Río de Janeiro, 14 feb (EFE).-El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, oficializó a partir de este lunes el fomento del «garimpo», como se conoce a la minería artesanal, una actividad que afecta especialmente a la Amazonía del país, informó el Gobierno.
La más extensa selva tropical del planeta concentra el 72 % de la extracción minera del país y de ese total, el 67 % corresponde al «garimpo», que es practicado principalmente en las áreas de conservación ambiental.
Mediante un decreto, Bolsonaro creó el Programa de Apoyo al Desarrollo de la Minería Artesanal y de Pequeña Escala (Pró-Mape), que busca que busca fortalecer las políticas «sectoriales, sociales, económicas y ambientales para el desarrollo sostenible de la minería artesanal y de pequeña escala».
Un comunicado divulgado este lunes por la Secretaría General de la Presidencia dice que es importante «resaltar» que la minería artesanal es fuente de riqueza e ingresos para una población de cientos de miles de personas, por lo que es «fundamental» reconocer sus condiciones de vida y el alcance de su actividad.
De acuerdo con los expertos, la minería artesanal está lejos de ser una actividad legal y se ha convertido en una de las principales acciones devastadoras de la Amazonía.
«Los garimpos son una de las principales amenazas a la selva amazónica y sus pueblos, y están lejos de operar en escala artesanal o rudimentaria, ya que lo hacen como verdaderas organizaciones industriales», señala un estudio de la ONG Instituto Escolhas, divulgado la semana pasada.
El estudio sostiene que cerca de unas 230 toneladas de oro que fueron vendidas al exterior por Brasil es de origen «sospechoso».
La minería ilegal y el comercio ilícito de madera son las principales causantes de la deforestación de la Amazonía en Brasil, una problemática que se ha incrementado durante el Gobierno de Bolsonaro.
Esta situación es atribuida por los ecologistas a la flexibilización de las medidas de control y fiscalización que se han dado durante el mandato del líder ultraderechista, que defiende la explotación económica de la Amazonía y el fin de la demarcación de nuevas reservas indígenas.
Los datos oficiales apuntan a que en 2021, la mayor selva tropical del planeta perdió 13.235 kilómetros cuadrados de vegetación, el área más extensa degradada para un periodo de 12 meses en los últimos 15 años.
En enero de este año, la deforestación en la Amazonía brasileña se disparó y batió un nuevo récord, con 430 kilómetros cuadrados de vegetación nativa devastada, cinco veces más que el área talada en el mismo mes del año pasado y la mayor destrucción en el bioma para este período desde 2016.