que empieza desde la mitad del año para tener todo listo para la feria.
Chura percibe que la situación económica no está tan bien como en otros años, ya que «todo ha subido y no tiene presupuesto la gente» para comprar adornos navideños, por lo que decidió bajar los costos de sus grutas.
Las grutas más pequeñas cuestan 25 bolivianos (unos 4 dólares) y las más grandes solía venderlas a 250 bolivianos (36 dólares), pero ahora las ofrece a 200 (28 dólares).
También está Esther Bellido, a quien siempre le gustó la artesanía y desde hace siete años decidió vender en la feria sus adornos hechos de foamy o goma EVA y de fieltro.
Además de los tradicionales papanoeles, Grinch y renos, Bellido ofrece algunas decoraciones más contemporáneas, como Groot, personaje de la película «Guardianes de la Galaxia», o Flork, el popular dibujo de marioneta hecha de un calcetín, además de un teleférico de madera a escala que gira con ayuda de una manivela, hecho todo por ella misma.
Los deseos de esta mujer para estas festividades son «que cada año sea mejor siempre para todos económicamente» y que haya «salud y bienestar», dijo a EFE.
En medio de cajas apiladas de esferas para el árbol, está Verónica, una vendedora que participa en la feria desde que era «muy joven».
Verónica explicó a EFE que les costó mucho trabajo a los comerciantes «realzar» la feria desde su traslado al PUC hace unos 16 años, y que por ahora las ventas van dentro de lo previsto.
«Ojalá que todos tengan una Navidad buena, eso les deseo», afirmó.
Gina Baldivieso