La Paz, 5 oct (EFE).- La pandemia de la COVID-19 ha significado para muchos bolivianos aprender a «reinventarse» y estar dispuestos a trabajar «de lo que sea»en un país que encara las elecciones con una crisis económica sin precedentes.
La necesidad, las obligaciones personales y familiares, y el desempleo que padecen desde hace meses marcan a muchos bolivianos más que los comicios generales del 18 de octubre.
Antes de la pandemia, Alexandra Encinas trabajaba limpiando la casa de una anciana por lo que percibía un sueldo mensual de unos 120 dólares, algo que le ayudaba a cubrir sus gastos y los de sus cuatro hijos, pero en marzo la despidieron porque su «jefa» contrajo COVID-19.
Alexandra relata a Efe que intentó conseguir otro trabajo limpiando o cocinando en otras casas, pero la mayoría la rechazaba porque debía trabajar acompañada de sus dos hijos más pequeños de 3 y 1 año. No tenía con quién dejarlos.
Ante el constante rechazo, la joven de 26 años decidió vender comida en una zona popular de La Paz, pero la idea no resultó ser tan buena porque habían pocos comensales y optó madrugar todos los días para vender refresco de linaza a los pocos transeúntes, con lo que «sobrevivió» unos cuatro meses haciendo «frescos».
Ahora hace gelatinas, las pone en una canasta y deambula por las calles cargada de su hijo, tomando la mano del otro pequeño y en la otra agarrando sus gelatinas. Por día gana menos de 10 dólares, que apenas le alcanzan para una comida para sus hijos y aún sigue en busca de cualquier otro trabajo para salir de este mal momento económico.
«De lo que sea, de lavar ropa, ir a limpiar casas, de lo que se presente, la cosa es ganar dinero», confiesa.
La economía boliviana cayó el 7,9 % de enero a julio de este año y el desempleo subió al 11,8 %, según el Instituto Nacional de Estadística del país, que atribuye estos datos a la cuarentena que desde finales de marzo a agosto estuvo vigente en Bolivia.
El país, que cerró el año pasado con desempleo del 4,8 % y que durante los últimos años de vanagloriaba de liderar el crecimiento económico y la lucha contra la pobreza en Sudamérica, prevé ahora cerrar el año con una recesión del 6,2 %.
LA VENTA DE BARBIJOS
Francisca, que prefirió no dar su apellido, explica a Efe que antes de la pandemia se dedicaba a vender ropa, pero en la cuarentena este rubro ya no era tan «solvente», por lo que decidió invertir su dinero para comprar elementos de bioseguridad como barbijos, alcohol en gel o envases para desinfectantes.
La mujer, que tiene a su cargo dos hijas, no paró ni un día y decidió reinventar su negocio. En medio de las restricciones para evitar contagios de COVID-19, salió a las calles para vender sus productos en una especie de carro con ruedas que le facilita el caminar por los barrios de la ciudad.
«Antes me daba vergüenza vender, yo que voy a salir a la calle, imposible, pero por mis hijas me he dado a la lucha, he dejado todo el miedo y ya me he tenido que enfrentar a todo», confiesa la vendedora.
Si bien asegura que no le afectó sobremanera la pandemia ni el cambio de rubro, en estos últimos meses ha tenido mucha «competencia», porque han ido apareciendo en las calles más personas que venden los mismos productos, muchos porque no encuentran trabajo.
UNA VALLA LLENA DE OPORTUNIDADES
En el centro paceño, cerca de una construcción que tiene el perímetro cubierto de vallas metálicas, se ha creado un lugar de encuentro muy concurrido por decenas de desempleados en busca de una oportunidad laboral.
En esas viejas vallas están pegados avisos y requerimientos de personal: desde pasteleros, ayudantes de cocina, personal de seguridad o niñeras, a publicistas, albañiles o abogados. Los interesados sacan fotos de los avisos, algunos anotan en un papel y otros van directamente a la oficina de Rodrigo Antezana, el dueño de este «emprendimiento», para que les pueda dar todos los datos sobre algún empleo, pagando cinco bolivianos, menos de un dólar.
Hacen fila en la puerta de su pequeña oficina, muchos son jóvenes sin experiencia en busca de ser contratados, pero también hay de la tercera edad que buscan un trabajo, sea lo que sea.
Antezana recibe al día al menos un centenar de personas que busca trabajo y orgulloso señala que diariamente puede «reinsertar» a por lo menos una veintena. En esta pandemia muchas personas le buscaron desesperadas por conseguir empleo, porque incluso algunos fueron desalojados de sus casas y vivían en la calle, relata a Efe.
El joven, de 22 años, también encontró una fuente de trabajo realizando este servicio, que le ayuda a pagar sus estudios en la universidad y el alquiler donde vive con sus abuelos.
Según el presidente de la Confederación de Micro y Pequeñas Empresas (Conamype), Néstor Conde, al menos 120.000 empresas formales e informales se han cerrado en el país durante la cuarentena y alrededor de 360.000 personas han perdido sus empleos.
Muchas empresas han tenido que cambiar de rubro y dedicarse a confeccionar trajes de bioseguridad, o han vendido sus maquinarias para subsistir, en sectores tan golpeados que deben «comenzar de cero».
El Gobierno interino de Jeanine Áñez dispuso varios fondos económicos por unos 2.228 millones de dólares para preservar unos tres millones de empleos y generar otros, pero no ha sido suficiente para amortiguar el impacto: las elecciones generales en Bolivia llegan en un contexto social en el que ya pesa más la crisis económica que el nuevo coronavirus.