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22 de noviembre de 2024

Lectores jóvenes vuelven a la FIL de Guadalajara tras dos años de pandemia

Guadalajara (México), 2 dic (EFE).- Jóvenes y adolescentes volvieron esta semana a la mexicana Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, la mayor del mundo en español, después de dos años y abarrotaron los pasillos, puntos de venta y los auditorios.

La crisis sanitaria por la covid-19 obligó a los organizadores a suspender en 2020 las actividades presenciales de la feria, considerada la más importante en habla hispana y la segunda más grande del mundo, y a restringir el número de asistentes en la edición semipresencial de 2021.

Este año casi todo es casi igual que antes, y eso no solo significa que la feria tuvo un espacio de tres días destinado solo para compradores, editores y distribuidores del libro, sino que de jueves a viernes este espacio se convirtió en la extensión de cientos de escuelas de educación básica y bachilleratos.

UN MAR DE JUVENTUD

Desde temprano, cientos de autobuses dejan a miles de adolescentes y jóvenes en alguna de las dos puertas principales de la Expo Guadalajara y, a la vez, trastocan el tránsito de las calles aledañas, pese a los esfuerzos de los guardias.

«Van 55 camiones entre las 9 y las 11 (de la mañana) solo hoy», comentan dos jóvenes con camisa negra encargados de conservar el orden en la entrada.

Una vez adentro, los chicos, muchos vestidos con uniforme escolar, tienen una misión clara: recorrer la feria, asistir a alguna actividad, entrar a alguna editorial y, si el dinero alcanza, comprar unos cuantos libros.

La profesora Elizabeth Arellano porta sobre su cabeza un globo de helio color morado que sirve de guía para que el puñado de estudiantes de la secundaria “Clearview” que trajo a la FIL no se pierda entre la multitud.

La docente dice a EFE que regresar a la feria es emocionante para los alumnos y una oportunidad para que se acerquen a los libros físicos, lejos de las pantallas que se volvieron parte de sus vidas durante los dos últimos años.

“Es un encuentro con el libro físico», explicó, porque «son una generación súper electrónica». «En el colegio leemos con libros digitales, entonces reencontrarse con el libro físico, verlo, saber qué es una editorial y cómo funcionan porque es nuevo para ellos, están acostumbrados a una pantalla”, explica.

LECTOR ADOLESCENTE

Es mediodía. Los chicos se apropian de cualquier espacio para comer algo y descansar de la primera parte de la jornada y, de paso, hojear alguna de las nuevas adquisiciones y comentar con los amigos.

Los pasillos son intransitables y en las puertas de la exhibición hay trabajadores subidos en plataformas improvisadas para vigilar desde arriba las manos y los bolsillos de los que merodean entre sus libros.

Huele a hormonas, a calor humano, a adolescencia. Huele también a expectación y sorpresa por lo que se encuentran a su paso.

Jimena Salazar y sus amigos buscan un auditorio en un mapa de mano que no logran entender. Vienen por primera vez a la feria desde la Preparatoria Vocacional, una escuela pública, y cuentan a EFE que tienen la emoción a tope y la disposición de “recorrerla toda, hasta donde el cuerpo aguante”.

“Para mí, es algo muy lindo ver a tanta gente interesada en la literatura, y no solo en eso porque también he estado viendo que hay lugares para hacer manualidades, y estopa muy padre, me siento muy emocionada, es la primera vez que vengo y ya traigo libros”, cuenta.

Mientras esperan las conferencias, decenas de chicas y chicos hacen fila para fotografiarse en un escenario de la serie “Los secretos de Dumbledore».

Una pareja con uniforme verde se hace arrumacos en una esquina y, unos metros adelante, debajo de la pantalla de una editorial, dos chicas revisan la bolsa en la que cargan sus nuevas adquisiciones.

UN MUNDO LITERARIO

Un espacio de la feria está destinado a los más pequeños. FIL Niños reclamó el espacio que le corresponde desde hace años para recibir a decenas de escuelas que añoraban el espacio destinado a talleres lúdicos y espectáculos de fomento a la lectura.

En fila y agarrados de la mano o muy cerca unos de otros, las niñas y niños bajan del autobús y entran a este espacio en el que predomina el color, los dibujos y los gritos.

La maestra Sianya Reñaga, maestra del Colegio de la Luz, dijo a EFE que este año apartaron su asistencia a la feria desde septiembre para asegurar un lugar.

“Estamos en un país que está en los últimos lugares en lectura donde rara vez un adolescente o un niño lee un libro al mes y mi idea es motivarlos e incentivarlos; para mi la FIL siempre ha sido ese marco donde los niños empiezan a interesarse en la lectura”, expresa.

La noche cae afuera del recinto y los autobuses comienzan a acumularse en las salidas para llevarse a los jóvenes y niños que tendrán mucho que leer mientras esperan la siguiente FIL.

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