Quito, 2 jun (EFE).- El Chocó Andino, una reserva de la biosfera situada dentro del área metropolitana de Quito y considerada como «un paraíso» por sus lugareños, librará en las urnas su batalla definitiva contra la minería, a la que quiere desterrar para proteger sus bosques milenarios, donde campan en libertad decenas de osos de anteojos y centenares de aves exóticas atraen a turistas de todo el mundo.
A sólo hora y media de las bulliciosas calles y el pesado tráfico del núcleo de urbano de Quito se encuentra, dentro del mismo distrito metropolitano, este espacio de naturaleza salvaje, de montañas escarpadas y de vida sencilla y apacible, donde muchos de sus habitantes temen que las concesiones mineras otorgadas en la zona destruyan su particular «paraíso».
«Es un paraíso en Quito y un patrimonio del mundo», afirma a EFE Teolinda Calle, una de las promotoras de la consulta popular, que regenta un café en cuya terraza la gran atracción son los numerosos colibríes multicolores que revolotean con confianza entre los visitantes y posan con estilo para ser fotografiados.
Desde ese punto, una montaña vertical y exuberante se eleva ante los ojos, su aspecto podría cambiar drásticamente si se comienza a explotar la concesión minera planteada sobre ella.
PULSO INTENSO CONTRA LA MINERÍA
En total son doce concesiones mineras metálicas y otras seis en trámite que abarcan unas 27.000 hectáreas, el 22,33 % de las 124.296 hectáreas de la Mancomunidad del Chocó Andino, compuesta por las parroquias de Calacalí, Gualea, Nanegal, Nanegalito, Nono y Pacto, que forman parte de las once parroquias que integran la reserva de la biosfera.
Si bien ninguna concesión está en explotación, la mayoría de sus 20.000 habitantes quiere evitar a toda costa cualquier daño antes de que irreversible, como señalaron sus portavoces en una visita a la zona a la que EFE fue invitada.
Así, el colectivo Quito Sin Minería logró reunir más de 200.000 firmas validadas para impulsar una consulta popular que se celebrará entre todos los votantes de la capital ecuatoriana, aún sin fecha definida, pero probablemente el mismo día de las elecciones generales extraordinarias, previstas para el 20 de agosto.
«Es algo absurdo que tengamos que preguntar si se tiene que proteger el Chocó Andino, porque es una reserva de la biosfera, a la misma altura que las Islas Galápagos o el Parque Nacional Yasuní (una joya de la biodiversidad mundial ubicada en la Amazonía ecuatoriana)», reflexiona Calle.
«Esto también es parte de Quito y somos muchas las personas que vivimos aquí del turismo. ¿Quién se va a querer bañarse en las cascadas si sabe que hay una mina cerca? Tampoco puede haber cacao orgánico o café orgánico con minería», indica.
ENCLAVE DE BIODIVERSIDAD
La consulta será el desenlace a una batalla de dos décadas contra los intentos por instaurar la minería en la zona, lo que hasta el momento han podido detener con juicios, acciones comunitarias y la declaratoria en 2018 de reserva de la biosfera por parte del Programa el Hombre y la Biosfera (MAB), de la Unesco.
Esta llegó por la importancia ambiental del lugar, al registrar una gran variedad de ecosistemas, como páramos, bosques nublados y bosques lluviosos, que atrapan unas 266.000 toneladas de carbono al año, captan la humedad y la lluvia que llegan del océano Pacífico y almacenan el agua que abastece a la costa norte de Ecuador.
Esto lo hace un espacio de una gran concentración de biodiversidad con más de 3.000 especies de plantas, entre ellas multitud de orquídeas; 150 de mamíferos, 90 de reptiles, 120 de anfibios y 640 de aves, motivo por el que Mindo acogerá en agosto la duodécima Feria de Aves de Sudamérica, una de las citas mundiales del turismo de avistamiento de aves.
VESTIGIOS ARQUEOLÓGICOS
Además de ser un refugio para los osos andinos, tiene un gran valor patrimonial, al estar el territorio lleno de vestigios arqueológicos de la cultura prehispánica yumbo, con al menos unos 300 sitios arqueológicos, entre ellos varias pirámides tapadas por la selva, anteriores a la llegada de los incas a esta zona.
«Para mí, salvar este territorio es salvar la vida de mi familia de mis vecinos, pero también crear alternativas que nos permitan ver un futuro más prometedor como seres humanos», señala a EFE Inti Arcos, coordinador de la Mancomunidad, mientras muestra la ganadería sostenible que realizan las comunidades, que brinda leche y carne para la urbe quiteña.
Para el presidente de la Mancomunidad, Julio Flores, la naturaleza debe ser la fuente de vida. «Tenemos aquí nuestra propia agua. No tenemos que traerla de otro lado. Tenemos el turismo sin necesidad de invertir porque es la naturaleza, entonces el Chocó Andino es, en una sola palabra, como un paraíso», concluye.
Fernando Gimeno