Madrid, 15 mar (EFE).- La argentina Vera Fogwill, guionista, productora y directora de «Conversaciones sobre el odio», ha decidido dar voz a esas mujeres que, mucho antes de la pandemia, «ya habían decidido vivir encerradas, contra la hostilidad que es el mundo para ellas», mujeres agrias y desoladas, solas y resentidas.
A esas mujeres «que piensan que lo mejor que les puede pasar es estar sola, que prefieren a sus animales antes que a la gente, que no tendrán hijos para no esparcir una raza humana deleznable», dice Fogwill a EFE sobre la película que se proyecta en el 26 Festival de Málaga (España) fuera de concurso.
«Seamos sinceros, en esta época del empoderamiento femenino, ¿cuántas mujeres están empoderadas? Una minoría, vamos a dejar de visualizar cosas que no son. Creo que lo que hay que hacer es empoderar las ideas de las mujeres, por eso le di voz a una mujer tóxica, que no está empoderada, pero que tiene ideas empoderadas, como no ser madre», resume Fogwill (Buenos Aires, 1972).
La cinta adapta una obra teatral que aún no se ha publicado, escrita por la propia Vera Fogwill, que también asume el guion, la producción y la dirección artística de la película.
«Conversaciones sobre el odio» comienza en la casa de Déborah (inmensa Cecilia Roth), una mujer en silla de ruedas que vive casi a oscuras en un par de abigarradas habitaciones.
Su vieja amiga (Maricel Álvarez) la visita después de muchos años sin verla: es actriz y Déborah fue su agente, pero sus relaciones fueron enturbiándose hasta que dejaron de hablarse.
La cinta, que Fogwill ha codirigido con el español Diego Martínez, es también un thriller psicológico, un mano a mano existencial entre estos dos únicos personajes.
«Es igual de frágil y está igual de rota que el personaje de Cecilia, la única diferencia -comenta Álvarez a EFE- es que una se aferra a la vida y la otra decide transitar como un fantasma, algo que le permite hablar sin filtros, con la libertad de soltar cosas graves e hirientes mientras mi personaje intenta darle vuelta a esas dagas que lanza».
Lo mas interesante como actriz, resume Álvarez, «fue no evadirse de que esas luces y sombras que están dentro de nosotros, que no nos son ajenas».
Roth no ha viajado a Málaga porque está inmersa en un nuevo rodaje en Buenos Aires.
Los malentendidos, sus diferentes modos de encarar la vida y el trabajo, la maternidad, la amistad, la felicidad o la forma de afrontar la enfermedad -muy presente en la película- deviene en una conversación tan hiriente que explota.
Ambas actrices dan un recital de interpretación con un absoluto manejo de las sensaciones y la palabra, sin olvidar la carcajada seca, el humor negro, la tensión y, al fin, no la redención, sino otro agravio.
Fogwill cuenta que prefirió no pedir ayudas para el rodaje: no quería que le pusieran en cuestión si debía o no rodar esta película ni dar justificaciones de por qué quiere hacerla.
Lo social, «los niños pobres de Argentina, no son el único tema para el cine», suelta esta mujer rebelde y convencida.
Y agrega estar en contra «de la palabra sororidad, que viene de sor, de monjas, de Santa Teresa de Jesús y su decálogo de cómo deben vivir las mujeres y lo primero que hizo fue sacarles el nombre y les puso números, ni siquiera dentro del convento eran sororas las mujeres».
Sin olvidar su banda sonora, realizada por la argentina María Eva Albistur, colaboradora del español Joaquín Sabina, quien también participa en este filme, ya que pone la única voz masculina de la película en un pódcast.