Caucasia (Colombia), 27 mar (EFE).- En el Bajo Cauca colombiano, a partir de emprendimientos, se construye una historia de esperanza: mujeres al mando de proyectos apícolas, jóvenes con bebidas artesanales y familias con iniciativas piscícolas hacen parte del cóctel que alimenta una nueva narrativa en esta región, golpeada por la violencia y la ilegalidad.
El escenario lo hna venido modificando pobladores que renunciaron al asistencialismo y eligieron hacer empresa con el impulso de Avancemos Bajo Cauca, una alianza que trabaja estimulando el emprendimiento y el empleo.
«Hay resultados bastante poderosos», dijo a Efe la gerente de la alianza, Diana Arismendy, sobre los tres años de esta iniciativa, que suma las capacidades de cinco entidades, entre ellas la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (Usaid).
Esta alianza, conformada también por la Corporación Interactuar, Comfama, Mineros S.A., y Fundación Mineros, ha trabajado con cerca de 500 empresarios, 350 de ellos en el agro y 140 urbanos, de los municipios de Caucasia, Tarazá, Cáceres, El Bagre, Nechí y Zaragoza.
De esos beneficiados con formación empresarial y acompañamiento técnico y financiero, el 60 % son mujeres y el 40 % jóvenes.
Arismendy reveló que, en un ambiente de «mucha informalidad en todos los frentes», propiciaron la creación de 900 empleos formales y entregaron créditos por 3.300 millones de pesos (unos 869.000 dólares).
FERIA DE ESPERANZA
El investigador Édgar Correa, director de la Universidad de Antioquia seccional Bajo Cauca, la describe como una región rica por su agricultura, pesca y minería; con una ubicación geográfica privilegiada, bañada por los ríos Cauca y Nechí, y con una zona montañosa y otra sabanera.
«El Bajo Cauca es un territorio resiliente, afectado por todo tipo de conflictos y problemáticas. Cuando no ha sido la violencia, han sido las inundaciones, pero sus habitantes han sabido sobreponerse y salir adelante. El panorama es esperanzador; la gente quiere salir de todo ese estigma y mala imagen», expresó a Efe Correa.
Esos aires de esperanza fueron palpables en la feria «Bajo Cauca es más: más oportunidades, más transformación, más crecimiento y más sostenibilidad», un espacio que en la localidad de Caucasia concentró, entre el 14 y el 18 de marzo, el corazón de la alianza con talleres, conversatorios y un muestra comercial con 40 expositores que encarnan esa transformación que vive la región.
A esa narrativa de violencia, economías ilícitas y guerra la traspasó un discurso de empoderamiento con historias como la de Denis del Socorro Mejía, líder de la Asociación Ambiental y Agropecuaria de Cáceres (Amagrocan).
Sin tierra para sembrar, «nos decidimos por las abejas», contó mientras organizaba frascos con la miel que producen en las 40 colmenas que cuida con esmero y que ampliará a 75.
En su vitrina también exhibió jabones, propóleo, crema exfoliante y humectante labial, que reflejan el progreso conseguido por los once vecinos que integran la asociación.
«Empezamos con piscicultura, pero nos fue mal. Probamos con la apicultura y nos ha ido muy bien. Luchamos por sacar adelante nuestra empresa», comentó a Efe Mejía.
Con la alianza vino un tiempo de «mucha educación y capacitaciones» para darle un piso a una agroempresa que poco a poco cambiará la imagen de Cáceres.
«Hemos vivido momentos muy malucos, pero gracias a Dios estamos bien. Soy feliz con este proceso de la miel», afirmó la apicultora.
ENTRE VINOS Y PECES LABRAN SU FUTURO
Wendy Martínez y Jeison Isaza también apostaron por su territorio con Cava Ancestral, una tienda de licores artesanales que reivindica sabores de regiones colombianas con bebidas elaboradas con frutas exóticas.
Sus vinos de corozo, maracuyá, mango biche, carambolo, guayaba agria y uva isabella fueron la gran novedad en la feria, pero este negocio creado en Caucasia tiene un trasfondo: «Darle un valor al trabajo del artesano y del campesino porque sin ellos no sería posible tener estos licores», dijo a Efe Isaza.
Iniciaron con una bebida elaborada por una amiga como actividad de domingo. Vieron potencial en ese producto, «así arrancamos y hemos crecido bastante».
Entre pescados y huevos también asomó La Esperanza, una agroempresa de El Bagre creada por Elizabeth Vanegas con su familia y pocos ahorros, pero que en los últimos años empezó a crecer.
«Espero dejarle a mis hijos más estanques y galpones de pollos, y dar empleo a los necesitados», comentó la mujer, que vendió en la feria las cachamas que cultiva.
Ella halló en la piscicultura una alternativa para el sustento familiar, apartada de opciones sin futuro como el oro y la coca, recurrentes en ese municipio.