San Juan de Nepomuceno (Colombia), 9 dic (EFE).- Berta Romero posa orgullosa con su nuevo título. Es una cartulina blanca con el logo del Gobierno colombiano, pero que le certifica en cuidados, en reconocimiento a una labor imprescindible en cualquier país pero también invisibilizada, especialmente en zonas rurales.
Con las mejores galas, flores y lazos en el pelo y vestidos vaporosos, varias filas de mujeres se preparan en un salón de eventos de San Juan de Nepomuceno, en el corazón de los Montes de María, en la costa Caribe colombiana, para recibir estos certificados que fueron otorgados este sábado.
Han asistido en septiembre y octubre a un proyecto piloto del Sistema Nacional de Cuidados (SNC), en el que un gigantesco bus rosa, convertido en aula, ha recorrido tres municipios para dar varios servicios, entre ellos, un curso del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) de ‘Prácticas de cuidado y autocuidado para personas con discapacidad y sus cuidadores’, del que Berta se acaba de certificar.
«En el primer ciclo, que fue en septiembre y octubre, logramos certificar en diferentes servicios de la Ruta del Cuidado a 406 personas y estamos buscando certificar a más de 1.000 personas en este primer proyecto piloto», explica a EFE la gerente del SNC, Natalia Moreno.
Reconocimiento a los cuidados
Se trata de «que todos vean que cuidar no solamente es un deber femenino sino que también es un trabajo que como Estado reconocemos y que vamos a profesionalizar», explica la gerente.
Como Berta, que cuidaba hasta septiembre de su suegra, adulta mayor discapacitada, muchas de estas mujeres llevan años ocupando todo su tiempo asistiendo a personas con discapacidad cercanas, en labores no remuneradas.
En Colombia, las mujeres dedican en promedio 7 horas y 44 minutos a trabajos no remunerados, más que a trabajos remunerados y más del doble que los hombres, a tareas del hogar dedican apenas 3 horas y 6 minutos.
En zonas rurales como esta, la brecha es mayor. La mayoría de mujeres dedican hasta ocho horas y media a labores no retribuidas.
Como lo ha resumido la viceministra de Poblaciones Excluidas, Luz Marina Múnera: «Nosotras las cuidadoras y cuidadores garantizamos que este país se mueva».
Estas mujeres lograron acudir a clases donde les enseñaron desde cómo bañar a una persona con movilidad reducida, a cómo cambiar un pañal a un adulto mayor y cuáles son sus derechos.
Este autobús, que también ofrecía cursos culturales y asistencia psicosocial, ha sido una especie de desahogo para estas mujeres y algunos hombres.
Nuevas oportunidades
Bernardine Arnedo aún está tomando las clases y se encuentra feliz: «Todavía no me he graduado y ya me han ofrecido trabajo para irme para Bogotá para cuidar enfermos».
Arnedo tiene una larga experiencia cuidando enfermos como su madre, que falleció de cáncer hace 5 años, y un niño pequeño sin movilidad en la mano izquierda. En un contexto de violencia y conflicto que la convirtió en desplazada forzada.
Pero esa experiencia no le contabilizaba para postularse a trabajos de cuidado pago, como suele pasar en la mayoría de casos.
Luisa Catalina Mendoza también está estudiando, por primera vez en su vida. Cuidó a su madre, también enferma de cáncer, y ahora a su padre inmóvil en una cama: «yo soy la que en la casa le toca», dice.
Cuidar es un trabajo a tiempo completo y nadie hasta ahora se lo había reconocido. Ahora entiende mejor la discapacidad, la tarea de cuidados y también un lema que repiten orgullosos: «No hay discapacidad, solamente hay limitaciones».
Desde el Ministerio de Igualdad, a donde se ha integrado el SNC, quieren llevar este programa a otros rincones excluidos del país el próximo año de forma permanente. EFE
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Irene Escudero