Cali (Colombia), 23 may (EFE).- «El paro no es de nadie», defienden los jóvenes que permanecen en la «primera línea» de las protestas contra el Gobierno colombiano en la ciudad de Cali, que han sido calificados como la generación de los «ni ni» porque ni estudian, ni trabajan, ni tienen miedo de morir.
Alfredo Mondragón, líder social en la región, lo describe así: En Cali, la tercera ciudad más importante del país y ahora capital de la «resistencia» por ser el epicentro de las protestas, hay 130.000 hombres, entre los 16 y 28 años, sin empleo. Entre las mujeres, la situación es peor ya que son 154.000.
«Antes en Cali la violencia común mataba unos 300 jóvenes al año y sus nombres quedaban en el anonimato. Hoy esos jóvenes están siendo reconocidos, se pueden quedar meses ‘pegados’ de un pavimento, en una muestra de lo que ellos consideran un ejercicio heroico porque sus manifestaciones han dado resultado», dice.
PROTESTAS SIN APELLIDO
Las protestas, que han derivado en una profunda crisis de orden público por los bloqueos de importantes vías, la violencia y los enfrentamientos, han sido acusadas de estar infiltradas por bandas paramilitares o guerrillas.
El presidente Iván Duque dijo el viernes pasado, en un video en inglés producido por su equipo de comunicaciones, que la crispación social que se vive en Colombia es culpa del líder político de la oposición Gustavo Petro porque «el día que perdió la elección presidencial anunció que su propósito era no dejar gobernar el país».
Pero Simpson, uno de los jóvenes que lleva 20 de los 25 días de protestas combatiendo desde la «primera línea», asegura que nada de eso es cierto: «Ni siquiera hablamos de política porque sabemos que vamos a terminar enfrentados. Esto va más allá».
En la «primera línea» está la gente con más «güevas y ovarios», explica Simpson sobre los 23 frentes que hay en la ciudad. Tienen el escudo, son los más importantes porque aguantan los disparos. Se paran frente a la tanqueta de la policía y frente al chorro de agua.
Luego está la «segunda línea», cuyos miembros son los encargados de tirar piedras, devolver las cápsulas con gases lacrimógenos que lanzan los antidisturbios y tirar palos.
En la «tercera línea» hay un grupo de personas que tiene como misión distraer a las autoridades, reducir el campo de visión con láser y con bombas de pintura. La «cuarta línea» recoge a los heridos y transporta leche para reducir los efectos de los gases y agua.
Finalmente, la «quinta línea» evacúa a quienes caen en el combate. Todas las líneas están conectadas entre sí, agrega el joven.
Carlos está en el sector de Siloé, también en la «primera línea». No tiene empleo y nunca estudió. A fuerza de voluntad reúne muchachos en ese barrio de ladera que bordea la zona oeste de la ciudad para sacarlos de las pandillas que en ese sector superan las 30. Eso hacía antes de las protestas.
Ahora, reúne alimentos e insumos médicos y está pendiente de que se entreguen los almuerzos en la olla comunitaria que se hace en ese punto. Son entre 200 y 300 raciones diarias que se reparten como muestra de solidaridad. En ese sector de la Comuna 20, donde queda Siloé y la pobreza multidimensional alcanza el 23 %, comer tres veces al día ya no es un privilegio.
El hombre tiene miedo. En su frente eran 70 personas al iniciar las protestas, ahora solo quedan unos 40. El restante del grupo está herido, muerto o huyó por cuenta de la persecución. Para estos últimos, asegurar un plato de comida ya no fue suficiente para mantener la lucha.
Según datos oficiales, 15 muertes han sido confirmadas con relación a las protestas de las 42 reportadas a las autoridades, mientras que la ONG Temblores reporta que la violencia policial es responsable de 43 homicidios ocurridos durante las marchas.
NI DE DERECHA NI DE IZQUIERDA
El sociólogo Juan David Mesa expresa que después de recorrer varios puntos de resistencia en la ciudad se encuentra con una masa que no es homogénea, que no confía en las instituciones, no busca defender ni a la derecha política ni a la izquierda. «Buscan vencer un Gobierno que nunca ha estado a su favor».
Pipe, otro líder social de la «primera línea» en la Loma de la Dignidad, punto clave de bloqueos y concentraciones pacíficas en el oeste de la ciudad, explica que el paro no es de nadie porque lo que ocurre hoy en Cali no es producto de ningún político.
«Somos un estallido social y por eso retumba tan fuerte», sentencia cada que puede y recuerda que a ellos no los convocó ninguna organización sindical, obrera o social. «Tienen razón cuando dicen que somos los ‘ni ni’. Llegamos a esto porque ni éramos escuchados, ni tenidos en cuenta».