Buenos Aires, 11 feb (EFE).- Los argentinos, que hace 20 años abandonaron la convertibilidad «uno a uno» entre su moneda y el dólar estadounidense, viven pendientes de la cotización de esa divisa, responden con inventiva a las múltiples restricciones cambiarias y, literalmente, duermen sobre un colchón de billetes verdes atesorados como refugio ante las recurrentes crisis y la elevada inflación.
Es lo que los expertos denominan una economía «bimonetaria»: los ciudadanos efectúan sus gastos cotidianos en pesos argentinos, pero, lo que logren ahorrar, lo destinan a la compra de dólares y en esa moneda realizan, incluso, grandes transacciones, como la compra de una propiedad, y fijan los precios de muchos bienes y servicios de la economía.
«Argentina es un país bimonetario. Los actores económicos gastan en pesos y ahorran en dólares. Y esto es independiente del valor del dólar. El tema es la desconfianza en el peso y que como moneda no tiene el atributo de ser resguardo de valor», dijo a Efe Leonardo Piazza, director de la consultora LP Consulting.
Según el experto, el inicio de este fenómeno se remonta a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, cuando los argentinos comenzaron a comprar dólares para proteger sus ahorros ante la elevada inflación.
Vino luego la artificial paridad «uno a uno» entre el peso y el dólar, que rigió por casi una década hasta principios de 2002, cuando, en medio de la severa crisis económica, política y social desatada a finales de 2001, el Parlamento derogó la convertibilidad.
El 11 de febrero de 2002 el precio del dólar en Argentina volvió a ser determinado por la oferta y la demanda en la plaza cambiaria.
Desde entonces, la demanda de dólares ha ido en aumento, por momentos generando episodios de fuerte tensión financiera.
El peso, de equivaler a un dólar, actualmente -a la cotización en el mercado informal- vale poco menos de medio centavo de dólar.
De acuerdo con el Observatorio de Divisas que publica semanalmente el economista estadounidense Steve Hanke, de la Universidad Johns Hopkins, el peso argentino, con una depreciación del 64 % desde inicios de 2020, es la sexta moneda más devaluada del mundo en relación al dólar estadounidense, un ránking que lideran las monedas de Venezuela, Zimbabue, Líbano, Sudán y Siria.
LOCOS POR EL BILLETE VERDE
Cualquier ciudadano de a pie en Argentina está al tanto de las cotizaciones de la moneda estadounidense. Los medios de comunicación informan cada día los valores en lugar destacado.
Piazza observó que, fuera de Estados Unidos, Argentina es uno de los países que más billetes físicos de dólar atesora, en gran medida fuera del sistema.
«Los ahorros en dólares están en cuentas del exterior, atesorados en cajas de seguridad o guardados en los hogares bajo el colchón. Sea cual fuere el destino de los dólares, están fuera del circuito formal de la economía interna», señaló.
Según los últimos datos oficiales, los argentinos tienen fondos por fuera del sistema local -sea en cajas de seguridad, en sus casas o en cuentas en el exterior- que ascienden a 252.186 millones de dólares, lo que equivale a casi siete veces las actuales reservas monetarias del país.
En una economía desequilibrada y con un Banco Central con reservas cada vez más pobres, la creciente demanda de divisas ha llevado a las autoridades a imponer en los últimos años restricciones para el acceso a dólares en bancos y casas de cambio.
Esto ha hecho florecer el mercado informal y ha llevado a los inversores a idear mecanismos más sofisticados para hacerse de dólares a través de, por ejemplo, operaciones con bonos y acciones, dando lugar a múltiples cotizaciones -casi una decena- de la divisa estadounidense que prácticamente duplican al valor oficial.
DÉFICIT E INFLACIÓN
Para Piazza, el problema monetario de Argentina tiene su raíz en el déficit fiscal que arrastra desde hace 60 años.
«Este déficit fiscal ha sido financiado con emisión monetaria y con deuda pública, interna y externa. No es casualidad que Argentina acudió al Fondo Monetario Internacional con 21 operaciones en todos estos años, con muchos problemas de cese de pagos y crisis económicas muy graves, como la de 2001», indicó el experto.
La consecuencia de este escenario es la alta inflación «crónica y estructural» de Argentina.
«Argentina debe ordenar el Estado en forma integral, debe tener disciplina fiscal. Es la única manera para recuperar el valor del peso argentino y comenzar un proceso de la economía real que sea sostenible en el tiempo», señaló Piazza.