La Habana, 5 ene (EFE).- Una polémica por el aumento desorbitado del precio de los helados de Coppelia, la heladería más popular de Cuba, ilustró esta semana el desconcierto y enfado causados por el incremento general del costo de la vida en la isla tras la unificación monetaria que entró en vigor el primer día del año.
De la noche a la mañana, una sola de las codiciadas bolas de la «catedral del helado» de La Habana pasó de costar 1,5 (0,06 centavos de dólar) a 7 pesos (0,29 centavos de dólar), provocando el estupor de la población, para la que hasta ahora las salidas a ese célebre establecimiento habían sido un «lujo» asequible.
Coppelia, abierta desde 1966 e inmortalizada incluso en la gran pantalla gracias al clásico cubano «Fresa y chocolate», era una de las opciones más asequibles y apreciadas por los cubanos, grandes amantes del helado. De hecho, las largas colas para acceder al lugar son una estampa clásica de la ciudad.
Tres días después de la subida de precios, las autoridades de la capital dieron marcha atrás en la medida, aunque sólo relativamente, pues el costo por bola será ahora de 5 pesos (0,2 centavos de dólar), lo que implica que se ha pasado de quintuplicarlo, a «sólo» triplicarlo.
REVISANDO INSATISFACCIONES
«Tras un profundo análisis de los criterios de la población, se decidió reducir los precios de la heladería Coppelia», informó el lunes el Consejo de Defensa de La Habana, que también rebajó las tarifas de tres áreas recreativas de la capital.
Pocas horas después de este anuncio, la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz, dijo en la televisión estatal que también se están revisando «insatisfacciones» con el aumento de los precios de algunos de los tentempiés más populares, como las pizzas, las hamburguesas, los jugos y el «pan con perro» (salchicha) que venden los establecimientos estatales.
Este no es el primer reajuste que han tenido que hacer las autoridades al alza general de precios después de que la población haya manifestado su enfado. En días pasados, también se redujo el aumento previsto de las tarifas eléctricas, que durante décadas estuvieron fuertemente subsidiadas.
Cuba unificó sus dos monedas a partir del 1 de enero, una importante reforma económica que llevaba ocho años pendiente y que está complementada por una revisión al alza de los salarios, las pensiones y los precios, junto con la retirada de buena parte de los subsidios que otorgaba el Estado a alimentos y otros bienes básicos.
Sin embargo, muchos ciudadanos critican que si bien los sueldos han crecido, los precios lo han hecho en una proporción aún mayor, incluyendo productos que no estaban previamente subsidiados.
COMIDA Y TRANSPORTE EN LA MIRA
«Cuando dejen de pensar en el helado de Coppelia recuerden que la comida y el transporte en Cuba es diario y está muy caro», reflexionaba en la red Twitter un internauta cubano identificado como Mike.
De hecho, otra de las quejas recurrentes desde que comenzó el año y con él la nueva realidad económica cubana es el aumento del precio de los pasajes de autobús, el método de transporte más habitual en un país en el que poseer un automóvil es un lujo al alcance de pocos.
El boleto que costaba en La Habana 40 centavos de peso cubano (0,016 centavos de dólar) cuesta ahora 2 pesos (0,08 centavos de dólar), un incremento que -según protestan los usuarios-, no ha redundado en una mejora de la calidad del servicio.
En esta semana, mientras muchos en las calles y las redes sociales se llevaban las manos a la cabeza por los nuevos precios de Coppelia, otros veían más preocupante aún el aumento del coste de la merienda escolar o de los menús que se sirven en los centros de asistencia social, y a los que acuden mayoritariamente personas jubiladas con una situación económica muy precaria.
«Mi pensión subió 1,3 veces y el Estado me ha subido cuando menos 5 veces las cosas más elementales», lamentaba en la página web oficial Cubadebate un cubano retirado.
MENOS MANICURA Y MÁS PRODUCTIVIDAD
Como trasfondo están las voces de quienes creen, entre ellos analistas conocedores de la economía cubana, que el problema es que las autoridades del país estén ocupadas en definir el precio del helado o la tarifa máxima de una manicura con uñas acrílicas, en lugar de acelerar las reformas de calado que mejoren la productividad del país, y que llevan una década pendientes.
La economía cubana, que ya atravesaba serios problemas antes de la pandemia por las ineficiencias de su modelo, la disminución de ayudas desde Venezuela y el embargo de Estados Unidos, se desplomó un 11 % en 2020 por los efectos de la pandemia de coronavirus y el incremento de las sanciones de Washington.
«Se necesita la desestatización de la gestión económica, elevar el papel de la inversión privada y cooperativa nacional, una reforma de la empresa estatal orientada principalmente por criterios de eficiencia económica, y un sistema de precios que no esté distorsionado», consideró el economista cubano Pedro Monreal.
Mientras, el economista Juan Triana, escribía en la plataforma OnCuba en referencia a la limitación de precios en los mercados agropecuarios: «puede ocurrir que el efecto de topar precios no conduzca a estabilizar el mercado, sino, por el contrario, al crecimiento de un mercado informal que ya ha venido desarrollándose de un tiempo acá y que agujerea el bolsillo del cubano promedio».
Y pese a las apreturas, el «choteo» cubano acabó colándose por un resquicio cuando tras anunciarse la modificación de las nuevas tarifas del helado, un tuitero cubano enviaba «un abrazo muy fuerte, apoyo y mucha solidaridad a la gente que fue a Coppelia en los días de los precios complicados.
Lorena Cantó