Los principales riesgos para la economía provienen del ámbito internacional, en un contexto global marcado por una alta incertidumbre. El aumento de las tensiones comerciales ha intensificado las dudas en torno a las perspectivas de inflación y crecimiento a nivel mundial, generando desafíos significativos para los responsables de política económica, según el Informe de Política Monetaria al cierre del primer trimestre del 2025.
Un eventual repunte en las expectativas de inflación podría dificultar la convergencia hacia las metas fijadas por los bancos centrales, mientras que una desaceleración más pronunciada de la actividad económica global podría superar lo estimado en los escenarios de base. En este marco, resulta complejo anticipar con precisión cómo evolucionarán estas dinámicas y qué efectos concretos tendrán sobre la economía mundial.
La menor demanda global podría contribuir a estabilizar —o incluso reducir— los precios de los commodities agrícolas y energéticos, lo que representaría cierto alivio inflacionario. Sin embargo, este efecto podría verse contrarrestado por condiciones climáticas adversas o una escalada en los conflictos geopolíticos, factores que podrían presionar nuevamente al alza los precios internacionales.
A nivel local, los principales riesgos para la actividad económica están vinculados al clima. Los pronósticos meteorológicos actuales no muestran señales claras de fenómenos como El Niño o La Niña, sino más bien un escenario de condiciones neutras. Pese a esto, persiste la incertidumbre sobre el rendimiento de cultivos clave, como el maíz y el trigo.
No obstante, las proyecciones climáticas apuntan a una buena distribución de las precipitaciones en varias regiones del país, lo que genera expectativas más favorables para el desarrollo agrícola. Por su parte, el sector ganadero podría registrar un desempeño por encima de lo previsto, gracias a la mayor demanda externa, impulsada por la apertura de nuevos mercados y los altos precios de exportación que se observan actualmente.