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27 de noviembre de 2024

Argentinos imploran al santo del «pan y el trabajo» en medio de la pandemia

Buenos Aires, 7 ago (EFE).- El coronavirus ha dejado este viernes a miles de devotos argentinos de san Cayetano, patrono del «pan y del trabajo», sin la posibilidad de visitar su santuario en Buenos Aires y, lo que es peor, ha minado una economía ya frágil en la que el empleo se resiente y la pobreza se acrecienta.

Cada agosto incontables devotos del santo italiano acampan varios días en los alrededores del templo del capitalino barrio de Liniers para poder ingresar el día 7 a pedir trabajo, o agradecer el que han conseguido con su favor, y que no falte un plato de comida en sus mesas.

Pero este 7 de agosto es diferente. Las autoridades eclesiásticas han pedido a la gente que no acuda para evitar los contagios de la COVID-19 y las misas se celebran, de acuerdo a las disposiciones civiles, a puertas cerradas, sin fieles, que han podido seguir las celebraciones por internet.

No obstante, algunos pocos devotos de Cayetano de Thiene, desafiando hasta la lluvia, han dicho presente este viernes en Liniers. Necesitan, como sea, pedir la urgente intercesión del santo.

«Ninguna lluvia ni ninguna pandemia me han impedido venir», dice a Efe Enrique Suárez, de 64 años, que se acercó a rezar desde la acera.

Puertas adentro, el arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de Argentina, Mario Poli, preside la misa central y ora «para que no les falte el pan y lo necesario para una vida digna a todos los argentinos».

«Pero muy especialmente pedimos por estos más de 7 millones de chicos y chicas pobres, con niveles de indigencia que nos avergüenzan y nos humillan», señala Poli en su homilía.

EL TRABAJO QUE MENGUA

«Soy fiel a san Cayetano y por eso tengo siempre trabajo. Vengo a agradecerle porque mis hijos también tienen trabajo gracias a él y por eso vengo todos los años», cuenta Pedro Pereira, de 70 años.

Pero no todos tienen la fortuna de este devoto de san Cayetano. Al terminar el primer trimestre del año, cuando la economía argentina recién comenzaba a paralizarse del todo por las medidas de aislamiento sanitario, la tasa de desempleo ya era del 10,4 %.

Los datos oficiales dejaban entonces ver que un 40 % de la población activa tenía problemas de empleo, sea por estar en paro, subocupado o disconforme con su trabajo.

«Uno de cada dos trabajadores tiene problemas de empleo, sea porque son asalariados informales, trabajadores por cuenta propia de ingresos bajos e intermitentes o desempleados», explica a Efe el economista Jorge Colina, presidente del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA).

Según el experto, la creación de empleos en el sector privado se estancó a partir de 2012, comenzó a decrecer desde 2018 y la pandemia aceleró la caída.

De acuerdo a datos de IDESA, solo en abril y mayo cerraron 18.146 empresas y perdieron su empleo 284.881 trabajadores registrados.

Colina cree que el impacto de las restricciones sanitarias ha sido aún mayor en el empleo informal, aunque éste sea el que probablemente se recupere más pronto.

Una vez que cese la pandemia y comience una lenta reactivación económica, el empleo se va a recuperar pero no por la creación de puestos de trabajo registrado en el sector privado sino «de la mano del cuentapropismo, particularmente el informal», apunta el economista.

Y EL PAN QUE ESCASEA

En este duro escenario, la pobreza crece. El Gobierno calcula que cuatro de cada diez de los cerca de 45 millones de argentinos es pobre.

No es sólo la falta de empleo. Quien lo tiene, ve además cómo su salario pierde mes a mes valor por la altísima inflación -42,8 % interanual-.

Quien no tiene trabajo, recibe ayudas del Estado, pero esos ingresos no llegan a cubrir el coste de una cesta básica.

Según datos oficiales, las personas que reciben asistencia alimentaria en comedores con auxilio del Estado pasaron, tras la irrupción de la pandemia, de 8 a 11 millones, mientras que 9 millones calificaron para cobrar el Ingreso Familiar de Emergencia, de 10.000 pesos (130 dólares) mensuales, creado hace unos meses por el Gobierno.

Pese a todo, Claudio Rosales, 53 años, mantiene encendida la esperanza, como muchos argentinos, a fuerza de fe.

«Esto es como las nubes, que vienen y pasan», vaticina. Siempre le ha pedido una «ayudita» al santo y no le ha fallado. «Nunca me faltó el pan», agradece.

La imagen de san Cayetano que hoy los fieles solo pueden ver por internet llegó a Liniers en 1875, poco después de la epidemia de fiebre amarilla que azotó a Buenos Aires, pero su devoción se popularizó a partir del «crack» económico de 1930.

Fue entonces cuando el patrono de la providencia sumó a su iconografía una espiga de trigo, símbolo del pan que, como entonces, imploran hoy tantos en Argentina.

Natalia Kidd

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