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22 de noviembre de 2024

El legado del tren trasandino, un titán que iba de Buenos Aires a Valparaíso

Buenos Aires, 9 abr (EFE).- El tren trasandino de Buenos Aires a Valparaíso, una de las epopeyas de la ingeniería suramericana del siglo XX, empezó a funcionar un mes de abril de 1910, y al día de hoy se ven sus vestigios a los pies del Aconcagua, luego de más de 30 años de su último viaje.

«Generó bastantes problemas como las trazas, las pendientes, las nevadas, las avalanchas… Tenías unos inviernos muy largos y requería de mucho personal, era súper complicado», cuenta a Efe el argentino Mario Sebastián Tébez, encargado y restaurador de la antigua estación de Las Leñas del Tolosa (Mendoza), a más de 3.000 kilómetros de altura y pocos kilómetros de la frontera con Chile.

UNA ODISEA DEL ATLÁNTICO AL PACÍFICO

Tébez, especialista en la historia el tren trasandino, explica que la parte de la cordillera chilena fue todavía más compleja de construir: «estamos hablando de gente que trabajaba colgada a 1.000 metros de altura con explosivos y taladros».

El recorrido, según los antiguos mapas, duraba un día, «pero en realidad los horarios eran mucho mayores porque siempre tenían un problema, sobre todo en los tramos de alta montaña».

La maquina partía de Retiro, a orillas del Río de la Plata y el Atlántico, y llegaba a la costa pacífica de Chile, en la turística Valparaíso.

«Por eso también no continuó, por esas dificultades», dice sobre ese ferrocarril de altura, que interrumpió para siempre su servicio en 1984, cuando dejó de ser provechoso tanto para pasajeros como para mercancías.

En 2013, Tébez, de 43 años y natural de Rosario, en el otro extremo del país, viajó a la cordillera de los Andes y subió en bicicleta hasta la frontera del paso internacional de Los Libertadores.

Allí vio una antigua estación abandonada con el hierro de las vías todavía intacto a su lado; a cinco kilómetros de allí se encontraba la entrada del parque provincial Aconcagua, que da acceso a la montaña más alta del continente americano, a 6.962 metros sobre el nivel del mar.

«Vi el potencial de todo eso. En realidad no era fanático de los trenes, pero ahí me despertó el amor a los trenes y a las montañas, la historia del ferrocarril trasandino es muy interesante.

UN MUSEO PARA RECORDAR AL TRASANDINO

Narra que en origen fue una idea de los empresarios ferroviarios ingleses, que empezaron su construcción a finales de siglo XX, y dan cuenta de ello la inmensa cantidad de objetos que pertenecieron al ferrocarril y que a través de compras y donaciones han pasado a sus manos.

Velocípedos de vía, señales electroneumáticas inglesas, faroles de señalización y mesas telegráficas son solo algunos de los objetos.

Tal es la cantidad de material que un pabellón de la estación lo ha dedicado a un museo que tiene decenas de reliquias, desde elementos del trasandino a unas fotos que le donó un antiguo maquinista de ese ferrocarril, el ya fallecido Julio Monzalvo.

En su trabajo de fotógrafo aficionado, Monzalvo reflejó el arduo trabajo de llevar ese tren a los cielos y los parones por la nieve que se llevaba por delante cobertizos enteros que se levantaban para intentar proteger a la máquina y de los que hoy apenas quedan un par en pie.

Precisamente de Monzalvo es el objeto que más aprecia Tébez, una tetera que el maquinista usó en aquellos viajes: en la caldera calentaban el té y el mate.

«Es una pieza muy pequeña pero está cargada de historias y las escuché directamente de la persona», afirma.

EL SUEÑO DE REVIVIR EL TREN

Ahora él vive allí, alejado del ruido de Rosario y en contacto con los pobladores de esa aislada zona, relacionados con la historia del tren y supervivientes de fieros aludes.

Tébez alberga esperanzas de que la zona se revitalice.

«Imaginate la importancia que tendría un tren turístico y patrimonial acá para gente nacional y para el extranjero. Está muy latente esa posibilidad así que estamos a la espera de que se pueda realizar», asevera.

Y mientras eso toma forma, trabaja para que escuelas mendocinas realicen visitas al museo para que los niños aprendan la historia de ese ferrocarril abandonado pero legendario.

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