Santiago de Chile, 10 mar (EFE).- El primer año del Gobierno progresista de Gabriel Boric desde la perspectiva económica ha quedado marcado por la crisis coyuntural internacional, que el mandatario ha tratado de combatir con pragmatismo y medidas sociales y verdes similares a las de las grandes economías europeas, y los ataques de la oposición y la elite financiera, que han maniobrado para defender el sistema ultraliberal.
El último y más duro de ellos completado esta misma semana después de que el Congreso votara en contra de la ambiciosa ley de reforma tributaria, que contaba con el aplauso de organismos como la Cepal y la OCDE y con la que se pretendía incrementar la recaudación fiscal en 3,4 % del PIB.
Un supuesto «palo al Gobierno» que el propio Boric calificó de derrota para jubilados, mujeres y quienes necesitan cuidados, y que el abatido ministro de Hacienda, Mario Marcel, dijo, celebran los evasores y sus asesores y socava la inversión, pues atascará el consumo y la recuperación económica.
La decisión del Congreso, fruto también de las pírricas batallas en el seno de la alianza de izquierdas, se suma al fracaso en el referéndum sobre la nueva Constitución, rechazada por amplia mayoría pese a que garantizaba mayores derechos y abría el camino a reformas sociales estructurales.
COYUNTURA INTERNACIONAL NEGATIVA
En octubre, el economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Pierre-Olivier Gourinchas, advirtió que la prolongación de la guerra, la galopante inflación galopante y la crisis energética europea proyectan un «futuro desafiante», ya que «lo peor de la crisis está por llegar».
Si a ello se suma la fuerte subida de tasas de interés en EE.UU., el dólar más alto en 20 años y la desaceleración económica china, el horizonte se atisba tenebroso, especialmente en Latinoamérica, donde se preve que el crecimiento sea muy lento en todo los países menos uno: Chile, el único que probablemente entre en recesión.
Según los pronósticos más optimistas del FMI, marcará una contracción de entorno al 1 %, no solo por la subida de la tasa de interés, la tercera más alta de la región, tras Argentina y Brasil.
También por el fluctuante precio del cobre y la decisión del Gobierno de Boric de evitar financiar la política social con deuda, al contrario que hiciera su predecesor, en un ejercicio de responsabilidad fiscal y de visión a medio plazo que si bien lastra el crecimiento, crea bases más sólidas de cara a la recuperación futura, coinciden los expertos.
Influye igualmente la desigualdad estructural de la sociedad chilena, víctima de una perdida de poder adquisitivo en todas las clases menos en la élite, agregan.
La inflación superó el 13 % en agosto -la más alta en tres décadas- mientras que los salarios permanecieron estancados y el crédito se encareció como consecuencia de la escalada de la Unidad de Fomento (UF), una antigua herramienta pensada para el ahorro devenido en espada de Damocles para las familias
La UF valía unos 30.000 pesos el primero de enero de 2022 y en la actualidad supera los 35.000, la misma subida que los últimos ocho años juntos. Una buena noticia para los pocos afortunados que tienen inversiones y ahorros, y pésima para la mayoría, que vive del crédito al consumo.
APLAUSO FUERA, CRÍTICAS DENTRO
Economistas locales, como Manuel Agosín, de la Universidad de Chile, consideran que el desempeño económico de la Administración Boric ha sido malo «totalmente desenfocado de las necesidades de los chilenos» ya que «su ideología no le permite percibir la realidad».
Desde el exterior, sin embargo, se observa con más indulgencia, conscientes de los obstáculos internos y de la rémora que para cualquier gobernante supone la coyuntura mundial.
«Boric tenía una misión difícil, política y económicamente. Buscaba implementar promesas de campaña ambiciosas y costosas, en un momento en el que Chile estaba recortando el gasto para abordar la resaca de la deuda por la pandemia», explica a EFE Benjamin Gedan, director adjunto del Programa Latinoamericano del centro de estudios Wilson Center, con sede en Washington.
«Las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania, incluido el aumento de los precios de los alimentos y la energía, complicaron aún más las cosas, ya que el banco central aumentó drásticamente las tasas de interés para reducir la inflación», recuerda antes de recalcar que «la política en Chile también ha sido compleja».
«Justo cuando Boric buscaba reestructurar el contrato social de Chile, la convención constitucional produjo una propuesta impopular que se incendió y descubrió que el Congreso dividido no es fácil de navegar», subraya.
Pero «el estilo de Boric, su reacción a la fallida reforma constitucional y sus últimos nombramientos en el gabinete han mostrado un pragmatismo que tranquiliza a los inversores. Eso ayudará a Chile a atraer capital y restaurar el crecimiento económico», concluye con más optimismo.
Javier Martín