Buenos Aires, 6 may (EFE).- Argentina, uno de los mayores productores y exportadores agropecuarios del mundo, está asistiendo al nacimiento de criptomonedas respaldadas por «commodities» agrícolas como la soja o el azúcar, una novedad que promete dar ventajas a los productores rurales y generar una alternativa de inversión para locales y extranjeros.
La revolución en ciernes aprovecha el verdadero «boom» que están teniendo las criptomonedas en el país suramericano, con cada vez más inversores interesados en comprarlas y la aparición de nuevas plataformas de comercialización y de alternativas para utilizar monedas virtuales como medio de pago.
A este ola se ha sumado la reciente aparición de «criptos» con un sello bien argentino: monedas virtuales cuyo respaldo son activos físicos agrícolas en los que el país se distingue internacionalmente.
El «ORO VERDE» SE «TOKENIZA»
La soja -y sus derivados- es el «oro verde» de Argentina. Es una de las principales fuentes de ingresos del país y su producto «estrella» en los mercados internacionales.
Ahora también distinguirá a Argentina en el efervescente mundo de las monedas virtuales ya que una empresa argentina, Agrotoken, acaba de lanzar Soya, la primera «stablecoin» (criptomoneda estable) del mundo cuyo respaldo es una tonelada de soja por unidad.
«Agrotoken es una plataforma focalizada en ‘tokenizar’ commodities agrícolas. ‘Tokenizar» es convertir un activo físico en uno digital con el objetivo de darle liquidez en la transacción», explicó a Efe Fernanda Pascual, directora de Operaciones de Agrotoken.
Cada «criptosoja» se podrá comercializar en plataformas de monedas digitales, donde podrá ser comprada por cualquier inversor, o bien ser utilizada por un productor rural para, por ejemplo, adquirir insumos agrícolas.
La tonelada de soja que la respalda queda depositada en firmas acopiadoras y exportadoras con acuerdos con Agrotoken.
Pascual dijo que ya recibieron consultas de extranjeros interesados en invertir en la cotizada soja argentina a través de Soya, al tiempo que Agrotoken planea crear la versión brasileña de la «criptosoja» y una moneda virtual respaldada por maíz.
PLATA DULCE VIRTUAL
Sucoin, cuya comercialización virtual se lanzará de forma inminente, es la otra gran novedad del mercado y fue creada por la firma financiera Bitnoa, con sede en la norteña provincia argentina de Tucumán, la principal productora de caña de azúcar del país suramericano.
En este caso, cada «token» emitido está respaldado por una bolsa de azúcar de 50 kilos almacenada bajo custodia de Bitnoa.
La tenencia del «token» le da a su poseedor el derecho de reclamar el activo que lo respalda en cualquier momento como así también su venta a través del mercado de criptomonedas.
Al productor azucarero, Sucoin le da la posibilidad de almacenar gratuitamente bolsas de azúcar, a un inversor le permite mantener sus ahorros ligados a una cotización de mercado y a una industria productora de alimentos, por ejemplo, le habilita a disponer de azúcar en el momento en que lo necesite para sus procesos.
«Apuntamos a un público simple, gente común que en Argentina tiene la cultura de invertir en dólares o en el mercado inmobiliario y que hoy no sabe en qué invertir su dinero, ofreciéndole un activo que no es una simple criptomoneda, que muchas veces da más dudas que certezas, sino basado en un insumo de producción como el azúcar», dijo a Efe Marcos Ragone, dueño de Bitnoa.
Y TAMBIÉN VACAS Y VINO
Las novedosas experiencias de Soya y Sucoin vienen precedidas por otros «tokens» desarrollados en Argentina con respaldo en activos agrícolas, aunque en estos casos se trata de alternativas orientadas a proyectos productivos concretos.
Uno de ellos es BitCow, un «token» lanzado en 2020 por la firma OpenBit y respaldado en cada unidad por una vaca preñada, con una inversión inicial que se capitaliza de manera natural mediante el crecimiento de un rodeo real.
El otro ejemplo es el de la bodega Costaflores, en la provincia de Mendoza y propiedad del estadounidense Mike Barrow, que desde 2018 comercializa su producción de vinos orgánicos convirtiendo cada botella en un «token» que se compravende y se cotiza en una plataforma.