Río de Janeiro, 23 mar (EFE).- La confianza de los consumidores brasileños se desplomó en marzo 9,8 puntos, hasta los 68,2 puntos, por el recrudecimiento de la pandemia del coronavirus en Brasil, que ya deja cerca de 300.000 muertos y más de 12 millones de contagios en todo el país, informaron este martes fuentes económicas.
Se trata de la mayor caída desde mayo de 2020 cuando el gigante suramericano vivía la primera ola del coronavirus y la tercera mayor desde marzo de 2014, cuando comenzó a ser medido por el centro de estudios económicos Fundación Getulio Vargas (FGV) el llamado Índice de Confianza del Consumidor.
De acuerdo con el estudio, la falta de confianza de los consumidores es efecto de la lenta campaña de vacunación, mientras el número de hospitalizaciones y muertes por el virus «avanza rápidamente» y las medidas de restricción aumentan en todo el país.
«Los consumidores perciben el empeoramiento de la situación económica actual con graves riesgos para el empleo y los ingresos y también se ven afectados psicológicamente por el miedo a contraer la enfermedad y la necesidad de aislamiento social «, señaló Viviane Seda Bittencourt, coordinadora del estudio en la FGV.
En marzo, la percepción de los consumidores empeoró tanto para el momento actual como en las expectativas para los próximos meses para los cuales proyectan una situación «difícil» para las finanzas familiares.
El Índice de Situación Actual (ISA) cayó 5,5 puntos, hasta los 64 puntos, mientras que el Índice de Expectativas (IE) se desplomó 12,3 puntos hasta los 72,5 puntos.
De acuerdo con el estudio, el preocupante panorama fue generalizado en todos los estratos socio-económicos pero fue «más intenso» en las familias con menores ingresos.
Brasil, el segundo país con más muertes y casos de covid, atraviesa una segunda ola mucho más mortífera que la primera y los especialistas advierten que lo peor aún está por llegar.
La crítica situación de los hospitales ha obligado a las autoridades de diferentes regiones del país a adoptar restricciones a la movilidad para intentar contener el avance del virus y reducir la presión en el sistema sanitario, donde comienzan a escasear los medicamentos para la intubación de pacientes, según admitió el Gobierno.