La crisis sanitaria de la COVID-19 ha llegado a su fin oficialmente y los trastornos en las cadenas de suministro han retornado a los niveles observados antes de la pandemia.
A pesar de una caída complicada, la actividad económica en el primer trimestre del año estuvo dada por la inusitada solidez de los mercados laborales. Los precios de la energía y los alimentos han descendido con respecto a los máximos que alcanzaron a raíz de la guerra, y la inestabilidad financiera tras la turbulencia bancaria de marzo permanece contenida gracias a las firmes medidas adoptadas por las autoridades estadounidenses y suizas, según informó el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Según el pronóstico de base, el crecimiento se desacelerará de 3,5% el año pasado a 3% este año y el próximo, y mejora en 0,2 puntos porcentuales para 2023 con respecto a las proyecciones de abril.
Se prevé que la inflación mundial disminuya de 8,7% el año pasado a 6,8% este año -una revisión a la baja de 0,2 puntos porcentuales- y a 5,2% en 2024.
La desaceleración está concentrada en las economías avanzadas, donde el crecimiento descenderá de 2,7% en 2022 a 1,5% este año, y permanecerá en un moderado 1,4% el próximo año.
En cambio, en las economías de mercados emergentes y en desarrollo, se sigue previendo un repunte del crecimiento, con una aceleración del crecimiento interanual de 3,1% en 2022 a 4,1% este año y el próximo.
El crecimiento más alto y la inflación más baja de lo previsto son buenas noticias, que indican que la economía mundial está bien encaminada. Pero si bien algunos riesgos adversos se han atenuado, la balanza no deja de inclinarse a la baja.
En primer lugar, cada vez hay más señales de que la actividad mundial está perdiendo fuerza. El endurecimiento de la política monetaria a escala mundial ha llevado las tasas de política monetaria a territorio contractivo. Esto ha empezado a imponer un lastre en la actividad que está frenando el crecimiento del crédito al sector no financiero, incrementando los pagos de intereses de los hogares y las empresas, y ejerciendo presión sobre los mercados inmobiliarios.
En Estados Unidos, prácticamente se ha agotado el ahorro excedentario derivado de las transferencias relacionadas con la pandemia, que ayudaron a los hogares a capear la crisis del costo de vida y las condiciones crediticias más restrictivas.
En China, la recuperación tras la reapertura de la economía está dando señales de desfallecimiento, en medio de continuas preocupaciones acerca del sector inmobiliario, con implicaciones para la economía mundial.
Fuente: FMI, Perspectivas de la economía mundial (informe WEO), y cálculos del personal técnico del FMI.
En segundo lugar, la inflación subyacente, que excluye los precios de la energía y los alimentos, sigue superando los niveles fijados como meta por los bancos centrales, y se prevé que disminuya gradualmente de 6% este año a 4,7% en 2024, una revisión al alza de 0,4 puntos porcentuales.
Algo más preocupante es que se prevé que este año la inflación subyacente en las economías avanzadas siga registrando una tasa media anual de 5,1%, que luego disminuirá a 3,1% en 2024. Está claro que la batalla contra la inflación aún no está ganada.
Los salarios reales más bajos se traducen en costos de mano de obra reducidos. Esto quizás explique la solidez del mercado laboral pese a la desaceleración del crecimiento. Pero en muchos países, el aumento observado en el empleo va más allá de lo que cabe deducir de la reducción de los costos de mano de obra. Cabe decir que las razones no están del todo claras.
Si los mercados laborales conservan su dinamismo, cabría esperar y celebrar que los salarios reales recuperen el terreno perdido. Esto significa que los salarios nominales seguirán creciendo con fuerza por algún tiempo, incluso si la inflación de precios disminuye. De hecho, la brecha entre estas dos variables ha empezado a cerrarse.
Dado que los márgenes de ganancia de las empresas promedio han aumentado considerablemente en los últimos dos años, se sigue confiando en que hay espacio para un repunte de los salarios reales sin que se desencadene una espiral salarios-precios.