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22 de noviembre de 2024

Ambientalista Valcléia Solidade: «Hubo sequías en la Amazonía pero ninguna como esta»

São Paulo, 21 oct (EFE).- La ambientalista Valcléia Solidade alerta en una entrevista con EFE sobre la situación «crítica» de las comunidades rurales que viven en la Amazonía brasileña por la histórica sequía que vive la región, y reclama inversiones públicas para evitar la emigración de sus habitantes.

«Tuvimos sequías en 2010 y 2014, pero nunca las comunidades habían quedado totalmente aisladas como en esta», dice una de las responsables de la Fundación Amazonía Sustentable (FAS), quien este jueves participó en la primera edición del Foro Latinoamericano de Economía Verde, organizado por la Agencia EFE en São Paulo.

Alrededor del 75 % de las casi 600 comunidades que atiende la FAS, una de las mayores ONG de la región, tiene problemas de comunicación por la disminución del caudal de los ríos, según Solidade, con 28 años de experiencia en proyectos en la zona.

El viaje hasta muchas aldeas se ha vuelto prácticamente imposible, con el río Negro (un gran afluente del Amazonas) en su menor nivel desde que empezaron los registros en 1902, debido a una combinación de altas temperaturas y escasez de lluvias vinculada al fenómeno de El Niño.

«Comunidades muy distantes están sin conseguir abastecerse de nada: alimentos, agua, combustible para desplazarse en las lanchas o colocar en el generador de energía. Las aulas también están cerradas», dice.

Además, la muerte masiva de peces, entre los cuales más de 150 delfines de dos especies en peligro de extinción, ha empeorado la calidad del agua de una región que ya de por sí sufre de escasez de agua potable.

«No hay agua ni para tomar un baño. En algunas partes del río se ha vuelto insalubre y las personas han empezado a tener problemas de escozor en la piel», advierte.

El Gobierno de Brasil ha anunciado apoyos para drenar los ríos y facilitar la navegación, así como el envío de ayuda humanitaria a las comunidades afectadas.

Sin embargo, Solidade dice que los anuncios son «acciones paliativas que no van a resolver de fondo la situación» y pide ir más allá, con inversiones a largo plazo en saneamiento básico y capital humano.

Si no se hace, es «probable» que habitantes de las comunidades que hoy están aisladas por la sequía acaben emigrando en un futuro hacia las ciudades «para no vivir otra vez esta experiencia», avisa.

Pesca y turismo en vez de extracción de oro

La sequía golpea la Amazonía justo cuando el Gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha logrado que la deforestación caiga un 42 % en el primer semestre, después de años de subidas con el exmandatario Jair Bolsonaro (2019-2022).

Al mismo tiempo, Lula ha sido crítico con una visión que él atribuye a la comunidad internacional y que considera la Amazonía como un «santuario natural» donde las poblaciones locales apenas cuentan.

En la misma línea, Solidade dice que muchas personas, incluso dentro de Brasil, piensan que la Amazonía «solo tiene animales y árboles», cuando hay poblaciones que necesitan oportunidades de trabajo para salir adelante.

Es la falta de perspectivas, precisamente, la que lleva a algunas personas a dedicarse a la minería ilegal que prolifera en el mayor bosque tropical del mundo.

Solidade cita el caso de una comunidad que pasó de pescar pirarucú, el pez de mayor tamaño de la Amazonía, a trabajar en minas ilegales de oro porque era «más rentable».

El kilo de pirarucú se vende a 13,5 reales (unos 2,7 dólares), mientras que se gana más de 100 reales por un gramo de oro, calcula la ambientalista.

«Lo que se necesita es invertir en formación para que las personas puedan trabajar. No solo es extractivismo; también hay pesca, una biodiversidad muy grande para el desarrollo de fármacos, y tenemos varios ejemplos de personas que dejaron actividades destructivas para dedicarse al turismo comunitario», explica.

La FAS asegura que la deforestación ha caído un 12 % en las áreas donde tiene proyectos de bioeconomía, un ejemplo de que la receta funciona.

«No es Leonardo Di Caprio (actor y activista) quien va a salvar la Amazonía. Quienes tenemos que salvarla somos los propios brasileños. Como sociedad, tenemos que reclamar de nuestros representantes acciones que resuelvan el problema”, zanja Solidade.

Jon Martín Cullell

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