La Paz, 15 jul (EFE).- La faceta más humana de Mauricio Hochschild, uno de los «barones del estaño» a quien la historiografía de Bolivia retrata mayormente como un «súper villano», quedó plasmada en el libro «Escape a los Andes», en el que dos periodistas bolivianos cuentan cómo el magnate salvó a miles de judíos de morir en el Holocausto.
Entre 2015 y 2016 surgió en Bolivia un renovado interés por la figura de Hochschild a raíz de algunas publicaciones que mencionaban que «había ayudado a salvar judíos y traerlos a Bolivia», comentó a EFE Raúl Peñaranda, uno de los autores del libro.
A esto se sumó la inauguración del Archivo Histórico de la Minería Nacional de Bolivia que contiene los documentos que revelaron esta faceta hasta entonces desconocida del empresario de origen judío alemán.
Robert Brockmann, el otro autor de «Escape a los Andes», explicó a EFE que en su libro «Dos disparos al amanecer», una biografía del presidente boliviano Germán Busch publicada en 2017, incluyó dos capítulos sobre su alianza con Hochschild para salvar a cuantos judíos se pudiera del Tercer Reich.
Brockmann accedió luego a mayor información de antiguos gerentes que trabajaron con el empresario, mientras que Peñaranda también obtuvo más datos durante un viaje a Washington.
Fue así como creció el interés de ambos por escribir un libro sobre Hochschild, algo de lo que hablaron al coincidir en una reunión y decidieron emprender juntos la iniciativa.
Para Brockmann, Hochschild fue «un personaje tan relevante» para la historia boliviana que era necesario «completar su figura».
«Es uno de los tres grandes ‘barones del estaño’ a quien la historiografía boliviana, sobre todo la que ha venido después de 1952, le atribuye a él y a los otros dos (Simón I. Patiño y Carlos Aramayo) todos los males del atraso y la pobreza de Bolivia por explotador», señaló Brockmann.
Mientras que la información reunida entre ambos «lo pintaba en una luz diferente, más completa. Ya no teníamos la caricatura de un súper villano perfecto, sino de un ser humano imperfecto, con muchos méritos y también con muchos defectos», añadió.
EL LIBRO
En «Escape a los Andes», los periodistas cuentan cómo Hochschild trazó un plan para ayudar a la comunidad judía y mediante su cercanía con el entonces presidente Busch, logró convencerlo «para que se abrieran las puertas de Bolivia» a estos migrantes.
«Contamos toda esa historia, pero también con un contexto grande de la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, los campos de concentración, la situación política boliviana de entonces y cuáles eran las fuerzas que estaban en pugna en ese tiempo», explicó Peñaranda.
Brockmann recordó que Hochschild intentó primero «abrir las puertas de las grandes democracias occidentales, Estados Unidos, Inglaterra y Francia», mediante un «lobby muy intenso y a los más altos niveles».
«Cuando todo esto fracasa, dice (que) no queda otra que llevarlos a Bolivia», un país «pobre, en crisis política» y que estaba saliendo de la guerra del Chaco que le enfrentó con Paraguay (1932-1935), dijo.
Busch acepta recibir refugiados, pero no solo judíos, sino a todo el que tenga «voluntad de trabajo», y ni bien firma el decreto de autorización, «ya había tres barcos en camino», agregó.
Se calcula que gracias a Hochschild, se salvaron unos 20.000 judíos, 12.000 que llegaron antes del Holocausto y 8.000 que arribaron después de la guerra.
«SCHINDLER BOLIVIANO»
Moritz Hochshild nació en 1881 en Biblis, en el estado de Hessen, en el seno de una familia judía «prominente», «respetada» y de vocación minera.
Trabajó en España y Australia antes de trasladarse a Chile, donde fue inscrito como Mauricio en sus documentos locales, y a principios de la década de 1920, se mudó a Bolivia, donde forjó su imperio minero, rememora el texto.
En 1933, perdió la nacionalidad alemana por disposiciones del nazismo, ante lo cual se naturalizó argentino para continuar viajando con un pasaporte que eventualmente le salvaría de acabar en un campo de concentración o una mazmorra en su paso por Alemania por negocios.
El haber arriesgado su vida y recursos para ayudar a la comunidad judía le valió ser llamado el «Schindler de Bolivia», en alusión al alemán Oskar Schindler, que salvó a 1.200 judíos del Holocausto empleándolos en sus fábricas.
Según Peñaranda, esta faceta de Hochschild era poco conocida porque el magnate «no quería contarla, su intención era ser conocido como un gran empresario y no como una persona que salvó vidas».
«Y luego el esfuerzo gigantesco que hizo el Estado boliviano de la revolución nacional después de 1952 por crear este mito de los villanos sin matices», complementó Brockmann.
Al final, Bolivia «actuó bien» al recibir sin condiciones a los migrantes, lo que le situó hacia fines de la década de 1930 como uno de los principales receptores de refugiados en el continente.
Gina Baldivieso