Buenos Aires, 7 sep (EFE).- La actividad industrial de Argentina perdió vigor en julio pasado, un mes marcado por fuertes tensiones políticas y financieras en el país suramericano, donde la elevada inflación y las restricciones a las importaciones afectan la producción manufacturera.
Según informó este miércoles el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), la actividad industrial avanzó 5,1 % interanual en julio, acumulando seis meses consecutivos de crecimiento pero evidenciando una desaceleración respecto de la tasa del 7,3 % verificada en junio.
De acuerdo con los datos oficiales, la producción industrial experimentó en julio un retroceso del 1,2 % respecto a los niveles de junio y recortó el crecimiento acumulado en los primeros siete meses del año al 5,8 %.
JULIO DE NERVIOS
La industria argentina operó en julio en un contexto de fuertes tensiones financieras y políticas.
Junio había cerrado con renovadas restricciones en el acceso a divisas para el pago de importaciones.
Esa medida, orientada a evitar una mayor caída en las reservas monetarias del país, no solo afectó a las industrias sino que además exacerbó las expectativas negativas en los mercados, que reaccionaron con una caída generalizada en el valor de bonos y acciones, y un fuerte salto en las cotizaciones paralelas del dólar estadounidense.
El nerviosismo cambiario rápidamente detonó un alza generalizada de precios en la economía real: el índice de inflación de julio fue del 7,4 %, el mayor salto mensual de los últimos 20 años, y se ubicó en el 71 % interanual, afectando los costos de producción y las decisiones de consumo e inversión.
«Las crecientes dificultades en el acceso a divisas para la producción encarecen y limitan el abastecimiento de insumos claves para la actividad industrial. Al mismo tiempo, las tensiones macroeconómicas deterioraron las expectativas para el mercado interno con una aceleración de la inflación», señaló en un informe el Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina, la mayor patronal del país.
En el plano político, el recrudecimiento de las diferencias en el seno de la coalición gobernante derivó en julio en cambios al frente del Ministerio de Economía, primero con la renuncia de Martín Guzmán, su reemplazo por Silvina Batakis y, apenas tres semanas después, la salida de esta y la llegada de Sergio Massa como «superministro» del área económica.
TENUE LUZ DE ESPERANZA
El desembarco de Massa en el Gabinete del presidente Alberto Fernández logró apaciguar la tormenta financiera.
A la par de las primeras medidas del nuevo ministro -orientadas a tratar de cumplir con las exigentes metas fiscales y monetarias comprometidas con el Fondo Monetario Internacional (FMI)-, en agosto la actividad industrial habría confirmado que se encuentra en una meseta, aún muy afectada por las restricciones a las importaciones.
«El 85 % de las importaciones de Argentina son de bienes para la producción. Mientras las restricciones continúen, la industria seguirá planchada», dijo a Efe Leonardo Piazza, director de la consultora LP Consulting.
El experto avizora, sin embargo, que estas restricciones se podrían flexibilizar, dando pie a una leve mejora en la actividad fabril hacia finales de este año, aunque no a los niveles de recuperación del año pasado, cuando la industria registró un crecimiento del 15,8 %.
Según Piazza, hay una «alta probabilidad» de que ingresen más divisas por la liquidación de exportaciones del agro y de que Massa «traiga buenas noticias de Estados Unidos», donde está de visita desde el pasado lunes.
A ello se suma que en los próximos meses, cuando Argentina ingrese en el verano austral, las necesidades de importar energía mermarán, restando presión sobre las reservas monetarias.
«Si Argentina logra acumular más reservas, las importaciones se podrán ir liberando de a poco, sobre todo aquellas importaciones más sensibles que repercuten en la industria. Si eso sucede, la industria puede repuntar levemente en el último trimestre», señaló Piazza.
Natalia Kidd