En los años que precedieron a la pandemia veníamos reflexionando sobre la guerra comercial entre EEUU y China.
Cuando Donald Trump asumió en enero del 2017 con su agenda política “America First” (Estados Unidos Primero), comenzó una agresiva guerra comercial contra sus principales socios.
China, que venía siendo su mayor socio comercial hasta el 2018 – con un volumen total transaccionado ese año de USD 737,1 mil millones –, fue el principal blanco de una ronda de aranceles aduaneros para obligarlo a comprar más productos americanos.
Todo esto, con el objetivo de frenar la implacable marcha de crecimiento económico chino de las últimas décadas y disminuir el déficit comercial, que se ubicaba en USD 378,6 mil millones para ese entonces.
Las tensiones de la guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo persistieron durante todo el 2019. La economía China venía enlenteciéndose, mientras que la americana iba en ascenso.
El 15 de enero del 2020, ambas partes firman la primera fase de un acuerdo comercial, donde Estados Unidos se comprometía a disminuir algunos aranceles aduaneros a cambio de mayores compras de sus productos y servicios.
Ya para el 23 de enero, China imponía una cuarentena en Wuham y para el 11 de marzo el Covid-19 fue declarado pandemia.
Lo que sobrevino después fue uno de los acontecimientos económicos más traumáticos de la historia moderna. Las prioridades simplemente se invirtieron al ver los estragos sanitarios causados en Europa y Estados Unidos. Si en los países más ricos el sistema de salud colapsó, el resto del mundo solo imaginaba lo peor.
La economía de guerra que siguió implicó prestar dinero al costo que sea para enfrentar al enemigo invisible. No hubo tiempo para pensar en nada más que no sea conseguir los recursos necesarios para frenar la velocidad de propagación del novel corona virus.
Ahora que entramos en el último trimestre del 2020, podemos ver cuál es la potencia que estuvo mejor posicionada para cosechar los frutos del desorden.
Ya el 5 de marzo de este año, EEUU otorgó exenciones a los aranceles sobre varios tipos de equipos médicos y para junio, China desplazó a México para convertirse nuevamente en el principal socio comercial de la potencia norteamericana.
Llegar a los objetivos del acuerdo comercial – comprar USD 200 mil millones más en productos americanos – iba a ser difícil en condiciones normales, pero ahora se hace casi imposible.
¿Jugada maestra o accidente fortuito?
Esta es la gran incógnita de nuestro tiempo y lo más objetivo que podemos hacer por ahora es analizar los datos.
China, cada vez más asertiva a la hora de ganar cuotas de mercado para sus productos, logró acaparar este año una participación del 25% en el comercio mundial – del 2017 al 2019 tuvo una cuota del 20% –.
En junio, el FMI estimó que su economía crecería 1% y ahora en octubre la actualizaron a 1,9% para el 2020 y a 8,2% para el 2021.
El gigante asiático ya contaba con la toda la estructura manufacturera para sacar el mayor provecho a la desenfrenada demanda de insumos médicos que generó el Covid-19. En lo que va del año, las exportaciones de mascarillas se incrementaron en 3.400% y los equipos médicos, en 70%.
Por otro lado, la ambiciosa visión “Hecho en China 2025” que esbozaron sus líderes en 2015 – para primero competir y luego dominar la cuarta revolución industrial de este siglo de rápido progreso tecnológico – se centra en industrias claves como: inteligencia artificial, robótica, biotecnología, software, circuitos integrados, dispositivos de telecomunicaciones 5G, nuevos materiales como los utilizados en pantallas digitales o celdas solares, entre otros.
Todo esto se fundamenta en que los costos de mano de obra van en aumento, a medida que el envejecimiento de la población hace que la fuerza laboral se reduzca, lo que socava su competitividad en manufactura intensiva que respaldó su ascenso.
Las viejas potencias de occidente, quieran o no, van a tener que lidiar con la competencia China y vamos a tener que negociar todos juntos la amenaza existencial que representa el cambio climático.
Las condiciones están dadas para un nuevo contrato en el orden mundial que seguimos viviendo desde la caída del muro de Berlín, con un peso específico mucho mayor de la economía centralizada China y su capacidad de influenciar en los avances tecnológicos claves.
Más que nunca vamos a tener que usar nuestra creatividad para imaginarnos un mundo más inclusivo entre todas las naciones y poner nuestros intereses en perspectiva. Que la fuerza nos acompañe.