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23 de noviembre de 2024

Comercios desolados, un paisaje acentuado por la pandemia en Panamá

Panamá, 23 oct (EFE).- «He visto los cambios de los últimos 20 años en el barrio, desde el auge comercial hasta su caída por los factores de la construcción y la pandemia», relata Wesley Trammel, un estadounidense de 56 años y vecino de la zona comercial más desierta actualmente de Ciudad de Panamá: la calle Uruguay.

Hace poco más de un lustro, la calle Uruguay era el epicentro del ocio nocturno de la capital panameña: bares, restaurantes y comercios daban vida a una carrera que hoy se ve desalojada, llena de errantes y con escasas esperanzas de resurgir.

La vía, ubicada a pocos metros de la cinta costera del emblemático paseo marítimo frente a la apacible Bahía de Panamá, fue víctima de un ambicioso plan de reordenamiento urbano que se prolongó tanto en el tiempo que acabó con el movimiento comercial en el lugar.

Y la pandemia parece ser ahora el golpe final para la calle Uruguay y para muchos locales cuya desolación actual refleja no solo la crisis derivada de la emergencia sanitaria, sino la consecuencia de la desaceleración de una economía que exhibió hace una década el crecimiento más pujante de la región y que comenzó a menguar en 2013.

La construcción, con obras emblemáticas como la ampliación del Canal interoceánico y el metro de la capital, y edificios y centros comerciales que cambiaron la cara de la Ciudad impulsaron la economía, pero también crearon una distorsión que ahora pesa en el mercado: hay más de 24.000 unidades habitaciones en inventario, la mitad de ellas desde hace cinco años, según cifras del sector.

La covid-19 dejará este 2020 una caída del producto interno bruto (PIB) al menos del 9 %, un desempleo que pasará del 7,1 % al 25 % y una informalidad que subirá 10 puntos y llegará al 55 %, unos datos que se prevé mejorarán en 2021, cuando la economía se debe expandir al menos un 4 %, según el Gobierno.

CAÍDA DEL COMERCIO INTERNO

El cierre casi total del comercio no esencial desde mediados de marzo hasta finales de septiembre pasados derrumbó los indicadores de consumo en Panamá, una economía que depende de los servicios.

El Gobierno aprobó un bono de 100 dólares para los más golpeados por la crisis, una moratoria para el pago de obligaciones hipotecarias y de servicios públicos, y en ese marco la reducción de los alquileres de los locales comerciales se hizo insalvable en muchos casos.

«Sí ha habido ajustes significativos, incluso hasta un 25 % del canon de arrendamiento», aseguró a Efe Osvaldo Marchena, director de Grupo Tribaldos, una de las principales compañías inmobiliarias del país.

Pero la reactivación comercial ha sido lenta en Panamá, lo que analistas y comerciantes consultados por Efe atribuyen a la falta de dinero circulante y al ineficiente sistema de otorgamiento de créditos a la pequeña y mediana industria, que genera el 70 % de los empleos en este país de 4,2 millones de habitantes, para que pueda reiniciar operaciones tras el parón por la pandemia.

En la Ciudad de Panamá abundan, ahora más que antes, los carteles en los comercios que dicen «Se Alquila» o «Se vende», pero la vista más dramática la tiene la calle Uruguay, con negocios ya desvencijados por el abandono y los ladrones.

Aunque la pandemia tuvo «un fuerte impacto tanto en el valor de venta como de alquileres», para Marchena aún hay esperanza en el resurgimiento de la calle Uruguay gracias, principalmente, a su buena ubicación.

«Está a pasos de la Cinta Costera, tiene cerca unos hoteles muy importantes y aunque dependa principalmente del precio de los alquileres, si se queda bajo este perfil con el tiempo irán buscando otro tipo de propietarios para realzar nuevos comercios», señaló.

El Gobierno panameño ha apostado por la inversión extranjera como uno de las herramientas clave para incentivar la economía: este mes crearon el «programa de residencia permanente por razones económicas para inversionistas calificados» y en agosto el Parlamento aprobó un proyecto de ley que crea una normativa especial para atraer al país a multinacionales manufactureras.

Ana de León

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