Redacción América, 23 oct (EFE).- Los sistemas de salud de América Latina tuvieron la prueba de fuego más grande que hubieran podido tener con la pandemia de la covid-19, que mostró todas sus falencias y puso a prueba la resistencia de los países.
En una relación pierde-pierde, los diferentes gobiernos se debatieron entre preservar la salud y mantener la economía a flote, con las redes sanitarias en máxima tensión en el periodo más crítico de toda la coyuntura.
En 2020, el primer año de la pandemia en América Latina, se registró una retracción del PIB regional del 7,7 %, conforme a datos de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), mientras que en 2021 se dio una recuperación del 3,7 %.
En 2022, la misma Cepal constató un crecimiento del 3,8 % y los números de 2023 podrían estar cerca del 2,3 % en promedio, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En medio de estos vaivenes es que baila la salud en la región. “Hemos visto que los países más afectados por la covid-19 tenían un impacto mayor en su economía. Hay un link. Creo que la pandemia demostró cuál es el link, pero no es el único. Existen estudios que dicen que una inversión de un dólar en salud en América Latina genera cuatro dólares en el Producto Interno Bruto (PIB), que obviamente no se ven de la noche a la mañana”, le afirma a EFE Rolf Hoenger, presidente de Roche Pharma para América Latina.
Para Hoenger, la pandemia dejó una huella. “Los números dicen claramente que ha demostrado las necesidades del sistema de salud, ya que tenemos la región con el mayor número de muertos por covid. Ha desnudado principalmente las ineficiencias en cuanto a la salud, y eso se ve en los números”.
EL PIB Y LA INVERSIÓN SANITARIA
Para acercarse a una atención adecuada en salud y lograr metas aceptables de cobertura, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que se invierta un 6 % del PIB en este sector.
El gasto promedio latinoamericano ronda el 3,8 %, pero antes de la coyuntura de la covid-19 este llegaba a un 6,6 %.
Incluso con esta variación, Cuba se sale de las métricas con un 10,47 %, muy cerca de lograr la cobertura universal.
Pero, ¿cómo hacer para la precaria situación económica de la isla no conspire en contra del sistema de salud?
“No dudo en que una atención en salud dedicada a prevención y detección temprana es el camino para todos los países. Si piensas que detectas un cáncer de mama temprano, probablemente lo puedas curar. Si lo detectas en fases tardías, no lo vas a poder curar, no vas a prolongar la vida y el costo para el sistema es por lo menos el doble.
Entonces, invertir en detección y en prevención temprana, para un sistema de salud, es absolutamente necesario. Cuba sí tiene esto, el sistema de salud al barrio, pero tiene el otro problema de no tenerlo todo disponible por factores económicos”, asegura Hoenger.
ARGENTINA: UNA INVERSIÓN EN SALUD AMENAZADA
Argentina fue el segundo país que más gasto del PIB destinó a salud en 2022 (6,6 %), pero su sistema de salud, altamente cuestionado durante la pandemia por la existencia de un llamado “Vacunatorio VIP” en el que se privilegió a cercanos al Gobierno a la hora de la vacunación contra el coronavirus, está gravemente amenazado por una inflación rampante.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), en septiembre el IPC registró una variación del 12,7 % mensual y el interanual saltó al 138,3 %, lo que hace que muchos profesionales sanitarios pasen del sistema público al privado de medicina prepagada o emigren.
No obstante, para Hoenger “hay fundamentos muy fuertes en Argentina. Tiene una tradición de educación médica, tiene instituciones fuertes, un sistema relativamente complejo porque es muy segmentado, y los subsistemas han generado una relativamente buena atención en salud. Esas problemáticas sí existen, pero creo que sería muy difícil especular lo que vamos a tener dentro de un año. Nuestro secreto es adaptarnos a las circunstancias”.
LOS GOBIERNOS LATINOAMERICANOS Y LAS FARMACÉUTICAS
Salvo Cuba, que desarrolló su propia vacuna contra el coronavirus (la Abdala), todos los gobiernos latinoamericanos recibieron compuestos fabricados por las grandes farmacéuticas (como Roche) para combatir la enfermedad.
Esa asociación, que en principio fue casi que meramente económica, se transformó en muchos casos en una unión que refleja en qué medida se pueden solidificar relaciones público-privadas para el fortalecimiento de la red sanitaria y de la prevención.
El trabajo conjunto de gobiernos y farmacéuticas ayudó en muchos casos a hacer la diferencia en cuanto al impacto social y económico.
“Hubo varios gobiernos en la región en los que la idea de realmente dar fuerzas a la parte diagnóstica es algo que, especialmente durante la pandemia, ha demostrado cuál es el valor de todo esto. En la pandemia, el saber o no saber qué era o no lo que se tenía fue esencial, y eso generó una consciencia sobre los sistemas de salud, de que es una inversión que tiene que ser hecha”, dice Hoenger, quien comenzó a trabajar en Roche en 1993.
Roche es la principal empresa del ramo y facturó 67.196 millones de dólares en 2022. La empresa suiza se asoció con Moderna en diciembre de 2020 para la creación de la vacuna con ARN mensajero contra el coronavirus.
Luis Alejandro Amaya