La Paz, 1 dic (EFE).- Más de un millón de personas se han beneficiado con los distintos proyectos en salud, educación, desarrollo productivo y prevención de violencia, entre otros, desarrollados en Bolivia por la ONG española Ayuda en Acción en las tres décadas que lleva en este país.
«En conjunto en todos los años y los proyectos hemos alcanzado a alrededor de un millón de personas en todo el país», incluidos niños, adolescentes, familias, productores y adultos mayores, destacó en una entrevista con Efe la directora País de Ayuda en Acción, Isabel Cajías de la Vega.
En estos 30 años, la organización trabajó en siete de las nueve regiones bolivianas con estrategias de intervención de desarrollo integral en áreas como la salud, donde destacan sus proyectos en zonas rurales sobre todo en la región sureña de Chuquisaca para combatir el mal de Chagas.
La ONG apoyó en esa región con la entrega de laboratorios, insumos médicos y capacitación de personal, además de promover la mejora de viviendas con una pintura repelente de la vinchuca, el insecto que transporta al parásito tripanosoma cruzi, causante de la enfermedad.
Uno de los proyectos se desarrolló en dos distritos de Sucre, la capital de Chuquisaca y de Bolivia, una experiencia tan positiva que actualmente estos centros de salud son «referentes» en el tratamiento del mal de Chagas en el país, explicó Cajías.
Ayuda en Acción también trabaja en desarrollo productivo con apoyo a cadenas de valor como las de frutilla en los valles de la región oriental de Santa Cruz y durazno en Potosí y Chuquisaca, indicó.
Actualmente desarrollan proyectos de apicultura en el Chaco chuquisaqueño y de Tarija, y de cacao en la región amazónica de Beni.
Cajías recuerda especialmente los proyectos con los productores de frutilla en la localidad cruceña de Comarapa, que pasaron de tener pequeñas parcelas a estar capacitados sobre la producción y contar con su propia planta industrializadora para la elaboración de mermelada que se vende en mercados en Santa Cruz.
«Ese es un modelo que demuestra la sostenibilidad de nuestra intervención (…) Se ha generado la capacidad local para que ellos sigan adelante y no estén durante diez años cultivando sus frutillas y teniendo una economía de subsistencia, sino que se han vuelto emprendedores y esa capacidad les permite tener un ingreso que ha mejorado su calidad de vida», resaltó.
Otra experiencia «muy linda» fue el trabajo con las mujeres de la localidad de Sorata, en La Paz, que recibieron apoyo para la producción y comercialización de papa con tal éxito que ahora estas emprendedoras hacen análisis genético y venden semillas mejoradas a otras comunidades.
FOCO DE LA AYUDA
Según Cajías, los niños, adolescentes y jóvenes son el «foco de la organización», por lo que los proyectos se hacen pensando en ellos, pero con un enfoque integral para que salgan adelante junto a sus familias y comunidades.
La ONG comenzó con programas para la educación primaria en «lecto escritura», formación de docentes y equipamiento de unidades educativas, indicó.
Ahora se enfocan en la educación secundaria «técnico tecnológica productiva» para que los jóvenes sobre todo de las áreas rurales se formen y no tengan que migrar a las zonas urbanas para conseguir empleo.
«El desafío ahora es integrar esa educación técnica, tecnológica productiva con las cadenas de valor, generar oferta de trabajo, porque sacamos a jóvenes técnicamente bien educados, pero también apoyamos la demanda de trabajo», señaló Cajías.
Esto va de la mano con los planes de fortalecimiento de las cadenas productivas de la ONG que apunta al surgimiento de emprendedores que, a su vez, generen empleos sobre todo para mujeres y jóvenes, agregó.
Ayuda en Acción también ha trabajado en proyectos de derechos, prevención de violencia, cultura de paz, autonomía económica de las mujeres.
CLAVES Y RETOS
Para la ONG ha sido clave respetar «la necesidad y expectativas locales» en los lugares donde desarrollaron proyectos, con la premisa de que «Bolivia es multi y pluricultural y uno no puede ir con una receta predefinida a ningún lugar», explicó la directora.
Por ello, para proponer una intervención, se tiene primero una «etapa de relevamiento de necesidades» y un periodo donde se trabaja en la confianza mutua entre las comunidades y la ONG, además de respetar los «usos y costumbres» de cada sitio, indicó.
La intervención es de largo plazo, pues la ONG permanece en los municipios y comunidades por al menos diez años, pero con miras a que los programas se vuelvan sostenibles por sí mismos, agregó.
La pandemia de la covid-19 supuso un reto para la organización porque tuvo que ajustar sus esquemas de trabajo a la modalidad semipresencial, pero fue «una lección aprendida» que le permitió aprovechar los medios virtuales y «ser resilientes», destacó Cajías.
Gina Baldivieso