En la nueva edición de su revista de análisis sobre Economía y Sociedad, el Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep), aborda sobre el crecimiento económico que ha registrado nuestro país y los desafíos futuros para mejorar la calidad de vida de todos los paraguayos.
El análisis, realizado por Fernando Masi, director de Cadep, menciona que el año 2023 se ha presentado con un repunte importante del crecimiento económico que se ha reflejado automáticamente en un mayor dinamismo de las exportaciones, basado en la producción primaria agrícola y agroindustrial.
Agrega que, no obstante, a pesar de continuar con niveles adecuados de equilibrio macro, las finanzas públicas presentan cierto deterioro en cuanto al nivel del déficit fiscal y del endeudamiento público.
Sin embargo, advierte que una mejor economía no se agota en mantener ciertos niveles de crecimiento económico y de equilibrio de los indicadores macroeconómicos. Con ello no basta para mejorar la calidad de vida de un país.
Masi resalta que como en el período de la pre pandemia, la economía paraguaya vuelve a recuperar su nivel de crecimiento anual para el 2023; y lo vuelve a hacer de la mano de su producción agrícola e industrial agroalimentaria.
Todo ello en paralelo a un proceso de diversificación iniciado hace más de 10 años y que se refleja principalmente en el aumento de la producción y exportación de la manufactura no agroalimentaria.
Además, menciona que otro renglón de la economía paraguaya, ya convertido en tradicional, que ha tenido un crecimiento significativo en el 2023 es el del comercio de reexportación.
Afirma que, sin embargo, y fuera del período de la pandemia, la economía paraguaya ha demostrado otra característica, la de su volatilidad, fenómeno que responde justamente a su todavía importante dependencia del sector primario y agroalimentario.
“Tanto la frecuencia de eventos climáticos negativos como el hecho de la variación de los precios internacionales contribuyen a esta volatilidad que, últimamente, se ha manifestado en los años 2019 y 2022 con crecimiento cero. La volatilidad del crecimiento económico en Paraguay demuestra además una tendencia a la baja de este crecimiento cuando se observa su comportamiento desde el 2008 hasta el 2023”, asegura.
El economista añade que el crecimiento económico del Paraguay se da también en un contexto de productividad parcial, o donde solamente el sector de la agricultura mecanizada y la agroindustria demuestran niveles adecuados de productividad. No así el resto de la economía: mipymes urbanas, agricultura familiar campesina y sector informal urbano.
En esta línea, afirma que así, el crecimiento económico beneficia mayoritariamente a los sectores que concentran recursos e ingresos. “Por lo tanto, una distribución más equitativa de los beneficios en este contexto solamente es posible con un nivel de crecimiento mucho más elevado que el promedio de los últimos años”.
Los desafíos futuros
En otro momento, el economista en su análisis enfatiza en que una mejor economía no se agota en mantener ciertos niveles de crecimiento económico y de equilibrio de los indicadores macroeconómicos.
“Con ello no basta para mejorar la calidad de vida de un país o una población determinada. El hecho que un crecimiento anual de un 4 o 5% del PIB en el Paraguay no sea suficiente para mejorar los ingresos de la mayoría de la población hablan a las claras de las desigualdades de oportunidades y de la propiedad de los recursos”, enfatiza.
Masi dice que en un país de ingresos medios – como se lo califica al Paraguay en los organismos internacionales – con mayor equidad en la distribución de recursos e ingresos, este nivel de crecimiento del PIB tiene efectos significativos.
Por ello, añade que en el Paraguay, los niveles de crecimiento deben ser mucho más elevados para que el llamado “efecto derrame” tenga un impacto interesante sobre los niveles de pobreza y ayude a reducir la informalidad.
Estos mayores niveles de crecimiento económico implican inversiones privadas, nacionales y extranjeras, muy significativas y orientadas a incrementar el empleo de calidad. A pesar de dar un salto importante en el 2022, el flujo de inversión externa directa (IED) de los últimos años ha tenido una tendencia descendente.
Sin embargo, desde hace dos años se anuncian tres inversiones de apreciable volumen en los sectores de la industria papelera, de energía renovable (hidrógeno verde) y de biocombustible. Las mismas podrían tener un impacto importante en la economía y en la recaudación tributaria.
De todas maneras, la decisión final de invertir por parte del capital extranjero o nacional no solamente tiene en cuenta ventajas como bajas tasas impositivas o baja presión tributaria, sino también el nivel de calificación de la mano de obra, el estado de la infraestructura física y energética y la seguridad jurídica.
A esta última se ha agregado, en los últimos años, la seguridad física de personas y empresas, desde el momento en que el Paraguay se ha convertido en un hub de comercialización de productos ilícitos en la región.
Una mayor calificación de la mano de obra y una mejora importante de la infraestructura física y energética del país, dependen directamente del direccionamiento y del nivel de la inversión pública.
En los últimos años, ha crecido significativamente la inversión en infraestructura física, pero fondeada casi exclusivamente con el endeudamiento público, mientras que la inversión para el aprovechamiento hidroeléctrico no ha sido suficiente.
Si bien ha aumentado el nivel de inversión pública en educación y salud, la misma sigue siendo limitada para la mejora de la calidad de estos servicios.
Obstáculos para obtener el nivel necesario de inversión pública
El director de Cadep señala que existen obstáculos para obtener el nivel necesario de inversión pública en el Paraguay.
En primer lugar, la disponibilidad anual de los ingresos tributarios se reduce automáticamente en un 30% cuando se anteponen las obligaciones de la deuda pública y de la cobertura del déficit de las cajas fiscales. Con el peligro de que este porcentaje pueda elevarse en los próximos años si no se realizan las reformas pertinentes.
En segundo lugar, con los niveles de evasión tributaria actuales, la permanencia de las exenciones tributarias y sin pensar en una reforma tributaria que permita elevar los niveles de recaudación tributaria, no sigue siendo sostenible seguir utilizando el endeudamiento público como único instrumento para la inversión pública.
En tercer lugar, la reducción de los gastos “ineficientes” y la creación de una dirección autónoma de tributaciones no son condiciones suficientes para contribuir a elevar los ingresos tributarios y, por lo tanto, los niveles de la inversión pública.
“Si “vamos a estar mejor”, se necesita reducir las amplias brechas de oportunidades, recursos e ingresos que caracteriza a nuestra matriz productiva. Pero también se deberá reducir el costo país determinado por la escasa calificación de la mano de obra, las limitaciones de inversión en infraestructura y el creciente nivel de actividades delictivas, para atraer más inversión. Con un Estado mínimo ello no es posible”, concluye.