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5 de octubre de 2024

Teoría e historia: el error más grave del economista

En este artículo, desmitificamos las nociones erróneas que han afectado la ciencia económica y los debates políticos. Una lectura obligada para comprender las herramientas clave y debatir con claridad, explorando la esencia de la teoría económica y su relación con los eventos históricos.

por Lucas Cano

En artículos pasados, hemos visto cómo la ciencia económica se ha vuelto menos clara y accesible. Las ciencias sociales, en general, han empezado a usar un lenguaje oscuro y métodos difíciles de entender, lo que ha creado una suerte de barrera entre expertos y el público general, como una especie de estratificación intelectual. 

Estas nuevas teorías se ocultan detrás de números y estadísticas que confunden y complican el lenguaje. No solo aumentan el estatus y prestigio del investigador, haciéndolo parecer más importante de lo que es, sino que también protegen la teoría de posibles críticas. 

Andreski, ya en 1972, criticó esta tendencia, señalando que se ha creado un culto hacia métodos complejos sin considerar su utilidad real, denominándolo “la hechicería de la ciencia social”¹. 

Las teorías han dejado de sostenerse por su validez y han pasado a depender de cuán exclusivas y complejas aparentan ser desde fuera. Para aclarar esta peculiar tendencia, veamos cómo esta se aplica a los debates económicos contemporáneos. 

Para nuestros efectos, entonces, resulta crucial clarificar una de las controversias más significativas en nuestros campos de estudio, que constituye el núcleo de numerosos debates. En las discusiones entre economistas, frecuentemente se observa una especie de tendencia hacia la tautología o el razonamiento circular. 

En cierto punto de las discusiones, se apela a datos empíricos sobre la economía de un país o un contexto particular, sosteniendo que dicha investigación empírica invalida algún principio teórico económico, lo que, en teoría, desacreditaría su validez. No obstante, el tema central de este artículo es cuestionar tal premisa. 

¿Es realmente posible que el científico social acceda a los datos de manera imparcial y, a partir de ellos, derive conclusiones teóricas? ¿Existe realmente la neutralidad axiológica en la ciencia social?

Esta discusión genera una duda fundamental: ¿son la teoría y la historia equivalentes? 

¿Puede un solo dato histórico, que parece neutral, refutar por completo un cuerpo teoría económica (toda una escuela de pensamiento)? La respuesta inicial es un categórico, no. 

Como seres humanos, nuestra comprensión y recolección de datos de la realidad están profundamente sesgadas y mediadas (Véase, economía del comportamiento). Cuando usamos un dato para cuestionar una teoría, en realidad estamos interpretando ese dato a través de una teoría que ya teníamos en mente. 

En esencia, el debate no es sobre los datos en sí, sino sobre las teorías subyacentes que se pretenden posicionar como neutrales y objetivas. Por lo tanto, argumentar de esta manera es inútil, ya que no se llega a una verdadera superación de ambas tesis puestas en discusión.

LA TEORÍA Y LA HISTORIA

La teoría se enfoca en las leyes universales del comportamiento humano, que son aplicables más allá de las circunstancias específicas de tiempo y lugar, en nuestro caso hablamos de leyes económicas, como esos fenómenos interdependientes y regulares que surgen del intercambio y del acto humano en un contexto de escasez. 

Estas leyes nos permiten prever cómo podrían actuar las personas bajo ciertas condiciones. Sin embargo, dado que estas leyes no se derivan de la experiencia empírica, no pueden ser refutadas por ella. Aunque sí pueden ser desafiadas desde un punto de vista filosófico.

En cuanto a la historia, esta se dedica a estudiar los eventos particulares y sus efectos en el pasado. Nos ofrece una narrativa de los hechos históricos, proporcionando el contexto y los datos específicos de cómo se han manifestado. 

Mises² enfatizaba que, para entender realmente la historia, debemos aplicar la “concepción” y la “comprensión”. Esto significa que interpretamos los hechos históricos a través de teorías previas que nos proporcionan un marco para comprender la acción humana y su propósito o dirección final. 

