Sao Paulo, 28 oct (EFE).- Brasil tendrá que decidir entre ceder a las presiones de Estados Unidos o fortalecer la relación con China, su mayor socio comercial desde hace once años. En el centro de este complejo dilema, la instalación del 5G en un mercado gigantesco con cerca de 230 millones de líneas móviles activas.
La mayor economía suramericana pretende realizar en el primer semestre de 2021 una de las mayores subastas de frecuencias de quinta generación ya realizadas en el mundo, con la duda aún en el aire de si podrán participar o no empresas chinas en el negocio.
Esta tecnología revolucionaria se ha transformado en un asunto geopolítico por las tensiones comerciales entre China, líder global del sector, y EE.UU., que intenta contener la creciente influencia del gigante asiático.
El Gobierno de Donald Trump ha emprendido una campaña internacional para disuadir a terceros países de que permitan la participación de empresas chinas, como Huawei, en sus operaciones de 5G bajo el pretexto de que son una «amenaza» para la seguridad nacional.
Las acusaciones de espionaje de EE.UU., que China niega con vehemencia, ya han surtido efecto en Reino Unido, Japón, Australia y Suecia.
Y ahora intentan seducir a un Brasil que aún no se ha posicionado abiertamente, aunque su presidente, Jair Bolsonaro, ya adelantó que en su decisión no sólo tendrá en cuenta los aspectos económicos.
El panorama podría cambiar con las elecciones presidenciales en EE.UU. del 3 de noviembre en caso de una victoria de Joe Biden, líder en los sondeos de opinión, aunque el candidato demócrata todavía no ha manifestado si está o no alineado con Trump en este tema.
EL 5G EN BRASIL, UN NEGOCIO CUANTIOSO
Brasil es uno de los mercados de telecomunicaciones más potentes y prometedores del mundo, con 227,3 millones de líneas móviles activas, de las que el 88 % tienen acceso a Internet, según datos oficiales publicados en agosto de este año.
Eso significa que 94,6 de cada 100 habitantes en el país están conectados a la red o que hay casi tantos celulares con acceso a Internet como los 212 millones de habitantes que tiene Brasil.
Según un informe divulgado esta semana por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los usuarios de banda ancha móvil se triplicaron entre 2012 y 2018 en Brasil.
Y aún hay espacio para más, pues un 30 % de los domicilios no poseen ni computador ni acceso a Internet, lo que abre un mundo de infinitas posibilidades al sector de telecomunicaciones que podrían multiplicarse con el advenimiento del 5G.
Según la Asociación Brasileña de Internet (Abranet), la implementación del 5G en el país debe generar cerca de 22.500 millones de dólares en negocios entre empresas hasta 2024.
En la práctica, las firmas chinas no participarían directamente de la licitación, pero sí a través del uso de su infraestructura por parte de las operadoras que pugnen por las concesiones.
El primer ejecutivo de Huawei Brasil, Sun Baocheng, advirtió al diario Folha de Sao Paulo que el veto a China retrasará la transformación digital, aumentará el costo de los operadores y, en consecuencia, subirá la factura de los clientes.
Todo ello porque Huawei, presente en Brasil desde hace 22 años, es la principal abastecedora de infraestructura de redes de los operadores locales, sector en el que aseguran haber invertido «más de 4.000 millones de dólares» en la última década.
BOLSONARO DICE QUE TENDRÁ LA ÚLTIMA PALABRA
El presidente Jair Bolsonaro, quien se ha alineado políticamente con Trump y es un anticomunista declarado, quiso dejar «bien claro» que él tendrá la última palabra sobre las condiciones en las que se desarrollará la subasta.
«Quien va a decidir sobre el 5G soy yo», aseveró el mes pasado.
En su discurso en la pasada Asamblea General de las Naciones Unidas, también dijo que Brasil «está abierto» al desarrollo de la tecnología 5G con «cualquier socio», y ahí matizó, que «respete» su «soberanía» y vele por «la libertad y la protección de datos».
LAS PRESIONES DE ESTADOS UNIDOS
«No es un secreto para nadie que Estados Unidos ha hecho una presión directa para que Brasil no deje a China participar en las subastas del 5G del año que viene», dice a Efe Carolina Moehlecke, profesora de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
La semana pasada, el consejero de Seguridad de EE.UU., Robert O’Brien, encabezó una comitiva que viajó a Sao Paulo y Brasilia, donde se reunió con Bolsonaro, al que le ofrecieron un paquete de inversiones millonarias en diversos sectores. Uno de los temas abordados fue el 5G.
Antes, el embajador de Estados Unidos en Brasil, Todd Chapman, ya había advertido de que un posible ingreso de Huawei en el sector del 5G pudiera tener «consecuencias» en las relaciones bilaterales.
Para Moehlecke, esa indefinición de la posición de Brasil evidencia fisuras dentro del Gobierno de Bolsonaro entre el ala más pragmática, partidaria de estrechar lazos con China, y la más ideológica, más interesada en acercarse a EE.UU.
CHINA TAMBIÉN AVISA
La embajada de China en Brasil se revolvió contra la visita de O’Brien, al que acusó de «diseminar con mala fe mentiras políticas» y «fabricar la ‘amenaza china'» con comentarios «basados en la mentalidad de la Guerra Fría».
También recordó que China es «la mayor fuente del superávit comercial y uno de los principales inversores de Brasil».
En ese sentido, el presidente de la Cámara de Comercio e Industria Brasil-China, Charles Tang, recomendó a Brasil «defender su interés nacional y no el de un presidente (Trump) que tal vez esté de salida», y eso pasa por «una aproximación con China».
De lo contrario, si Brasil se «convirtiera en enemiga» y vetase las empresas chinas del 5G, le podría pasar lo que a Australia, que «ya ha sufrido muchas sanciones» con varias factorías cárnicas descalificadas y tarifas adicionales a la importación de granos», advirtió Tang en declaraciones a Efe.
Carlos Meneses Sánchez