Buenos Aires, 11 jul (EFE).- Los Andes lucen blancos como pocas veces en los últimos años por la inusual cantidad de nieve caída en el inicio del invierno austral, pero la pandemia de coronavirus dejó las pistas de esquí de Argentina vacías y a los centros invernales frente a una crisis con pérdidas sin precedentes.
Las vacaciones de invierno serán una «temporada perdida», coinciden los operadores del sector, cuya mayor preocupación hoy es cómo sobrevivir hasta 2021.
«En Argentina, el mundo de la nieve genera 5.000 puestos de trabajo directos y más de 65.000 indirectos. Hoy es una industria que está en crisis, que va a dejar de facturar más de 1.000 millones de pesos (13,4 millones de dólares) en el año y va a dejar de derramar más de 10.000 millones (134 millones de dólares)», advierte a Efe el presidente de la Cámara Argentina de Centros de Esquí y Montaña (CAEM), Pablo Torres García.
Algunos centros de esquí, como Las Leñas, en Mendoza, decidieron directamente no abrir este año, mientras que otros esperan las autorizaciones oficiales para analizar si comienzan a funcionar sólo para los residentes locales, una operación motivada por la «responsabilidad social empresaria» más que por razones económicas ya que, señala Torres García, «poner en marcha un centro de esquí es más caro que no ponerlo en marcha».
«Esta temporada 2020 la damos como una temporada nula, muerta para lo que es turismo en la nieve», afirma el dirigente del sector y presidente de Cerro Bayo, el centro de esquí cercano a la localidad andina de Villa La Angostura, en la provincia de Neuquén.
El sector trabaja actualmente con el Gobierno nacional para obtener alivios económicos y financieros que le permita llegar a la temporada de 2021 y garantizar ayuda estatal al personal temporario, que representa cerca del 75 % de la fuerza laboral de los centros de esquí.
Aunque se presentaron los protocolos sanitarios para funcionar, con distanciamiento social y tapabocas de uso obligatorio, controles de temperatura y olfato, medios de elevación con capacidad reducida, desinfección constante y restaurantes con medidas de bioseguridad, aún no está claro si se permitirá su apertura.
«Tenemos 90 días para generar ingresos para 365, no es como un hotel que puedo pensar en el verano, o un restaurante», apunta Torres García.
BARILOCHE, EN SITUACIÓN «DESESPERANTE»
Argentina posee ocho grandes centros de esquí sobre la cordillera de los Andes, en cinco provincias del oeste y la Patagonia, algunos de ellos elegidos año a año por los equipos europeos para entrenar durante el verano boreal, como es el caso del Cerro Castor de Ushuaia, en Tierra del Fuego.
El centro Catedral Alta Patagonia de San Carlos Bariloche, en tanto, es el más tradicional y el que congrega año a año a más turistas amantes de la nieve del país y del exterior, en su mayoría brasileños.
«Todos los años en junio y julio estamos rezando para que llegue la nieve y este año que no hay turistas tenemos más nieve que nunca. Es una sensación triste para todos porque miramos para afuera y está todo blanco y sin turistas, cuando otros años tenemos los turistas pero nos falta la nieve», expresa a Efe la presidenta de la Cámara de Turismo de Bariloche, Belén García Bertone.
La ciudad de San Carlos de Bariloche, ubicada unos 1.500 kilómetros al suroeste de Buenos Aires y recostada sobre los Andes y el lago Nahuel Huapi, es uno de los principales destinos turísticos de Argentina durante todo el año, pero «julio siempre es el mes estrella» porque los visitantes que llegan en verano no gastan tanto como lo que genera el invierno y todo lo referente al esquí, señala García Bertone.
Sin vuelos -suspendidos hasta el 1 de septiembre- y con las fronteras cerradas, el turismo parece inviable mientras la pandemia siga ensañada con el área metropolitana de Buenos Aires, la región más rica y poblada del país que emite el mayor número de turistas a los destinos domésticos.
Las autoridades locales estiman que Bariloche registrará en julio pérdidas por 3.600 millones de pesos (48,5 millones de dólares) en todo concepto (turismo, impuestos, servicios, etc), en una ciudad en la que casi el 90 % de sus puestos de trabajo registrados, casi 50.000, están relacionados con el turismo.
Con excepción de los restaurantes, que intentan sobrevivir con el sistema de entrega a domicilio, «la realidad de todo el resto es desesperante porque es imposible sostener tantos puestos de trabajo; los servicios y los impuestos siguen corriendo con cero ingresos», admite García Bertone.
«Tenemos cierta esperanza de que en agosto por lo menos el turismo regional se active en cierta medida», desea la empresaria.
Una situación similar se vive en otros destinos invernales como San Martín de los Andes y su centro de esquí Chapelco, y en el fin del mundo, Ushuaia, donde la temporada de esquí depende casi exclusivamente de la reanudación del transporte aerocomercial.
VILLA PEHUENIA, LA ALDEA QUE LUCHA POR LA SUBSISTENCIA
Villa Pehuenia es una joven y pequeña aldea que nació hace pocas décadas atrás en medio de un bosque de araucarias en el noroeste de la provincia de Neuquén y a la que sus habitantes llaman «la perla de los Andes».
Posee un pequeño centro de esquí que, según afirman los lugareños, es el único del mundo operado por un pueblo originario, la comunidad mapuche Puel.
Cuenta con unos 2.500 habitantes, una población que casi se duplica en temporada alta, pero la dependencia casi exclusiva de una sola actividad le juega en contra ahora: «La razón de ser del lugar es el turismo y al no tener ingresos de dinero el impacto es tremendo», lamenta Ariel Magnani, dueño de un restaurante y quien dirige la Cámara de Turismo de Villa Pehuenia.
El único ingreso de dinero actualmente es el de los salarios de los empleados públicos del lugar, algunas jubilaciones, y la ayuda estatal para el pago de salarios por la emergencia económica durante la pandemia.
La mirada está puesta ahora en el verano, aunque no está exenta de preocupación ante las versiones de que podrían recortarse las vacaciones si la escuela adelanta el inicio del ciclo escolar 2021 para recuperar algo de lo perdido por el coronavirus este año: «Si ya en febrero comienzan las clases eso nos terminará de matar, porque si llegamos mal parados al verano y nos quitan la mitad de la temporada alta nos liquidan».
Magnani no se arrepiente sin embargo de su decisión de dejar Buenos Aires para radicarse en Villa Pehuenia.
«La peleamos porque nos encanta vivir acá y la vamos a aguantar como sea. Lo que estamos buscando hoy es algún tipo de subsidio real, limpio, que nos permita subsistir», asegura.