São Paulo, 18 oct (EFE).- La disminución del caudal del río Amazonas y sus afluentes a mínimos históricos amenaza con paralizar la navegación en Manaos, epicentro comercial de la Amazonia brasileña, y crear problemas de abastecimiento.
En medio de una de las peores sequías que se recuerdan en la región, los viajes de ocho grandes navíos cargueros con origen o destino en el puerto de Manaos han sido cancelados en la última semana porque no es seguro navegar con tan poca agua, según fuentes del sector.
El río Negro, el afluente del Amazonas que baña Manaos y su puerto, registró este martes su menor nivel desde que empezó el monitoreo en 1902, 13,5 metros.
Empresas citadas por la Asociación Brasileña de Armadores de Cabotaje (Abac) calculan que la sequía puede impedir transportar el 50 % de las mercancías y, «en el peor escenario», imposibilitar enteramente la navegación en la región.
«No hay condiciones para operar navíos de más de siete metros de calado y estamos rechazando nuevos pedidos de transporte», explica a EFE el vicepresidente de la asociación, Luis Resano.
En circunstancias normales, entre 20 y 25 grandes barcos llegan cada mes desde otros puertos brasileños a Manaos, una ciudad de dos millones de habitantes que recibe y envía gran parte de sus mercancías a través del Amazonas.
Los seis embarcaderos cercanos a la ciudad, cuyo primer puerto se empezó a construir en 1902 en pleno auge del caucho, vieron pasar 1,9 millones de toneladas de mercancías de enero a agosto de este año, un 46 % menos que en el mismo periodo de 2022, según datos de la Agencia Nacional de Transportes Acuáticos.
En agosto, cuando ya se empezaba a sentir el impacto de la sequía, se transportó un 68 % menos que un año atrás.
El puerto de Manaos carga electrodomésticos y motocicletas, de las que la ciudad es la principal productora nacional, y recibe alimentos y combustible.
“Vamos a quedar desabastecidos de alimentos y tampoco vamos a poder enviar los productos acabados”, apunta el empresario Antônio Silva, presidente de la Federación de las Industrias del Estado del Amazonas.
Al inicio de la sequía, las compañías fluviales aligeraron los navíos, cargándolos con 2.500 contenedores en vez de los 3.000 habituales, para que pudieran pasar.
Sin embargo, la situación se ha agravado desde entonces y en la confluencia del río Madeira con el Amazonas, más abajo de Manaos, los bancos de arena ya impiden el paso de grandes barcos.
Soluciones a largo plazo: drenajes y carreteras
Para sortear los obstáculos, los suministros más urgentes están siendo transportados por medio de balsas de menor tamaño pero que no tienen capacidad para más de 100 contenedores y tardan diez días en llegar al puerto amazónico, frente a los tres o cuatro de los navíos grandes, según la Abac.
El resto de mercancías están paradas en Manaos o en otros puertos fluviales o de la costa atlántica a la espera de que suba el nivel del Amazonas, que ya deja ver extensiones de arena allí donde antes había río.
En octubre, el caudal del río Negro ha disminuido a razón de 13 centímetros diarios.
“Si continúa así, ni las balsas van a poder pasar”, advierte Resano, quien asegura que la situación no es una «sorpresa» para ellos y que llevan dos años avisando sobre este peligro.
Aunque el ritmo de la disminución del caudal se ha ralentizado en las últimas semanas, existe el temor de que esta situación se repita año tras año con el cambio climático, que ha agravado la duración e intensidad de la temporada seca.
El Gobierno ha prometido destinar 138 millones de reales (unos 27 millones de dólares) en trabajos inmediatos de drenaje de los ríos Madeira y Amazonas para mejorar la navegación.
Más allá de la emergencia actual, Silva pide que se haga el drenaje “constantemente” para anticiparse al problema y que se invierta, además, en la única carretera que une Manaos con el sureste del país, donde se concentran los grandes centros urbanos.
Hace unas décadas, dice el empresario, los camiones transportaban mercancías de São Paulo a Manaos por esa carretera en unos cinco días, mientras que ahora no baja de 20 días debido a las malas condiciones de la pista.
“Es una situación caótica”, resume Silva.
Jon Martín Cullell