La Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FACEN) de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) registró apenas 19 ingresantes en el presente periodo 2022, del total de 321 plazas disponibles.
Carreras como Física, Geología, Ciencias Básicas, Matemática, Logística y Gestión de Transporte, y Radiología e Imagenología no tuvieron siquiera un estudiante que vaya a iniciar cursos en esta ocasión, mientras que para las demás disciplinas se logró el ingreso de 1 a 6 postulantes, como máximo, según publicó el diario Última Hora.
Esta ínfima cantidad de nuevos estudiantes que registró la FACEN despertó la preocupación y el debate en redes sociales, con usuarios que aprovecharon la oportunidad para recordar lo excluyente que es el proceso de ingreso a la universidad pública en nuestro país y otros que optaron por criticar a los jóvenes por preferir buscar ser influencer antes que profesionales universitarios.
El primer reclamo es de larga data y ampliamente conocido por quienes aspiramos alguna vez a una educación superior: estudiar en la UNA está al alcance solo de los jóvenes que han tenido el privilegio de seguir la primaria y la secundaria en un colegio privado de buen nivel, ya que la educación pública adolece de un deterioro que crece y torna casi imposible alcanzar la exigencia académica que impone un examen de ingreso a cualquiera de sus facultades.
Esta exclusión socioeconómica también se traduce en jóvenes que necesitan ya trabajar mientras están estudiando, actividades poco compatibles por los horarios y la energía que se deben dedicar a uno u otro menester.
El segundo punto de vista tiene un surgimiento más reciente, que deriva de la relevancia que incesantemente van adquiriendo las redes sociales, de la mano del desarrollo de las tecnologías.
La crítica se basa en el comportamiento de unos jóvenes que están más pendientes de cuántos likes ganan sus fotos que de la carrera universitaria que vayan a seguir: la remuneración que ofrecen las plataformas virtuales por contenido que atraiga a un público cuantioso se torna aún más atractiva ante las escasas oportunidades laborales que se presentan en formas de trabajo más tradicionales.
¿Qué postura tomamos, al analizar estos elementos?
Lejos de satanizar a las redes sociales y culparlas por el déficit que padecemos desde hace años en la actividad académica en nuestro país, deberíamos más bien explorar las oportunidades que ofrecen estas plataformas para la difusión de contenido científico a un público mucho más amplio y variado del que podríamos tener si nos limitáramos a los círculos de la interacción física.
Es cierto, YouTube y TikTok están llenos de personajes superficiales que poco pueden aportar a informarse sobre algo constructivo, pero también tienen entre sus figuras a profesionales que comparten su conocimiento en una forma amena y entretenida, con resultados muy auspiciosos.
En lugar de competir con las carreras universitarias en cuanto a la capacidad de atracción de la población joven, estos espacios virtuales pueden ser un campo de acción donde se lleve a la práctica lo que vamos aprendiendo.
El escaso acceso a la educación superior se debe a problemas estructurales que penosamente dependen poco de las preferencias que pueda tener una población joven que, al fin y al cabo, solo está buscando adaptarse a estos nuevos tiempos y sortear de alguna manera las inmensas dificultades que se presentan día a día.
La promoción de una orientación vocacional acertada y oportuna es una tarea ineludible que debe mejorarse tanto desde las instituciones de educación secundaria como desde las universidades, para que no sigamos viendo estos lamentables números de ingresantes y podamos dotarnos de los profesionales calificados que tanta falta hacen a nuestro país.