Río de Janeiro, 14 dic (EFE).- Brasil, el mayor productor y exportador mundial de azúcar y uno de los mayores abastecedores mundial de etanol, desarrolló dos nuevas variedades mejoradas genéticamente de caña de azúcar que son más productivas y que no pueden ser discriminadas como transgénicas.
Se trata de las variedades Caña Flex I y Caña Flex II, desarrolladas por investigadores de la estatal Empresa Brasileña de Pesquisa Agropecuaria (Embrapa) y presentadas este martes como las primeras variedades de «caña editada no transgénica del mundo».
Pese a que el desarrollo exigió un cambio genético para «silenciar» genes que limitaban la producción, las variedades no pueden considerarse transgénicas debido a que no se les modificó el código genético, explicó en un comunicado la Embrapa, mayor centro mundial de investigación en agricultura tropical.
La Cana Flex I, en la que fue silenciado el gen responsable por la rigidez de la pared celular de la planta, presenta una mayor digestibilidad de estas paredes, lo que eleva el acceso de las enzimas a sus azúcares y facilita la fabricación de etanol tanto de primera como de segunda generación y de otros bioproductos.
La Cana Flex II, en la que fue silenciado un gen que limita la producción de azúcares, se caracteriza por tener una mayor producción de sacarosa, con un aumento de casi el 15 % con respecto a las variedades convencionales, y de otros azúcares como glucosa y fructuosa.
Según el especialista en genética vegetal Hugo Molinari, investigador de la Embrapa, la Cana Flex II no solo aumenta la eficacia en la producción de bioetanol sino que es una variedad más adecuada para el procesamiento industrial.
Para el desarrollo de las nuevas variedades, los científicos de la Embrapa aprovecharon una herramienta de edición genómica conocida como CRISPR (del inglés Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats), una técnica revolucionaria de manipulación genética descubierta en 2012 y que le rindió el Premio Nobel de Química en 2020 a Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna.
La tecnología utiliza la enzima Cas9 para recortar el ADN en puntos determinados y modificar regiones específicas, por lo que no provoca una alteración genética sino que tan solo silencia genes de interés.
«Para mejorar genéticamente la planta no es necesario introducir secuencias exógenas de otras especies en el genoma con el que se trabaja», explica Molinari.
Por no ser técnicamente transgénicas, el azúcar y el etanol procedente de estas variedades no tienen que cumplir las exigencias impuestas a los productos genéticamente modificados y que restringen su comercialización.
Brasil, con una producción de 39 millones de toneladas de azúcar, fue responsable por cerca del 21 % de la producción mundial en el último año, que ascendió a 188 millones de toneladas.
El gigante latinoamericano exportó el año pasado 28,9 millones de toneladas de azúcar, un volumen en un 45 % superior al embarcado en 2019 (18,9 millones de toneladas) y que le permitió mantener en 40 % su participación en el mercado como principal abastecedor mundial.