Cuando terminaba el colegio y empezaba a compartir con mi entorno la decisión que había tomado de convertirme en periodista, los comentarios fueron desde manifestaciones de orgullo de mis padres hasta un “qué desperdicio de inteligencia” de un profesor de Física. Transcurrieron los años y la situación se puso cada vez más complicada, hasta llegar a la categoría actual de labor en vías de extinción en que se encuentra esta humilde y sacrificada profesión.
A poco más de una década de abrazar al periodismo como compañero de vida laboral y de haberlo convertido en parte de mi personalidad, los resultados han sido fascinantes a nivel personal. Sin embargo, no pueden dejar de preocuparme los peligros que acarrea la importancia cada vez menor que se da a las humanidades y el pensamiento crítico en un momento de la historia en que probablemente son más necesarios que nunca, en nuestra sociedad.
El 2022 se despidió en medio de una encarnizada pero poco sorpresiva carrera por las elecciones generales, donde la capacidad de discernimiento entre planes de gobierno y promesas populistas se erige como una necesidad ineludible para tomar una buena decisión ante las urnas.
El ambiente se caldeó aun más con las campañas de desinformación, y hasta de incitación al odio, que rodearon a proyectos como el plan de transformación educativa, con el consecuente cuestionamiento inclusive del relacionamiento que vayamos a seguir teniendo con la Unión Europea y el financiamiento de programas tan sensibles como la merienda escolar.
Independientemente de que estemos a favor o en contra de las diversas posturas que se adoptan en estos temas de gran relevancia social, es innegable la importancia que adquiere la preparación que tenemos para desarrollar una lectura propia de los distintos elementos, para evitar caer en manipulaciones y en la reproducción de discursos sesgados por intereses particulares.
Así como nos interesamos por estar al día con las últimas tendencias de las ciencias y la tecnología, para no quedar rezagados en un mundo en constante evolución, cultivemos también la habilidad de pensar, analizar, interpretar y sacar conclusiones a partir de argumentos sólidos, que es lo que finalmente nos llevará a tomar las mejores decisiones.
Nuestro país necesita recuperar la figura y la presencia del intelectual independiente al que podamos acudir para orientarnos en la comprensión que queramos tener sobre los temas de actualidad.