La concepción se refiere a la capacidad de formar una imagen conceptual y universal de los eventos pasados, mientras que la comprensión implica captar el significado y las motivaciones detrás de las acciones humanas. 

Observamos que la teoría económica no puede deducirse exclusivamente a través de la historia, es decir, no existe buena historia sin una correcta teoría que la pueda interpretar, estas se retroalimentan, ya que existen eventos singulares y complejos que no se pueden repetir o están sujetos a una probabilidad incuantificable.

EL CIENTIFICISMO ECONÓMICO

Es crucial abordar esta concepción equivocada que es común en nuestra disciplina, donde se depende excesivamente de estudios econométricos y compilaciones estadísticas con la intención de establecer causalidades (inferencia estadística) para fenómenos o respuestas teóricas. 

Si consideramos brevemente la idea general de esta corriente, que afirma que las leyes económicas son exclusivamente empíricas, llegaríamos a la conclusión de que la economía sólo puede ofrecer explicaciones válidas para un momento específico, sin aplicabilidad universal. Veamos a detalle sus inconsistencias.

Primero, esta afirmación en sí misma no puede ser verificada mediante métodos empíricos, lo que lleva a una contradicción insuperable: el sistema metodológico se basa en lo que critica. Aun aceptando esta premisa como válida, emergen otros problemas significativos:

– La afirmación misma, está sujeta a refutación empírica, lo que la sumerge en un relativismo epistemológico y la conduce al historicismo. Esto deriva en absurdos totales como que la ley de demanda solo existe en contextos determinados y todas sus conclusiones son únicamente aplicables a ese momento y lugar.

– Destruye la esencia del análisis social: que es reconocer y no simplificar ni reducir la intencionalidad y complejidad de la acción humana, que a diferencia de las ciencias naturales, consta de voluntad y es fundamentalmente subjetiva (tacita, cambiante, dispersa y no articulable) por lo que es no medible (como se observa en la distinción entre la probabilidad de clase y la probabilidad de caso).

Con esto, buscamos evidenciar que la dependencia de la economía en la empiria para validar sus leyes teóricas no solo es metodológicamente contradictoria, sino que también socava la capacidad de la disciplina para comprender y evidenciar aspectos cruciales de la realidad e indispensables para la ciencia humana. 

El paradigma metodológico dominante de nuestra ciencia presupone que es posible realizar análisis empíricos de los datos económicos sin preconcepciones o influencias teóricas, buscando dotar de “cientificidad” sus supuestos, simplemente acumulando datos o información no interpretables, por ende, sin pertinencia o relevancia científica alguna.

LA ECONOMÍA Y EL PODER

Es notable cómo la economía, una disciplina cuyos principios advierten sobre el uso de recursos, limita las aspiraciones políticas. Los juicios y postulados económicos actúan como un recordatorio de que no todo es posible sólo con acuerdos y voluntad política, limitando su esfera de acción, evidenciando el problema de la escasez. 

Este hecho, podría indicar que ciertos grupos de interés tendrían bastantes incentivos para intentar desacreditar la economía y sus juicios, y así evitar que sus teorías interfieran con las políticas y decisiones gubernamentales utilizando el mencionado “cientificismo económico”, que de forma casual, coincide frecuentemente con incrementar la esfera de coacción estatal y el “abultamiento” de los presupuestos públicos. 

Este punto, lleno de implicaciones, queda a la consideración del lector, pero revela una concepción interesante sobre el funcionamiento de las estructuras de poder y su influencia en nuestro campo de investigación.

Esperamos que esto sirva no solo para robustecer los argumentos del apasionado sobre estos temas, sino que influya a los jóvenes economistas a cuestionar e investigar más profundamente sobre la metodología de nuestra disciplina, tema totalmente relegado, olvidado e ignorado por la academia.

Bibliografía y notas 

¹ Andreski, S. (1972). Ciencias sociales como forma de brujería. Editorial Amorrortu.

² Von Mises, L. (1949). La acción humana: Tratado de economía. Instituto Juan de Mariana

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