La necesidad de requerir centros especializados en tratamientos de salud mental en Paraguay en los últimos años se ha acrecentado, sin embargo, muchas de las dolencias relacionadas con este tipo de enfermedades son minimizadas o desplazadas, lo que desemboca a la creación de una sociedad infeliz, ansiosa y con múltiples trastornos sin resolver.
Es importante destacar que la otra pandemia silenciosa que se vive en la actualidad es la del deterioro de la salud mental y es cada vez más una realidad para todo el mundo, debido a diversos factores y situaciones que ponen en constante límite la estabilidad emocional de las personas.
En el ramillete de factores que perjudican los estados de ánimo de las personas se encuentran las condiciones laborales que, de no ser atendidas, pueden llevar a un punto de quiebre mental o de saturación por la carga de trabajo excesiva, desafiando la folclórica frase de que el trabajo es salud.
De acuerdo con una investigación realizada por la economista Verónica Serafini, del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep), esta variable actúa de manera directa en algunos casos, pero en otros afecta a variables intermedias como la satisfacción laboral, la pobreza o el endeudamiento, según la evidencia existente.
Igualmente, resalta que en algunos casos el desempleo, la falta de contrato y los ingresos inestables también afectan de manera directa a las personas, generando estrés o ansiedad; mientras que, en otros casos, las malas condiciones laborales derivan en pobreza o sobreendeudamiento, lo que finalmente desemboca en problemas de salud mental.
En dicho estudio, Serafini detalla que Paraguay es uno de los países en peor situación de salud mental en la región. Pone como ejemplo el Índice de Vulnerabilidad de Salud Mental, en donde resalta que nuestro país presenta un puntaje de 0,28; empatando con Ecuador y Bolivia, y solo por detrás de Chile, Perú y Haití.
Cabe resaltar que dentro de este índice, 0 representa la menor vulnerabilidad y 1, la mayor vulnerabilidad. Muestra la puntuación media asignada a los países con base en una encuesta, considerando la incidencia de cinco problemas de salud mental sobre los encuestados en los treinta días anteriores a las entrevistas:
- Dificultad para dormir
- Ansiedad
- Nerviosismo o preocupación
- Actitudes agresivas o irritabilidad con otros miembros del hogar
- Conflictos o discusiones con personas fuera del hogar
- Sentimientos de soledad
Mujeres y hombres: ¿Quiénes son los más afectados?
Desagregando este índice por área y sexo, Serafini resalta que, en Paraguay, se evidencia que los problemas de salud mental mencionados tienen mayor incidencia en el área urbana, con un puntaje de 0,30 versus 0,24 en el área rural. Considerando el sexo, se observa que las mujeres de las áreas urbanas presentan mayor vulnerabilidad en su bienestar mental (0,33), contrastando con los hombres de las zonas rurales (0,15), quienes emergen como los menos afectados.
“Si se añade estatus laboral al análisis, los hombres desempleados lideran una amplia brecha en ambos extremos. Por un lado, los desempleados de las zonas urbanas alcanzan un preocupante puntaje de 0,37; por el otro, los desempleados de las áreas rurales registran un índice de 0,13”, resalta la economista.
Así mismo, especifica que ya en el 2017 la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social había alertado que una de cada cinco personas podría estar padeciendo síntomas derivados de problemas laborales.
Entre los principales factores, menciona las presiones demasiado fuertes en el ámbito laboral -ya sea carga excesiva de trabajo, horarios no razonables-, junto con hábitos no saludables -pocas horas de sueño, sedentarismo, mala alimentación-, que pueden repercutir negativamente en la persona.
“El vínculo entre el trabajo remunerado y la salud mental está suficientemente relevado a nivel internacional. Los estudios indican que entre las variables de mayor incidencia están el desempleo, los empleos irregulares o de baja calidad, mientras que la seguridad en un empleo es un factor protector. La pobreza y el endeudamiento son otras razones que aumentan la incidencia de los problemas relacionados con la salud mental”.
Verónica Serafini, economista de Cadep
La poca remuneración laboral
Si bien la carga de trabajo abundante, la precariedad, la autoexigencia y los malos jefes integran las dinámicas que aceleran el aumento de casos de depresión, estrés y ansiedad, existe otro factor determinante: la falta de dinero o el poco ingreso laboral.
En este sentido, Serafini comenta en su investigación que, en Paraguay, los ingresos laborales reales vienen reduciéndose en los últimos años, lo cual significa que está bajando la capacidad adquisitiva de los hogares paraguayos. Este hecho, según la economista, contrasta con la evolución del Producto Interno Bruto (PIB), que en este periodo verificó un aumento acumulado del 10,8% frente a una caída acumulada del ingreso laboral del 10,6%.
“El nivel de 2021 es similar al de 2010, lo cual representa un retroceso de una década. Los ingresos ya son bajos si se considera la enorme proporción de trabajadores/as que no logra con su trabajo llegar al salario mínimo equivalente a una canasta de bienes y servicios básicos”, señala.
Asimismo, detalla que casi el 70% no llega a este nivel, lo cual hace que una proporción importante de trabajadores y sus familias permanezcan en la pobreza, mientras que el 20% de los trabajadores están en situación de pobreza y la incidencia de la pobreza en la población total se estancó en alrededor del 26% luego de verificar una sistemática reducción durante una década.
Con respecto a la carga horaria, indica que existen sectores que sobrepasan las 48 horas semanales de trabajo, como es el caso de los comercios, restaurantes, industrias, hoteles, entre otros. Así también, para los hombres, hay sectores en que el promedio pueden superar las 50 horas semanales de trabajo.
En el caso de las mujeres, resalta que si bien presentan menos horas de trabajo remunerado en comparación con los hombres, las horas de trabajo no remunerado que realizan en sus hogares terminan acumulando más horas de trabajo (remunerado y no remunerado) que los hombres.
“Ellas ganan menos que los hombres, aunque trabajen la misma cantidad de horas y el 10% no cuenta con remuneración porque trabaja en un emprendimiento familiar (150.000 mujeres). En 2021, el 39,1% de los hogares tenía como jefa a una mujer”, especificó Serafini.
La informalidad y su penumbra
Es bien sabido que Paraguay cuenta con una alta tasa de informalidad laboral, llegando a superar el 50% del total y principalmente fue acrecentada con la pandemia del COVID-19. Esto desemboca en ingresos bajos y volátiles, sin protección en salud, jubilaciones, licencias ni otros beneficios que contribuyen a la calidad de vida.
“En esta situación de informalidad se encuentra, por ejemplo, el 99% de las trabajadoras domésticas (220.000 mujeres) y el 87% de los trabajadores de la construcción (240.000 hombres)”, reza parte del análisis de Cadep.
Esta baja o casi nula cobertura de salud hace que el trabajador no tenga acceso a un buen tratamiento médico para accidentes básicos y dificulta aun más tratar los problemas relacionados con la salud mental.
Además, costear un psicólogo o psiquiatra privado se encuentra fuera de la posibilidad de un amplio sector de la población, ya que las tarifas de las consultas suelen ser bastantes altas, por lo que hacer caso omiso a este tipo de enfermedades se vuelve una opción lastimosamente muy constante para la clase trabajadora.
“La precariedad de la vida generada por la inestabilidad económica y la baja calidad del trabajo genera miedos e incertidumbres en ámbitos que son esenciales para los seres humanos y, sobre todo, que están garantizados por los derechos constitucionalmente establecidos como son la seguridad social y el acceso a servicios de salud y educación”, manifiesta Serafini, en su investigación.