ANÁLISIS
El incesante deterioro de la economía argentina se refleja en una también continua depreciación de su moneda y, de mantenerse las condiciones actuales, es posible que el peso argentino iguale al guaraní en su cotización para el 2030.
Este es el resultado de una estimación realizada por el departamento de Análisis Económico y Financiero de Investor Casa de Bolsa, a partir del comportamiento que vino exhibiendo el dólar blue en el mercado argentino durante la última década.
El recuento de la variación que tuvo esta cotización revela que el peso argentino se depreció en un promedio anual de 44,4% desde el 2010 hasta la actualidad.
En un escenario en que se mantenga este ritmo de apreciación del dólar blue en el vecino país por otros 10 años, la moneda argentina no sea sometida a un proceso de reconversión (eliminación de ceros) o cambio de denominación, y los fundamentos macroeconómicos en Paraguay mantengan sus características actuales, se puede esperar que el peso y el guaraní converjan a una cotización de 1 a 1 en el 2030 aproximadamente.
Evolución esperada para las cotizaciones del peso argentino y el guaraní
Si se acelera el proceso y se considera una depreciación de 80% del peso argentino, la equiparación con la cotización de la moneda paraguaya podría llegar inclusive en el 2028. En un escenario de depreciación menor de la divisa argentina, de 15%, la convergencia se arrastraría hasta el 2048.
En los últimos diez años, el 2020 fue cuando se observó la depreciación más pronunciada del peso argentino, de 138,9%.
Si bien ese ejercicio anual estuvo afectado por el estallido de la pandemia de COVID-19 y el dólar subió en su cotización frente a varias otras monedas alrededor del mundo -incluida la nuestra, en un entorno de elevada incertidumbre-, en los dos años anteriores también se observó un fuerte retroceso del peso argentino: de 79,2% en el 2019 y de 65,9% en el 2018
Por su parte, el 2016 fue el año con menor depreciación, de 7,5%.
Si analizamos la cotización local del peso argentino, el Banco Central del Paraguay (BCP) registra que, en el 2010, el promedio en el mercado minorista se encontraba en G. 1.165 para las operaciones de compra y en G. 1.206 a la venta. El año pasado, estos promedios cerraron en G. 52 y G. 63, lo que demuestra que estos precios cayeron en 95,5% y 94,7%, respectivamente, en la última década.
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A no seguir el camino argentino
Lo que puede llegar a revertir la mencionada tendencia del peso es que Argentina reduzca sus niveles de inflación ya que, al tener esta elevada variación de precios, se imprime más dinero, abunda la moneda de este país y pierde valor, según explica Álvaro Acosta, director de Investor.
“La medida requiere de una corrección urgente: mientras tengan la inflación que ellos tienen (en Argentina), es imposible que no pierda valor el peso con respecto a otras monedas”, agrega.
Para que esta corrección de la inflación se concrete, recuerda que Argentina debe reducir su déficit fiscal y el tamaño de su aparato estatal. A esto se suma que la población argentina no confía en su moneda, prefiere adquirir monedas extranjeras y esto constituye un elemento más que devalúa al peso.
Advierte que la equiparación de las cotizaciones del peso y el guaraní podría inclusive adelantarse al periodo estimado de diez años, según cómo se siga deteriorando la economía argentina y sus finanzas públicas.
En consecuencia, insta a prestar atención a la experiencia del vecino país y evitar una situación similar en Paraguay. Para el efecto, apunta a la necesidad de mantener la estabilidad macroeconómica, sobre todo es fundamental el retorno del déficit fiscal dentro de los topes que establece la Ley de Responsabilidad Fiscal.
“Todos los problemas se inician cuando sostenidamente gastas más de lo que ganas; eso destruye personas, familias, empresas y países”, asevera.
Álvaro Acosta cuenta que cuando esto sucede, lo primero es recurrir a la deuda; luego, se suben los impuestos hasta ahogar a los que producen, se mal venden los bienes del Estado y por último se imprime dinero, y eso es lo que dispara la inflación.
Luego de eso, para evitar que suba la inflación, se suben las tasas, se dejan de pagar las deudas, se corta el crédito de largo plazo, las empresas -ya debilitadas por los altos impuestos y las altas tasas de interés- dejan de producir, despiden gente y empiezan a escasear los bienes y servicios, y se entra en un círculo vicioso que solo genera pobreza.
Por esto es tan importante que también se preste la misma atención a los componentes microeconómicos de nuestro país, recalca Acosta, y se refiere específicamente a la necesidad de dar condiciones óptimas de plazo y tasas de financiamiento a productores y a las empresas, “que son los que crean los bienes y servicios que necesita la población, y que son las fuentes de trabajo y riqueza del país”, destaca.
«La mejor manera de combatir la inflación es produciendo, aumentando la oferta, para esto debemos crear las condiciones financieras para que las empresas y los productores inviertan a largo plazo en ampliar su producción», agrega.
Finalmente, sostiene que el desorden de los indicadores económicos desemboca en el deterioro de las condiciones de vida de las personas, lo que se evidencia en el incremento de los niveles de pobreza de los países.
En el caso de Argentina, al mismo tiempo que su moneda siguió depreciándose y la inflación se mantuvo elevada, el índice de pobreza subió de 25,7% en el 2017 a 35,5% en el 2019, según las estimaciones oficiales recogidas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). La pobreza extrema, por su parte, ascendió de 4,8% a 8%, en este mismo periodo.
En Paraguay, sin embargo, la tasa de pobreza se redujo de 26,4% a 23,5% entre el 2017 y el 2019, mientras que la pobreza extrema retrocedió de 4,4% a 4%.
Prolongada inflación
La inflación no es un problema nuevo para la Argentina. Datos publicados por la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) dan cuenta de que, durante los últimos 100 años, la tasa de inflación promedio fue del 105% anual en este país. Se llegó a un pico máximo histórico en 1989, de 3.079%, durante un proceso hiperinflacionario.
En un documento publicado por el gremio argentino, se explica que a partir de la Ley de Convertibilidad del año 1991 -que fijó la paridad del Austral con el dólar-, y la posterior sustitución de aquella moneda por el Peso, comenzó en Argentina un período de drástica reducción de la inflación y posterior estabilización del nivel de precios, registrándose incluso años de deflación.
Sin embargo, la inflación promedio durante la presidencia de Carlos Menem (1989-1999) fue significativamente elevada (69,7% anual), producto de la variación de precios registrada durante los primeros años de su gobierno. Vale destacar que la inflación fue alta en su primer mandato (147,5% anual) y nula en el segundo (0% anual).
De esto podemos entender que aún con la fijación del precio del dólar, la Argentina ha tenido el problema de la inflación, en buena medida por su alto déficit fiscal y la posterior necesidad de emisión monetaria inorgánica para financiar el desbalance, en periodos en que o no ha tenido acceso al crédito, o ha tenido muchos problemas para hacer frente a su deuda.
La institución encargada de medir la inflación en el vecino país es el Indec (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos), con el apoyo del Ministerio de Economía. El último informe publicado por esta entidad demuestra que, actualmente, la volatilidad de los precios sigue siendo un grave problema para la Argentina, en un contexto de falta de posibilidad de crecer económicamente.
Según el Indec, Argentina registró una variación del 3,5% en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de septiembre del 2021, acumulando en el año un total de 37%; el pico más alto fue en marzo, cuando la inflación del mes fue del 4,8%.
La inflación de 12 meses en Argentina cerró septiembre con un aumento del 52,3%. Este indicador llega así a su punto más alto del año, luego de haber comenzado el 2021 en el nivel del 38,5%, según muestra el Indec en su informe de septiembre.