Santiago de Chile, 17 may (EFE).- Los mercados reaccionaron este lunes de forma adversa al resultado de las elecciones constituyentes de Chile, al tiempo que algunos ciudadanos festejaron como quedó conformada la convención de los 155 elegidos que redactarán una nueva Carta Magna, con una baja representación de la derecha que no podrá impedir que se acometan cambios al modelo de país.
La Bolsa de Santiago acabó la jornada con una caída del 9,3 %, el mayor desplome desde que se decretó el estado de alarma por la pandemia en marzo del año pasado, mientras que el mercado cambiario también reaccionó con pesimismo y el peso chileno pasó de 700 a 716 unidades por cada dólar, el peor registro de la divisa local en los últimos 11 meses.
El lunes negro de los parqués contrastó con el optimismo de algunos ciudadanos, que celebraron los resultados y la ventana de oportunidad que pueden suponer para construir un país de mayor justicia social.
«Espero que la irrupción de los independientes sea un cambio favorable. No queremos a las mismas personas de siempre y eso se vio reflejado en las votaciones», dijo a Efe la ciudadana chilena Marcela Acevedo.
Otro habitante de Santiago, Fernando Gómez, dijo a Efe que «Chile ya está pidiendo cambios más profundos» y expresó su deseo de que en el debate sobre la nueva Constitución «se den las cosas de manera centrada y calmada para poder llegar a esos cambios».
Expertos como el director de la Escuela de Negocios Universidad Mayor, Francisco Catañeda, dijeron a Efe que «es indudable» que «vienen cambios» y que estos suponen «una ventana de oportunidad» pero «también de riesgo para la economía», tanto para los grandes grupos empresariales como para la pequeña y mediana empresa, cuya «financiación se va a encarecer».
«Posiblemente todo este contexto puede acelerar la salida de capitales, lo cual obviamente va a afectar la bolsa y al dólar, y va a haber algo más de inflación. Veo una situación económica compleja de aquí a un año, cuando se cierre la constituyente», expresó.
Castañeda consideró que los resultados de los comicios dejaron a Chile «bajo tensión» y que lo esperable es «cierta madurez» en el órgano constituyente para «alcanzar los acuerdos sociales necesarios y avanzar en reducir las brechas», pero manteniendo «la fuerza productiva y empresarial».
LA VENTANA PARA LOS CAMBIOS SOCIALES
La derecha chilena aspiraba a lograr al menos un tercio de la representación en ese órgano, porcentaje que le hubiese otorgado capacidad de negociar para contener el alcance de los cambios y poder de veto para impedir que la nueva Ley Fundamental plasme normas opuestas a sus postulados, pero únicamente obtuvo 37 escaños.
Con este desfonde, la pista quedó despejada para que las grandes triunfadoras de las elecciones, las candidaturas de los ciudadanos independientes ajenos a partidos políticos, de corte mayoritariamente progresista, puedan dibujar junto a la oposición de izquierdas un modelo de nación que contemple sus preocupaciones, con un fuerte componente de justicia social.
Con sus 48 escaños, los independientes son la primera fuerza de la convención y tienen la llave para promover los cambios, pero no podrán hacerlo solos, ya que por sí mismos no alcanzan los dos tercios de la representación, proporción necesaria para aprobar cada norma que se quiera incluir en la nueva Constitución.
Las grandes negociaciones para aprobar las disposiciones de la nueva Constitución podrían ser la norma, dada la heterogeneidad de todas las listas que lograron representación, elemento que podría acotar el calado de los cambios.
«Una Constitución no tiene que ser de izquierda, tiene que ser que una Constitución que represente a la mayoría de chilenas y chilenos. Si eso tiene un componente social fuerte, claro que sí», dijo por ejemplo el abogado Daniel Stingo, el candidato de la convención constituyente más votado, que se presentó como independiente pero en el seno de la lista del partido de izquierdas Revolución Democrática.
La convención comenzará a trabajar entre finales de junio y comienzos de julio próximos y tendrá un máximo de 12 meses para redactar la Constitución, tiempo de debate que transcurrirá bajo la atenta mirada de la ciudadanía y también de los mercados.