Todos los contratos de derivados se caracterizan por la ejecución futura del intercambio del activo subyacente a un precio fijo pactado por las partes en el momento del acuerdo. A partir de aquí comenzamos a resaltar las diferencias que existen en el mundo de los derivados para alcanzar un análisis más fino de los mismos.
La primera gran clasificación de estos contratos se fundamenta en que algunos son simétricos, mientras que otros son asimétricos. Los primeros implican la obligación para ambas partes de hacer algo – por ejemplo, el productor está obligado a vender el bien al comerciante y este, a su vez, a comprarlo –.
Sin embargo, en los asimétricos una de las partes tiene el derecho, pero no la obligación. Esto quiere decir que el productor – siguiendo nuestro ejemplo anterior – tiene la opción de vender el activo al comerciante, es decir, puede no hacerlo porque tiene la potestad de elegir. Por el otro lado, la contraparte – el comerciante – no tiene esa opción y está obligado a comprar el bien si así lo dispone el productor.
De esta primera gran clasificación provienen innumerables combinaciones de contratos de derivados. Sin embargo, existen cuatro arquetipos básicos:
- Forwards
- Futuros
- Opciones
- Swaps
Para dividir la complejidad del tema, en esta oportunidad abordamos nuestro análisis con el origen y el concepto de los dos primeros: forward y futuro.
El origen de los derivados se puede encontrar en los mercados de materia prima ya en la antigua Mesopotamia, cuando agricultores y comerciantes acordaban la cantidad y el precio de la cosecha futura. A estos acuerdos se los conoce como contratos forward y su gran aporte fue dar mayor seguridad a los precios, evitando la incertidumbre del mañana, razón por la cual se propagaron rápidamente.
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Recién en 1848 se creó la primera centralización del mercado de derivados financieros, el Chicago Board of Exchange, con el objetivo de facilitar el intercambio de bienes y regular los contratos forward, debido a que muchas veces los mismos no se cumplían, en especial cuando los precios variaban mucho. Estados Unidos, en pleno apogeo económico, empezaba a ser el centro de la innovación financiera y fue así como los derivados lograron dar un salto cualitativo, al establecer un lugar y un sistema para negociar estos acuerdos.
En 1865 se desarrollaron los primeros contratos de futuro, con los commodities de maíz, trigo y avena. Básicamente, se establecieron términos y condiciones a los ya conocidos contratos Forward, porque ahora todos los futuros vencían el mismo día y cada contrato representaba la misma cantidad del bien.
A partir de este nuevo modelo estandarizado, regulado y respaldado por una cámara compensadora, los futuros comenzaron a ser cotizados en Bolsa. Todo esto impulsó la velocidad de las negociaciones en cada vez más mercados de materias primas y preparó el camino para su explosión exponencial en la década de 1970, cuando por primera vez se usaron activos financieros – en lugar de materias primas – como el tipo de cambio de monedas, índices bursátiles, tasas de interés, etc.
Hoy en día, los futuros nos indican los precios en tiempo real de innumerables tipos de activos, las 24 horas durante la semana.
Como vimos, los contratos de Forward y de Futuro tienen la misma naturaleza. La diferencia radica en que los Forwards son más flexibles porque las partes libremente determinan la cantidad y el tiempo de duración del contrato, son hechos a medida y no existe un intermediario entre las partes.