Quito, 30 may (EFE).- Enclavada en el corazón andino de Ecuador, rodeada de cascadas y luminosos miradores, custodiada por un volcán y acostumbrada a «vender felicidad» con paseos y aventura, la ciudad de Baños de Agua Santa endulza a sus visitantes con una «Fábrica Mágica», que busca acabar con la «injusticia» de la industria chocolatera al transformar en chocolate un cacao cultivado con una técnica ancestral y ecológica.
Ese método de cultivo se llama Chakra Amazónica, un modelo de uso sostenible de la tierra donde las familias manejan los espacios productivos de sus fincas bajo un enfoque orgánico y biodiverso, que ofrece cohesión social, seguridad alimentaria, el mantenimiento de valores culturales y de un paisaje megadiverso.
En la Chakra (huerto) del Tena se cultiva el cacao fino de aroma que la Fábrica Mágica de Chocolate de Baños de Agua Santa compra a la cooperativa Kallari, una organización comunitaria conformada por pequeños productores de la nacionalidad indígena kichwa, que habitan en la provincia amazónica de Napo.
Kallari, que beneficia a más de un millar de familias directa e indirectamente, compra al pequeño productor a 135 dólares el quintal de cacao, 30 dólares más que comerciantes locales, pero la «Fábrica Mágica» paga 190 dólares, comentó a EFE Bladimir Dahua, administrador de Kallari, al hablar de «precio justo».
«Al pagar un mejor precio, aportamos a la subsistencia de la cadena de producción de este cacao orgánico de Chakra, manejado por mujeres indígenas amazónicas», dijo a EFE Guido Calderón, director del Grupo Monteselva, al que pertenece la Fábrica Mágica de Chocolate.
El dinero adicional permite a Kallari brindar asesorías técnicas, capacitación, herramientas de trabajo e insumos para mejorar las condiciones de vida y el empleo de pequeños productores.
Catherine Cerda, socia de Kallari, comentó a EFE que también ofrecen talleres de liderazgo para mujeres, que transfieren los saberes ancestrales a través de la Chakra, donde se cultiva el cacao junto con especies maderables, frutícolas, medicinales, artesanales, comestibles y ornamentales.
«Esto genera unas características únicas que sólo puede producir la Chakra porque, por su debilidad, el cacao de monocultivo intensivo es fumigado constantemente con avioneta», anotó Calderón, al señalar que este modelo ha elevado el ingreso de pequeños productores y ha evitado la tala de selva o la caza de animales silvestres.
UNA VITRINA DE MARCA
Embarcado en el proceso de trazabilidad, que ofrece información de su cadena de producción sostenible y libre de deforestación, como lo exige la Unión Europea (UE), entre los clientes de Kallari hay grandes productores de chocolate, señala Dahua, pero la Fábrica Mágica mantiene su marca visible y «eso no lo hace cualquiera».
Cerda destacó que «gracias a la Fábrica se da a conocer a muchos turistas locales y extranjeros» el proceso de siembra y saberes ancestrales, información adquirida tras varias visitas a las zonas de producción donde Calderón vio la «alegría de vivir en la selva», lo que quiso compartir en sus instalaciones.
Los visitantes que llegan a la Fábrica Mágica conocen el origen de la materia prima, quiénes la producen y en qué condiciones, lo que da más valor a un producto que, cultivado a 600 metros de altura, no es amargo. Gracias a ello, producen «chocolates con un altísimo porcentaje de cacao y un pequeñísimo porcentaje de azúcar».
LA RUTA DEL CHOCOLATE
Una parte integral de este proyecto es crear la ruta del chocolate desde Baños – el principal destino de los Andes para aventura, descanso y diversión en Ecuador- hasta el Tena, dijo Calderón al apuntar que ya han capacitado a docenas de productores de cacao.
«Les estamos enseñando el proceso para elaborar chocolate y tratar, algún día, de salir de esta injusticia» de ser exportadores «del mejor cacao del mundo» e importadores de chocolates.
«(Los suizos) tienen millones de vacas y exportan queso. Nosotros tenemos miles de hectáreas de cacao y exportamos cacao, no chocolate», remarcó al recordar que algunos productores han llorado de emoción al ver su materia prima convertida en chocolates, helados y pasteles en la Fábrica Mágica, un lugar turístico donde las risas y el corretear de los niños visitantes se mezclan con el dulce aroma y sabor del chocolate.
En general, en «Baños de Agua Santa vendemos felicidad», dice Calderón para definir la magia de una ciudad de miradores y aguas termales en la que los duendes son parte de su cultura y donde hay bosques encantados, el diablo tiene un pailón y la luna posa suspendida en una colina para ser inmortalizada en las fotos de los turistas.
Susana Madera