São Paulo, 24 ago (EFE).- Tener a Cracolandia por vecino no es bueno para los negocios. Decenas de tiendas del barrio de Santa Ifigenia, en São Paulo, han cerrado y las ventas de las que resisten han caído a la mitad, debido a la proximidad del mayor mercado a cielo abierto de drogas de Brasil.
Hartos de la situación, los comerciantes han empezado a movilizarse para pedir el traslado de los drogodependientes a otra zona, una petición criticada por organizaciones sociales y a la que se resisten las autoridades.
«Basta de inseguridad en nuestro barrio», denuncian en grandes letras rojas los carteles colgados en la entrada de varias tiendas.
Roberto Cheda, comerciante de aparatos electrónicos, lleva en Santa Ifigenia desde 1975 y nunca había visto tantas persianas cerradas como ahora. Ni siquiera en plena pandemia estuvieron tan mal.
Las ventas de Cheda han caído un 60 % desde que alrededor de 1.200 usuarios de droga se trasladaron a un par de cuadras de su tienda el año pasado.
De vez en cuando, se ve pasar frente al local a personas tapadas con mantas y con bolsas de plástico a la espalda en dirección a Cracolandia (un juego de palabras con «crack»).
En la galería de tiendas donde Cheda trabaja casi la mitad de los puestos de venta están vacíos. Él los ha llenado de altavoces y aparatos diversos para dar mejor impresión.
«Tengo 71 años y me tocaría jubilarme, pero no puedo hacerlo en esta situación», afirma en su tienda, donde los empleados aguardan pacientemente el ingreso de algún cliente.
Aunque hay un auto policial en la esquina, un portero del barrio fue asesinado la semana pasada, horas después de que los agentes trataran de dispersar a los drogodependientes con balas de goma.
«La calle está tranquila ahora, pero la mala imagen del barrio asusta a los clientes», afirma Cheda, quien junto a otros comerciantes paga a un grupo de expolicías para patrullar la calle.
Un despacho de abogados que administra 231 tiendas en cinco galerías recibe cada semana avisos de cierres. El 32 % de los locales están vacíos – en una galería supera el 50 %-, y han tenido que reducir los alquileres a la mitad. Aun así, se siguen marchando.
«Este fue el último», dice la abogada Roberta Ruiz, apuntando a una tienda vacía. Al comerciante le ofrecieron un descuento, pero él dijo que era mejor ahorrarse el alquiler y vender por Internet.
EL DIFÍCIL TRASLADO DE CRACOLANDIA
Frente a esta situación, algunos comerciantes han creado la Asociación Unión Santa Ifigenia, desde la que organizaron una manifestación la semana pasada al grito de «Socorro».
El presidente de la asociación, Fabio Zorzo, de 44 años, tiene miedo de perder la inversión que hizo en 2020, cuando compró un edificio de dos plantas para abrir una tienda de tecnología.
Tras la pandemia, las ventas empezaron a recuperarse hasta que Cracolandia llamó a la puerta. De los 20.000 clientes que querría atraer por mes, calcula que recibe menos de una cuarta parte.
«Saco ofertas de empleo y no hay interesados por miedo al barrio», explica.
Pese a todo, él cree que Santa Ifigenia podría ser una Óscar Freire, la calle que concentra las tiendas de lujo de la ciudad, si recibiera más apoyo de las autoridades.
«Con el dinero que gasto en seguridad podría contratar a 10 empleados», afirma.
Además de un aumento de la presencia policial para detener a los traficantes, el Ayuntamiento anunció hace poco una exención en el impuesto sobre el predial, una medida que los comerciantes aplauden pero consideran insuficiente.
El Gobierno del estado de São Paulo, a su vez, propuso trasladar a los usuarios a una zona menos comercial, pero dio marcha atrás ante la resistencia de los vecinos del otro barrio.
Por otro lado, el Supremo Tribunal Federal acaba de prohibir el traslado forzoso de personas sin hogar por considerar que viola sus derechos humanos, lo que obstaculiza la solución preferida por los comerciantes.
«¿No es más humano internarlos que dejarlos vivir en condiciones subhumanas?», lanza Cheda.
Zorzo se muestra dispuesto a ofrecer trabajo a antiguos drogadictos rehabilitados, pero insiste en la necesidad de sacar a Cracolandia de Santa Ifigenia: «Si fuera necesario, vamos a seguir manifestándonos».
Jon Martín Cullell