Lima, 18 feb (EFE).- El confinamiento decretado en Perú entre marzo y julio del año pasado agotó los ahorros del 73 % de los trabajadores informales de Lima, donde el 57 % de la población activa labora en la informalidad, y llevó el hambre al 63 % de esas familias, que ahora afrontan «muy endeudadas» la nueva cuarentena.
Así lo revela el estudio «La crisis de la covid-19 y la economía informal», realizado en 12 ciudades del mundo, entre ellas Lima, y liderado por la organización internacional Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO, en inglés).
De acuerdo con la coordinadora del estudio en Lima, Carmen Roca, las cifras en seguridad alimentaria son «alarmantes» en la capital peruana, donde el 63 % de los trabajadores informales «pasaron hambre» y se vieron «severamente más afectados» que en otras ciudades del mundo, donde el aislamiento social durante la primera ola de contagios de covid-19 fue menos «estricto».
DESPLOME DE INGRESOS
Los resultados del informe, fruto de un total de 216 encuestas y presentado este jueves de manera virtual, evidencian que la paralización de las actividades económicas durante más de 100 días azotó sin piedad las frágiles economías de los trabajadores informales limeños, quienes viven del día a día.
El 79 % de ellos dejaron de trabajar en abril, el pico de la cuarentena, y los pocos que en julio retomaron labores tuvieron unos ingresos entre un 60 % y un 40 % menores a los previos a la pandemia.
Por ejemplo, los vendedores ambulantes -quienes representan el grupo más numeroso de empleo informal en Lima, donde se estima que hay unos 400.000-, ganaban en febrero unos 46 soles diarios (12,40 dólares), una cantidad que en julio se redujo drásticamente hasta los 7 soles por día (1,90 dólares).
Sin embargo, el estudio detalla que el sector más afectado por la pérdida de ingresos fue el de los recicladores, quienes reportaron cero ganancias en abril y una disminución del 89 % de sus ingresos en julio, una vez levantada la cuarentena.
La caída fue menos pronunciada para los vendedores de diarios, conocidos en Perú como «canillitas», quienes tuvieron permiso para trabajar durante el confinamiento y vieron reducir sus ingresos de 36 soles por día a 16 (de 9,7 a 4,32 dólares).
Por otro lado, el informe indica que el sector más golpeado por la pérdida de empleo fue el de las trabajadoras del hogar. El 70 % de las encuestadas reportó que el empleador las despidió o les pidió no ir a trabajar, en muchos casos sin apenas pagarles por los beneficios acumulados.
«ERA INSOSTENIBLE»
Con la pérdida de trabajo o la caída de ingresos, el 63 % de los trabajadores encuestados reportaron que las personas adultas en su hogar «pasaron hambre», un porcentaje parecido al 61 % de las familias con niños y niñas menores de 15 años.
Si bien es cierto que el Gobierno del expresidente Martín Vizcarra distribuyó bonos a la población más vulnerable del país, estos apenas llegaron al 50 % de los encuestados.
El acceso a las canastas de alimentos que repartieron las municipalidades también fue limitado, pues solo el 21 % de los trabajadores las recibieron, viéndose afectados «por la corrupción y el favoritismo político», según denuncia WIEGO.
Ante tal situación, el 73 % de los trabajadores informales limeños agotó sus ahorros, el 56 % pidió apoyo financiero a familiares o amigos y el 38 % tomó préstamos.
Ese fue el caso de la familia del reciclador Rogger Canales que, a pesar de haber recibido en marzo un bono de 350 soles (95 dólares), tachó la cuarentena de «insostenible».
«Tuvimos que recurrir a préstamos, vender mis propias cosas, nuestro material de trabajo» y «hemos pasado hambre», pues «no veíamos productos cárnicos, una sopita tenía que durar todo el día y cocinábamos con leña porque el balón de gas cuesta 35 o 40 soles (9,75 o 10,8 dólares)», explicó Canales durante la presentación del informe.
EL CLAMOR ES «SEGUIR TRABAJANDO»
Para la directora general de Promoción del Empleo y Autoempleo del Ministerio de Trabajo, Katia Samanamud, no hay duda que «lo ocurrido en la pandemia ha sido catastrófico» para el país, donde el 70 % de la población activa se desempeña en sectores informales.
Por eso, ahora que Perú atraviesa la segunda ola de contagios de coronavirus, se están «incorporando aprendizajes» y estableciendo cuarentenas con un «carácter distinto», más flexibles y focalizadas, porque «en un país con niveles tan altos de informalidad no se puede estar paralizado totalmente», opinó Samanamud.
En ese mismo sentido se expresó Roca, quien concluyó que «el clamor urgente en Lima es el pedido de seguir trabajando» y hacerlo «en las condiciones adecuadas para no enfermar ni contagiar al público».