Caracas, 24 dic (EFE).- Como todos los amantes de los videojuegos, la venezolana Génesis Rojas sueña con encontrar bajo su árbol de Navidad la Playstation 5, una consola que promete gráficos y velocidades nunca antes vistas en el universo «gaming». Pero en Venezuela, este aparato es más que un lujo: es un regalo imposible, cuyo precio supera en tres veces al de Estados Unidos o Europa.
Los 400 dólares que cuesta en el resto de países se convierten en las tiendas del país caribeño en unos 1.400, un lujo que muy pocos se pueden permitir. Es el mismo dinero que se paga por un vehículo usado, por una motocicleta nueva o por un electrodoméstico de última generación.
«Me parece una exageración ese precio», dice Rojas resignada. «Entiendo lo del traslado (envío) y todo eso, pero aún así me parece un precio súper exagerado. Al menos, aquí en Venezuela, sabiendo como está la situación (económica)», añade la joven.
CARACAS, LA BURBUJA
Venezuela, otrora parada obligatoria para las grandes marcas y productos, atraviesa hace más de un lustro por la peor crisis de su historia moderna, con caída del PIB y alta inflación.
Con ese panorama, no siempre es fácil encontrar las novedades que inundan el mercado mundial, aunque en Caracas, una burbuja en la que poco se sienten los problemas en comparación con el resto del país, donde la crisis se expresa con mayor crudeza, la ansiada Playstation 5 se vende en varias tiendas.
En el llamado «centro de la tecnología» de Caracas, un edificio de varias plantas con decenas de tiendas especializadas en dispositivos electrónicos, una vendedora que prefiere el anonimato explica a Efe que ha vendido varias consolas de videojuegos desde que comenzó el mes de diciembre.
Pocas de ellas son Playstation 5, aunque algunas con precios que superan los 400 dólares pese a ser «viejas». Este dato no deja de sorprender a la mujer, que reconoce que la crisis de Venezuela se entierra con los miles de dólares que se venden cada día en ese centro comercial.
«No lo sé», dice encogiendo los hombros cuando se le pregunta por qué la nueva consola de Sony cuesta el triple en la tienda en que trabaja. «Yo sólo la vendo», agrega con la sonrisa de quien aspira concretar una transacción.
«POCO DINERO»
Días antes de la Navidad, una pareja busca en Caracas el «regalo ideal» para un pequeño sobrino, un niño al que le gustan las bicicletas y los autos eléctricos de juguete, que alguna vez fueron populares en el país.
«No tenemos hijos, buscamos para un sobrino», dice a Efe el hombre, que se identifica como Andrés luego de dudar algunos segundos si responder a las preguntas.
Las bicicletas por las que preguntó en un comercio del llamado Bulevar de Sabana Grande, una larga vía peatonal que une el considerado acomodado este de Caracas con el oeste, más popular y, a veces, deprimido, se escapan de su presupuesto.
«Tenemos poco dinero», comenta antes de cortar la conversación y proseguir su camino.
Efe constata después que las bicicletas para niños superan los 100 dólares, mientras que los carros eléctricos se venden por 250 unidades de la divisa norteamericana.
«Se han vendido pocos, cuestan 250 (dólares)», asegura un vendedor sobre los carros, que se exhiben fuera de la tienda simulando la disposición que hacen de vehículos reales los concesionarios de las grandes marcas.
Pero faltan varios días para la Nochebuena y el vendedor no pierde la esperanza de que los compradores lleguen más pronto que tarde, que sus ingresos aumenten por colocar decenas de esas bicicletas que salen de la tienda en una pequeña caja, y no armadas.
DOS NIÑAS CON SUERTE
Pero otros tienen más suerte, como las hijas de 2 y 7 años de la venezolana Bethania Araque que podrían, si entendieran la situación que atraviesa su país, considerarse afortunadas.
Y es que las pequeñas no sólo recibirán regalos esta Navidad, sino que obtendrán los que pidieron al «Niño Jesús», como llaman en Venezuela al encargado de entregar los presentes cada Nochebuena o Navidad.
«La mayor tiene sus prioridades muy claras. Ella quiere un teléfono y un aro de luz, eso más o menos me lleva entre 200 y 300 dólares», dice Araque a Efe sobre su primogénita, fanática de la red social Tik Tok.
La mujer de 28 años apunta que trabaja «en la industria de la gasolina», un recurso que hace apenas meses era casi regalado en Venezuela y ahora se vende en un engorroso sistema de subsidios que mantiene a los consumidores en largas filas que pueden prolongarse un par de días.
Y quienes prefieren hacer colas de horas y no de días, pagan la gasolina a «precio internacional», es decir, 0,50 dólares por litro.
Sin importar su precio, muchos consumidores reportan el presunto bajo octanaje del combustible, por cuanto recurren a aumentadores que se venden en las mismas estaciones donde compran la gasolina.
Algunos compran los elevadores de octanaje que vende Araque en una gasolinera del este de Caracas.
En total, la mujer estima que gastará cerca de 600 dólares en los regalos de sus hijas, dos niñas que, reconoce, tienen suerte.
«Es por mi trabajo (que puedo gastar ese monto)», explica casi con vergüenza, como si fuera su responsabilidad la crisis que mantiene vacíos los bolsillos de los venezolanos.
«Hay otras personas que no llegan ni siquiera a 100 (dólares para regalos), tengo mucha gente cercana que no tiene para hacerle regalos a sus hijos», dice.
«UNA CREMA, UN SPLASH»
Algunos de los que no recibirán los regalos que desean prefieren dar vuelta a la situación y ser ellos el «Niño Jesús» de sus seres queridos.
Como la joven Rojas, que sueña con una Playstation 5 que, al menos este año, no recibirá.
Así, será ella quien entregue regalos sencillos a sus familiares, pasando por el tamiz que impone la crisis a la mayoría de los venezolanos.
«Una crema (corporal), un splash», dice a Efe que regalará a su madre, una pensionista del oeste de Caracas. No es el que hubiera querido, explica, pero queda conforme, porque, en estos casos, la intención cuenta mucho más que el regalo.