Las consecuencias negativas del cambio climático y la disminución de los recursos naturales son uno de los principales motivos que han llevado a las personas, tanto del sector público como privado, a preocuparse en estos últimos años y buscar ayuda o alternativas para sus hábitos ya sea de consumo o actividades en la sociedad.
Se habla mucho de la economía circular, de la economía verde o de finanzas sostenibles, cuyo objetivo final es consumir y producir de la forma más responsable, sin dañar al planeta.
La idea principal es desarrollar procesos productivos para el funcionamiento de la naturaleza, es decir, que se aprovechen al máximo los recursos utilizados, que los residuos generados sean escasos o que, en caso de producirlos, se transformen en materias primas para crear nuevos productos.
Para entender mejor y ver de qué trata la Economía Azul, veremos algunas ideas principales.
Seguramente te estarás dando cuenta de que la Economía Azul tiene una relación con la Economía Circular, con el mayor aprovechamiento de los recursos, o la Economía Verde, con la protección del medio ambiente, por lo que pueden confundir a primera vista.
La principal diferencia se encuentra en que mientras la Economía Azul busca la eficiencia, aprovechando los recursos disponibles sin que los costos se incrementen ni para las empresas ni para los consumidores, la Economía Verde, generalmente, lleva una mayor inversión por parte de las compañías que se traslada al usuario final, quien debe pagar un mayor precio por obtener un bien o servicio producido con sostenibilidad y responsabilidad.
La Economía Azul fue retomada en la Conferencia de Rio+20 del 2012 y en la Cumbre Mundial del Océano del 2018, siendo un tema importante. Es en este punto donde estamos viendo la Economía Azul como el aprovechamiento sostenible de todos los sectores económicos que tienen una relación con el océano.
La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) estima que el valor de la producción mundial de los sectores que conforman la Economía Azul equivale a un 2,5% de valor agregado bruto (VAB) y prevé que en el futuro sea mayor, aunque reconoce que será difícil poder tomar acciones, ya que son grandes, ante la contaminación del agua y el calentamiento global.
A pesar de la falta de una definición exacta sobre la Economía Azul, el Banco Mundial lo define como el uso sostenible de los recursos oceánicos para el crecimiento económico, la mejora de los medios de vida y el empleo, preservando al mismo tiempo la salud del ecosistema oceánico.
La Economía Azul contempla tres pilares fundamentales: el medioambiente, lo económico y lo social. Al tocar el tema de Economía Azul, hay que saber la diferencia que hay con la Economía Oceánica. El término sostiene que es ambiental, inclusiva y sostenible para el mundo.
Además de poder dar una proporción de bienes y servicios en términos monetarios, también los arrecifes de coral, los manglares, las praderas marinas y los humedales prestan servicios ecosistémicos fundamentales, como la protección de las costas y la retención de carbono. (Fuente: La ONU)
América Latina es un suelo fértil para implementar estas alternativas económicas; no son verdes, sino azules, dando referencia a la fuerza de los mares que han sido maltratados y dejados de lado.
Por último, la Economía Azul busca ser accesible para todo tipo de consumidores. Al aprovechar de la naturaleza toda su energía y recursos al máximo, se reducen los precios en la búsqueda de soluciones inspiradas en el diseño de los ecosistemas naturales. Entonces, al tener bajos costes, se generan beneficios y se amplía el capital económico, aparte de las nuevas posibilidades de empleo.