La Paz, 19 sep (EFE).- Ha pasado medio siglo desde que Gustavo Urquizo Mendoza comenzó a trabajar en la editorial Juventud, creada por sus padres en 1949, labor que lo ha conducido a convertirse en protector de obras agotadas que se encarga de reimprimir o versiones populares de clásicos de la literatura boliviana y universal que han llegado a miles de hogares en Bolivia.
Se trata de una labor continua desde 1971, algo que ha merecido la distinción en la Feria Internacional del Libro que se celebra en La Paz y que lo coloca junto al alemán Werner Guttentag, fundador de la editorial Los Amigos del Libro en 1945 y vigente hasta hoy, en uno de los puntales de las letras bolivianas.
El estilo de los textos es inconfundible, pues muchos mantienen la estética de las impresiones del siglo pasado, algunas con portadas bicolor que llevan solo el título y el nombre del autor, otras con ilustraciones muy similares a las obras escolares de hace décadas que se ofrecen desde un dólar y medio.
LA LABOR DE JUVENTUD Y G.U.M.
En declaraciones a Efe, Urquizo rememoró que trabajó en la editorial Juventud, de sus padres Rafael y Elsa. Apenas terminó el colegio su «idea inicial» era estudiar administración de empresas, una carrera por entonces inexistente, y al final combinó sus estudios en economía con esa labor.
Hasta 1968, Juventud «se dedicaba a importar libros y a dar las ediciones propias a algunas imprentas». Aquel año inició la empresa editora que complementó la labor de la editorial, detalló.
El trabajo de Urquizo en la década de 1970 coincidió con la dictadura de Hugo Banzer Suárez (1971-1978) y los miramientos que ese Gobierno tuvo con la editorial que importaba «libros de izquierda».
«Han llamado (a mi padre) al Ministerio del Interior (…) para decirle que frenase o que entregase los libros, los ha tenido que entregar para evitarse problemas y seguir con la editorial», recordó.
Juventud creció cuando se empezó a producir textos escolares para primaria y con las gestiones para contactar a autores destacados del interior del país, algo que hizo su padre hasta su muerte en 1995.
La editorial siguió en pie hasta 2006, cuando luego de disidencias familiares Gustavo Urquizo funda la editorial que lleva las iniciales de su nombre, G.U.M., y prosigue con la tradición de reimprimir obras relevantes de Juventud junto a las propias.
OBRAS Y AUTORES QUE COBIJA
A partir de eso, gestionó derechos con herederos de autores reconocidos como Augusto Céspedes que escribió obras sobre la guerra del Chaco (1932-1935), Roberto Querejazu por obras relacionadas a la misma temática y la guerra del Pacífico, del indigenista Jesús Lara o del historiador estadounidense Herbert Klein, autor de uno de los mejores compendios de historia de Bolivia.
Muchos de los textos editados por Juventud y G.U.M. han sido referentes en la universidad como los de Alipio Valencia Vega sobre política boliviana, la Introducción al Derecho de Jaime Moscoso o sobre géneros o técnicas literarias de Nicolás Fernández Naranjo.
«Hay gente que inclusive ahora me llama y me dice: yo he aprendido cívica y derecho en estos libros. Ese ha sido un aliciente para poder seguir», remarcó este librero, guardián de letras bolivianas que lucha por evitar que el olvido colectivo se apodere de las obras que resguarda.
Urquizo ha sido testigo de cambios tecnológicos, del auge de la radio hasta mediados de la década de 1970, el éxito de la televisión entre 1980 y la década del 2000, además de la irrupción del internet y las redes sociales en la tecnología editorial.
«Las cosas han cambiado», aseguró, pues recuerda en su mejor momento se producían tiradas de hasta 3.000 libros y que ahora lo común es que una editorial imprima entre 100 a 300 unidades, mientras se combate con la piratería y las fotocopias.
Ha sido testigo del paso de las imprentas tipográfica, offset, y las del tipo CtP manejadas por computadoras junto a los cambios de hábitos de lectura voraz de generaciones anteriores en contraste de la nuevas que, según considera, «leen cada vez menos».
«He seguido con el legado que me han dejado mi padre y mi madre. He seguido lo que ellos han empezado y voy a seguir hasta Dios sabe cuándo», finalizó el librero guardián.
Gabriel Romano