Chota (Perú), 4 jun (EFE).- Sin traje ni corbata, con sombrero «chotano» y un discurso descentralizado, Pedro Castillo encarna los valores humildes y campesinos de la zona andina del Perú, donde el candidato presidencial es aupado por maestros y agricultores, que ven en él una figura cercana y ajena a las élites limeñas.
«(Castillo) es pobre como nosotros, es una persona campesina. Él ha sufrido y ha vivido en carne propia como nosotros ahora estamos viviendo, trabajando con el sudor de nuestra frente», resumió a Efe la agricultora y vendedora de frutas Marcelina Condor.
«Y cuando gane nos va a apoyar», agregó la joven desde el mercado municipal de Chota, capital de la humilde provincia homónima del norte de los Andes peruanos, perteneciente a la región de Cajamarca.
Hijo de campesinos analfabetos, Castillo ha encauzado la ira popular contra un aparato estatal pervertido por el abandono del interior, la corrupción sistemática y el modelo económico de libre mercado, que durante décadas ha dominado Perú y no ha sido capaz de sepultar sus enormes desigualdades.
Con una ligera ventaja en las encuestas frente a la derechista Keiko Fujimori, su rival en las elecciones del domingo, el candidato de Perú Libre -el «partido del lápiz»- tiene su bastión en el mal llamado «Perú profundo», ensalzado por el voto izquierdista pero conservador social de una población rural y pobre, relegada durante décadas por las élites capitalinas.
LA VOZ RURAL ANDINA
Como rondero, agricultor, maestro de escuela rural y sindicalista, Castillo ha logrado captar votantes fervientes entre los sectores más representativos de la sierra peruana, principalmente el magisterio rural y las rondas campesinas.
Desde el distrito cajamarquino de Tacabamba, de donde es oriundo el candidato, el maestro Tomás Rolando aseguró a Efe que el postulante izquierdista es «el verdadero cambio que necesita la zona rural», sobre todo en materia de educación, salud y agricultura.
«(Los maestros rurales) vivimos lamentablemente desabastecidos en todos los sentidos y la esperanza en el profesor Pedro está centrada en que él ha vivido nuestras experiencias de sacrificio y esfuerzo para trabajar en las zonas más alejadas», manifestó Rolando, quien antes de la pandemia se levantaba a las 3.00 de la madrugada todos los días para evitar llegar tarde a la escuela.
El respaldo al paisano también es abrumador entre los campesinos de la región de Cajamarca, muchos de ellos ronderos, para quienes Castillo resulta una figura familiar, que luce como ellos el típico sombrero de paja y ala grande y acude a votar montado en una yegua.
Y, claro, lo ven lejos de los enjuagues de la lógica centralista que encarna la hija y heredera política del expresidente encarcelado Alberto Fujimori (1990-2000), quien creció rodeada de guardaespaldas en el palacio presidencial.
«Somos hinchas del lápiz porque queremos para la agricultura, pues esa la Keiko para la agricultura no ofrece nada», espetó a Efe el rondero Segundo, mientras labraba la tierra, sin soltar la pala de madera que sujetaban sus callosas manos.
Le faltó tiempo para añadir, insatisfecho: «Somos del lápiz porque del otro (Fuerza Popular) no tenemos que ver ná».
EL RECHAZO A UN MODELO
Para el sociólogo Pedro Sánchez, ese voto a Castillo revela a todas luces «el fracaso rotundo» de la reforma estructural que había iniciado el Perú en 2002 con el proceso de regionalización, impulsado durante el gobierno de Alejandro Toledo (2001-2006) para superar el excesivo centralismo de Lima.
El maestro representa «ese reclamo de las provincias, del interior», que rechaza «un modelo que todavía no ha llegado homogéneamente a todos los sectores del país», resumió a Efe el docente principal de la Universidad Nacional de Cajamarca.
En el mismo sentido se expresó el profesor de educación primaria Wilson Carranza, un vecino de Tacabamba
Carla Samon Ros