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22 de noviembre de 2024

Por tierra, río y aire, la guerra contra la minería ilegal en la Amazonía

Itaituba (Brasil), 15 feb (EFE).- Un aullido rompe el silencio de la Amazonía brasileña. Es la señal de un agente de fiscalización medioambiental para avisar de que acaba de encontrar una enorme excavadora que en los últimos días ha abierto un yacimiento minero ilegal de 16 hectáreas en plena área de conservación.

Es el primer gran hallazgo de la operación «Pariwat», desplegada desde el martes por el Instituto Chico Mendes (ICMBio) para destruir puntos ilegales de extracción de oro y casiterita, un mineral usado para la fabricación de chips que cotiza al alza.

Corren nuevos tiempos en Brasil. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha sido tajante en sus primeras semanas de Gobierno: se acabó la minería clandestina en zonas protegidas.

Atrás quedan los cuatro años de gestión de Jair Bolsonaro, en los que incentivó con discursos y acciones la actividad minera informal, motor económico de esta región del estado de Pará, donde el «garimpeiro» (el minero ilegal) es homenajeado y los fiscales del ICMBio son llamados «demonios».

EL «GARIMPO» SE EXPANDE POR LA SELVA

Después de unas cinco horas por carretera y media hora en balsa para cruzar el río Tapajós, Ronilson Vasconcelos, agente federal medioambiental y coordinador del operativo, toma la palabra en el punto de encuentro donde les recogerán dos helicópteros para ir al «primer objetivo».

«Me gustaría que todos los fiscales fueran armados», explica a su equipo.

El destino es un yacimiento minero ilegal que las autoridades monitorean desde agosto pasado. Desde ahí solo ha ido creciendo y lo peor es que no es nuevo. Se trata de la expansión de uno más antiguo que incluso llegó a ser embargado.

Según estimaciones oficiales, el ICMBio cerró «más de 200 garimpos» en la región en 2022, pero cada año la presión es mayor por culpa del uso de la maquinaria pesada, más rápida y eficiente. El problema se repite en todo el bioma.

En toda la Amazonía brasileña, la minería informal se duplicó en la última década hasta las 179.913 hectáreas en 2021, de acuerdo con la red Mapbiomas, formada por ONG, universidades y empresas de tecnología.

TIERRA ARRASADA DESDE EL AIRE

Desde el aire, el aspecto es desolador en este punto de la Floresta Nacional de Altamira, donde las pozas de lodo y mercurio para extraer metales preciosos han teñido el paisaje de muerte y destrucción.

Es tierra arrasada, de difícil recuperación debido a la utilización de esos insumos altamente tóxicos que se llevan por delante la salud de ríos, bosques y pueblos.

Los mineros clandestinos parecen haber huido poco antes de la llegada por aire del equipo de Vasconcelos y una patrulla de agentes de la Fuerza Nacional, cuerpo de élite de la Policía.

Es como si alguien les hubiera avisado con anterioridad. La red de informantes de los «garimpeiros» en la zona es amplia.

«Probablemente cuando vieron que llegábamos, huyeron por la selva. Tanto es así que dejaron el mineral, la balanza, la motosierra…» de por medio, explica a EFE Vasconcelos.

Se dejaron hasta las llaves puestas en la excavadora marca Hyundai, modelo PC, cuyo valor en el mercado alcanza entre 90.000 y 180.000 dólares. No hay que irse muy lejos para comprar una.

En Itaituba, municipio de 100.000 habitantes conocido como «ciudad pepita» y desde donde partió la operación, se venden casi 100 excavadoras al año, según fuentes del sector.

Encontrar esa infraestructura suele indicar que detrás hay alguien con mucho dinero o influencia política, o ambos.

«Es un negocio muy ventajoso para quien lo financia. Las personas que trabajan aquí prácticamente están en una situación de esclavitud. No gastan casi nada. Todo lo que sacan es lucro», apunta Vasconcelos.

RASTROS FALSOS Y RADIOS CON SATÉLITE

En medio de las prisas, sí intentaron, por ejemplo, engañar a los fiscales al esconder la excavadora en una zona boscosa, apartada algunos kilómetros del centro de la mina, y dejar rastros falsos por otras áreas para despistarlos.

No les sirvió de nada. En menos de una hora la encontraron.

«Se las quiso dar de listo, pero nosotros somos más inteligentes que ellos», asegura con orgullo uno de los miembros del equipo de ICMBio, quien por cuestiones de seguridad no quiso revelar su nombre.

En el interior de la excavadora, los fiscales encontraron además una radio pirata, equipada con una antena artesanal, con la capacidad de conectarse a «satélites militares norteamericanos deshabilitados», según Mauricio Santamaría, coordinador regional de ICMBio en el oeste de Pará.

«La radio estaba encendida y nos la vamos a llevar. Las frecuencias que están aquí son elementos de prueba y también nos sirve para mapear, realizar escuchas y entender qué canales están usando», añadió.

El resto de los equipamientos corrió otra suerte, la hoguera. La excavadora, los bidones de gasolina, los motores auxiliares y el campamento donde procesaban su fiebre por los metales preciosos fueron quemados por cuestiones de logística y ahorro a las arcas públicas. Misión cumplida, un «garimpo» menos en la Amazonía. Mañana esperan más.

Carlos Meneses

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