La llegada de los comicios constituye siempre una oportunidad para que la industria publicitaria destine su creatividad a la construcción de campañas de difusión de propuestas e ideas, de modo que la ciudadanía cuente con elementos suficientes para elegir de la mejor manera posible a las personas que se encargarán de administrar la cosa pública.
Sin embargo, las campañas electorales en nuestro país pocas veces se destacaron por promover este debate en torno a los planes de gobierno que presentan los candidatos, sino más bien repiten las mismas fórmulas que llevan hasta a la polución visual y sonora, con gigantografías que nos imponen los rostros de figuras políticas ya muchas veces impresentables y jingles carentes de contenido que invaden nuestros barrios.
Este déficit de creatividad, que padecen varias de las precandidaturas a concejales e intendentes de las distintas localidades del país, molesta aún más en los actuales tiempos en que la ciudadanía lucha por sobrevivir a la pandemia de COVID-19.
La falta de vacunas, las constantes noticias de seres queridos que pierden la vida debido a que no lograron recibir una atención adecuada en alguno de los saturados hospitales de nuestra red sanitaria, la incertidumbre respecto a cuándo se podrá volver a una actividad económica plena y el temor a ser una de las siguientes víctimas del coronavirus nos generan poca o nula predisposición para soportar el ruido de aspirantes a cargos electorales que sabemos muy bien que luego de obtener nuestro voto, probablemente se olvidarán de nuestra existencia.
Un ejemplo del repudio que despiertan las campañas poco interesadas en las necesidades y la situación real de la gente se dio con las recientes movilizaciones proselitistas que optaron por la tradicional y gastada práctica de mostrar su capacidad de convocatoria de electores a través de eventos de concentración de simpatizantes.
Estos eventos, que ya pueden ingresar al rango de una descomunal torpeza que atenta contra la seguridad del país, evidenciaron esa desconexión que tan frecuentemente tiene la clase política de los problemas que aquejan a la sociedad, y que nos lleva a confiar cada vez menos en este importante proceso para la consolidación de nuestra democracia.
Los precandidatos desaprovechan así una magnífica oportunidad para explorar nuevas formas de acercamiento a los electores.
Los frentes de acción ni siquiera necesitan de una investigación profunda: movidas mínimamente empáticas como la ayuda para el traslado de personas a los centros de vacunación y el apoyo a campañas de comunicación sobre la importancia de recibir la inmunización pudieron haber dejado bien paradas a las distintas propuestas electorales y sembrado la idea de que quizás pueden convertirse en parte de la solución, en lugar de traer más problemas.
Pero la carrera por los cargos municipales continúa: luego de las internas de este 20 de junio llegarán las elecciones municipales, el 10 de octubre. La torpeza en que incurrieron las precandidaturas que no pudieron responder a la situación del país puede capitalizarse como una lección aprendida y empezar de una vez por todas a planificar campañas de difusión de propuestas políticas que aporten a avanzar hacia un mejor vivir.