Por Antonio Trinidad – Investigador
El capital humano puede ser definido como el conjunto de conocimientos acumulados por parte de una persona mediante el aprendizaje y la educación. Suele ser medido como los años de educación formal de la población económicamente activa de un país.
Esta medida es asociada con los niveles de capacidad y destreza que puede poseer una persona para aumentar la productividad y los valores de ciertos bienes y servicios en una economía, así como la contribución para la elaboración de productos innovadores.
A partir del 2018, el Banco Mundial implementó el uso del Índice de Capital Humano como una métrica entre países que mide el capital humano que un niño nacido hoy puede esperar alcanzar antes de cumplir 18 años, dados los riesgos de mala salud y mala educación que prevalecen en su país.
De acuerdo con el último análisis realizado por el Banco Mundial en su informe del 2020, la pandemia de la COVID-19 dejó importantes secuelas sobre todo en materia de educación. Esto se debe a que, sobre todo en los países en vías de desarrollo, se agudizó la desigualdad, trayendo consigo que millones de niños dejen de asistir a una institución educativa por la falta de recursos económicos y tecnológicos. Dichas secuelas pueden ser visualizadas como un retroceso a las políticas que buscan una mayor inserción escolar.
Proyecto de capital humano
En el informe realizado por el Banco Mundial, denominado “Proyecto de Capital Humano”, se hace énfasis en cómo las inversiones en capital humano se han vuelto más y más importantes a medida que la naturaleza del trabajo ha ido evolucionando en respuesta al rápido cambio tecnológico.
Los mercados demandan cada vez más mano de obra calificada, es decir, con un alto capital humano qué ofrecer, ya que esto luego se transforma en mayores niveles de productividad y, por ende, mayores beneficios para la empresa o institución.
Un ejemplo se da en varios de los países desarrollados, en donde los trabajadores que son capaces de realizar labores analíticas no rutinarias ganan casi un 25% más que quienes no pueden hacerlo.
Cómo es de esperarse, la formación de capital humano requiere de una correcta aplicación de políticas públicas enfocadas a la educación y la salud, así como también del fortalecimiento de las instituciones públicas ya que unas instituciones sólidas podrán garantizar el correcto uso de los recursos destinados a este fin.
Diversas argumentaciones y estudios señalan que un año adicional de escolarización de las personas suele generarles mayores ingresos. Estos beneficios son considerables en los países de ingreso bajo e ingreso mediano, sobre todo en el caso de las mujeres.
Sin embargo, lo que los niños aprenden es más importante que el tiempo que permanecen en la escuela. En Estados Unidos, el reemplazo de un mal profesor en un curso de la escuela primaria por uno de calidad promedio eleva en USD 250.000 el ingreso combinado durante toda la vida de los alumnos de ese curso.
Una visión de nuestro país
En Paraguay, así como en varios países de América Latina, la inversión en educación se ha traducido, en los últimos veinte años, en una expansión del acceso a niveles educativos, pero que aún no han alcanzado la globalización (nivel inicial, medio y terciario).
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el promedio de años de estudio de la población de 10 años y más de edad es de solo 9,1 años, hasta el 2021, y tomando en cuenta los últimos diez años, el tiempo de estudio en promedio de la población aumentó en un año, niveles muy bajos en comparación con países vecinos.
En un estudio realizado por el Centro de Investigaciones Económicas (CINVE) se muestra que existe un salto significativo en los niveles de generación de ingresos para las personas que cursan por lo menos la educación terciaria. Los salarios de estos son casi el triple de los presentan un nivel de estudios hasta la primaria y el doble de los que estudian hasta la secundaria.
Otra de las regularidades observadas en el mercado de trabajo es que las personas que tienen mayor nivel educativo se insertan a empleos de mejor calidad y se ven poco afectadas por el desempleo.
Así también, las personas con mayores niveles de educación e ingreso tienden a pertenecer al sector formal de la economía; mientras que, según el estudio, un 80% de las personas con bajo nivel educativo es propenso a pertenecer al sector informal.
En nuestro país, según datos del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTESS), la tasa de informalidad alcanzó su punto máximo en el año 2020, con un 64,5%; mientras que en la última revisión, al primer trimestre del 2022, se tiene que la tasa de informalidad es del 66,3%, lo cual muestra una variación casi nula en los últimos dos años.
Estos datos nos indican que aún queda camino por recorrer y que las políticas implementadas deben ser integrales de manera a que los beneficios puedan ser vistos en todos los ámbitos de una sociedad y su economía.
En Paraguay, actualmente, según el último estudio del Índice de Capital Humano del Banco Mundial, un paraguayo que nace hoy, con las mismas condiciones de salud, educación e índice de gobernanza, en los próximos 18 años logrará adquirir el conocimiento necesario para producir tan solo el 53% de lo que hubiese producido con óptimos niveles de salud, educación y gobernanza.
Esto quiere decir que la mano de obra de nuestro país produce alrededor de la mitad de lo que debería de producir. Este índice representa uno de los índices más bajos de la región.
Razones por las que los gobiernos deberían de intervenir
A menudo, las personas y las familias no cuentan con los recursos necesarios para adquirir capital humano por sí mismos, no cuentan con la suficiente información disponible de los beneficios que esto podría traer para su futuro, se ven limitadas dentro de la sociedad en la que viven, o simplemente no cuentan con los recursos económicos necesarios para brindar una mejor salud y educación a sus hijos.
En estos casos, la intervención del gobierno juega un papel preponderante. En los países de ingreso bajo e ingreso mediano, los programas de transferencias monetarias han mejorado la salud y la educación de millones de niños, incluso cuando solo han subvencionado en parte el costo de la educación, pero estos resultados solo serán vistos en gobiernos con instituciones sólidas que busquen el bienestar común antes que los beneficios propios.
Nuestro país actualmente experimenta un bono demográfico importante, por lo que el papel de los gobiernos es de vital importancia, de manera que esto se vea reflejado también en un crecimiento sostenido de la economía, así como también en altas tasas de inversión privada y un aumento de la calidad de vida futura de los habitantes.